Dejarse mirar por la misericordia de Jesús; hacer fiesta con Él; mantener viva la "memoria" del momento en el que hemos encontrado la salvación en nuestra vida. Es ésta la triple invitación que surgió de la reflexión del Papa Francisco durante la misa celebrada el viernes 5 de julio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.
En la homilía el Papa comentó el pasaje del Evangelio de Mateo (Mt 9, 9-13) donde el autor habla de la propia conversión: el recaudador de impuestos que Jesús llama a formar parte de los Doce.
El Papa recordó la imagen de Jesús que pasa entre "aquellos que recibían el dinero de los impuestos y luego lo llevaban a los romanos". Éstos –evidenció– eran considerados hombres poco recomendables, y entre ellos estaba Mateo, "el hombre sentado al mostrador de los impuestos". Jesús lo mira y esa mirada le hace probar interiormente "algo nuevo, algo que no conocía".
La "mirada de Jesús", explicó el Santo Padre, le hizo sentir "un estupor" interior; le hizo percibir "la invitación de Jesús: sígueme". Y en aquel mismo instante Mateo "se llenó de alegría", "le bastó sólo un momento" para comprender que aquella mirada le había cambiado la vida para siempre. Es el momento de la misericordia recibida y aceptada: voy contigo". En este caso –puntualizó el Papa– no se trata de "un momento"; se trata de un "tiempo", que se prolonga "hasta el final de la vida".
Y el Pontífice se preguntó: "¿de qué hay que hacer memoria?". Justamente "de aquellos hechos, de aquel encuentro con Jesús que me cambió la vida, que tuvo misericordia, que fue muy bueno conmigo –fue su respuesta– y me dijo también: invita a tus amigos pecadores, para que hagamos fiesta". En efecto, la memoria de esa misericordia y de esa fiesta "da fuerza a Mateo y a todos" aquellos que han decidido seguir a Cristo "para seguir adelante". Esto es necesario recordarlo siempre, añadió el Papa, como cuando se sopla sobre las brasas para mantener el fuego vivo.