Orar significa abrir la puerta al Señor a fin de que pueda hacer algo para reorganizar nuestras cosas. El sacerdote que hace su deber, pero no abre la puerta al Señor, se arriesga a convertirse sólo en un "profesional". El Papa Francisco, en la misa que celebró el martes 8 de octubre, se detuvo en el valor de la oración: no la de "papagayo", sino la que se "hace con el corazón" que lleva a "mirar al Señor, a escuchar al Señor, a pedir al Señor".
La reflexión se desarrolló a partir de las lecturas de la liturgia, tomadas del libro de Jonás (Jon 3, 1-10) y del Evangelio de Lucas (Lc 10, 38-42). En particular, haciendo referencia al pasaje evangélico, el Pontífice propuso como modelo a seguir la actitud de María, una de las dos mujeres que habían acogido a Jesús en su casa. María, en efecto, se detiene a escuchar y a contemplar al Señor, mientras que Marta, su hermana, continúa ocupándose de los quehaceres de la casa.
"La palabra del Señor -expresó el Papa- es clara: María ha elegido la mejor parte, la de la oración, la de la contemplación de Jesús. A los ojos de su hermana era perder tiempo". María se detiene a mirar al Señor como una niña maravillada, "en lugar de trabajar como hacía ella".
La actitud de María es la justa porque -explicó el Pontífice- ella "escuchaba al Señor y oraba con su corazón". He aquí qué "quiere decirnos el Señor. La primera tarea en la vida es ésta: la oración. Pero no la oración de las palabras como los papagayos, sino la oración del corazón", a través de la cual es posible "mirar al Señor, escuchar al Señor, pedir al Señor. Y nosotros sabemos que la oración hace milagros".
Lo mismo enseña el episodio narrado en el libro de Jonás: un "testarudo", le definió el Santo Padre, porque "no quería hacer lo que el Señor le pedía". Sólo después de que el Señor le salvó del vientre de la ballena -recordó el Pontífice- Jonás se decidió: "Señor, haré lo que dices. Y fue por las calles de Nínive" anunciando su profecía: la ciudad sería destruida por Dios si los ciudadanos no mejoraban su modo de vivir. Jonás "era un profeta "profesional" -precisó el Obispo de Roma- y decía: en cuarenta días Nínive será destruida. Lo decía seriamente, con fuerza. Y los ciudadanos de Nínive se atemorizaron y empezaron a orar con las palabras, con el corazón, con el cuerpo. La oración hizo el milagro".
También en este relato -afirmó el Papa Francisco- "se ve lo que Jesús le dice a Marta: María ha elegido la mejor parte. La oración hace milagros, ante los problemas" que hay en el mundo. Pero existen también aquellos a quienes el Papa definió "pesimistas". Estas personas "dicen: nada se puede cambiar, la vida es así. Me hace pensar en una canción triste de mi tierra que dice: dejémoslo. Abajo en el horno nos encontraremos todos".
Ciertamente es una visión un "poco pesimista de la vida" -apuntó- que nos lleva a preguntarnos: "¿Para qué orar? Déjalo, la vida es así. Vayamos adelante. Hagamos lo que podamos". Y esta actitud tuvo Marta -aclaró el Pontífice-, quien "hacía cosas, pero no oraba". Y después está el comportamiento de los otros, como ese "testarudo Jonás". Estos son "los justicieros". Jonás "iba y profetizaba; pero en su corazón decía: se lo merecen, se lo merecen, se lo han buscado. Él profetizaba, pero no oraba, no pedía al Señor perdón por ellos, sólo les apaleaba". Estos -subrayó el Santo Padre- "se creen justos". Pero al final, como sucedió con Jonás, se revelan unos egoístas.
Jonás, por ejemplo -siguió el Papa-, cuando Dios salvó al pueblo de Nínive, "se disgustó con el Señor: pero tú siempre eres así, ¡siempre perdonas!". Y "también nosotros -comentó-, cuando no oramos, lo que hacemos es cerrar la puerta al Señor" de forma que "Él no puede hacer nada. En cambio la oración ante un problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga": Él, de hecho, sabe "reorganizar las cosas".
En conclusión el Papa Francisco exhortó a pensar en María, la hermana de Marta, que "eligió la mejor parte y nos hace ver el camino, cómo se abre la puerta al Señor", al rey de Nínive "que no era un santo", a todo el pueblo: "Hacían cosas feas. Pero cuando oraron, ayunaron y abrieron la puerta al Señor, el Señor hizo el milagro del perdón. Y pensemos en Jonás que no oraba, huía de Dios siempre. Profetizaba, era tal vez un buen "profesional", podemos decir hoy un buen sacerdote que hacía sus tareas, pero jamás abría la puerta al Señor con la oración. Pidamos al Señor que nos ayude a elegir siempre la mejor parte".