"Por favor, no hagamos tratos con el demonio" y tomemos en serio los peligros que se derivan de su presencia en el mundo. Lo recomendó el Papa Francisco el viernes 11 de octubre por la mañana, en su homilía en la misa en Santa Marta. "La presencia del demonio -recordó- está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio". Pero éste -advirtió- vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros "no ser ingenuos".
El Pontífice comentó el episodio en el que Lucas (Lc 11, 15-26) cuenta de Jesús que expulsa a los demonios. El evangelista refiere también los comentarios de cuantos asisten perplejos y acusan a Jesús de magia o, como mucho, le reconocen que es sólo un sanador de personas afectadas por epilepsia. También hoy -observó el Papa- "hay sacerdotes que cuando leen este pasaje y otros pasajes del Evangelio, dicen: Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica". Ciertamente "es verdad que en aquel tiempo se podía confundir la epilepsia con la posesión del demonio -reconoció-, pero también es verdad que estaba el demonio. Y nosotros no tenemos derecho a hacer el asunto tan sencillo", liquidándolo como si se tratara de enfermos psíquicos y no de endemoniados.
Volviendo al Evangelio, el Papa observó que Jesús nos ofrece algunos criterios para entender esta presencia y reaccionar. "¿Cómo ir por nuestro camino cristiano cuando existen las tentaciones? ¿Cuándo entra el diablo para turbarnos?", se preguntó. El primero de los criterios sugeridos por el pasaje evangélico "es que no se puede obtener la victoria de Jesús sobre el mal, sobre el diablo, a medias". Para explicarlo, el Santo Padre citó las palabras de Jesús referidas por Lucas: "El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama". Y refiriéndose a la acción de Jesús respecto a los poseídos por el diablo, dijo que se trata sólo de una pequeña parte "de lo que vino a hacer por toda la humanidad": destruir la obra del diablo para liberarnos de su esclavitud.
No se puede seguir creyendo que sea una exageración: "O estás con Jesús o estás contra Jesús. Y sobre este punto no hay matices. Hay una lucha, una lucha en la que está en juego la salvación eterna de todos nosotros". Y no hay alternativas, aunque a veces oigamos "algunas propuestas pastorales" que parecen más acomodadoras. "¡No! O estás con Jesús -repitió el Obispo de Roma- o estás en contra. Esto es así. Y éste es uno de los criterios".
Último criterio es el de la vigilancia. "Debemos siempre velar, velar contra el engaño, contra la seducción del maligno", exhortó el Pontífice. Y volvió a citar el Evangelio: "Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Y nosotros podemos hacernos la pregunta: ¿yo vigilo sobre mí? ¿Sobre mi corazón? ¿Sobre mis sentimientos? ¿Sobre mis pensamientos? ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo en mí?". Si no se custodia -añadió, cintando otra vez el Evangelio-, "llega otro que es más fuerte y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín".
Son estos, por lo tanto, los criterios para responder a los desafíos planteados por la presencia del diablo en el mundo: la certeza de que "Jesús lucha contra el diablo"; "quien no está con Jesús está contra Jesús"; y "la vigilancia". Hay que tener presente -dijo también el Papa- que "el demonio es astuto: jamás es expulsado para siempre, sólo lo será el último día". Porque cuando "el espíritu inmundo sale del hombre -recordó, citando el Evangelio-, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y al no encontrarlo dice: volveré a mi casa de donde salí. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio".
He aquí por qué es necesario velar. "Su estrategia es ésta -advirtió el Papa Francisco-: tú te has hecho cristiano, vas adelante con tu fe, y yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero después, cuando te has acostumbrado y no estás muy alerta y te sientes seguro, yo vuelvo. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y acaba con el demonio que vuelve. San Pedro lo decía: es como un león feroz que ronda a nuestro alrededor". Y esto no son mentiras: "es la Palabra del Señor".
"Pidamos al Señor -fue su oración conclusiva- la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación, Él ha vencido al demonio".