No se puede pensar en una Iglesia sin alegría, porque Jesús, su esposo, estaba lleno de alegría. Por lo tanto, todos los cristianos deben vivir con la misma alegría en el corazón y comunicarla hasta los extremos confines del mundo. Es esto, en síntesis, el sentido de la reflexión del Papa el martes 3 de diciembre en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, en la memoria del gran evangelizador san Francisco Javier.
"La Palabra de Dios -exhortó- nos habla hoy de paz y de alegría. Isaías en su profecía (Is 11, 1-10) nos dice cómo serán los días del Mesías. Serán días de paz". Porque, explicó, Jesús traerá la paz entre nosotros y Dios, y la paz entre nosotros. Por lo tanto, la paz que todos deseamos es la que trae el Mesías.
El Evangelio de Lucas (Lc 10, 21-24) proclamado durante la liturgia ayuda a comprender algo más sobre Jesús. "Podemos entrever -especificó el Pontífice- un poco el alma de Jesús, el corazón de Jesús. Un corazón gozoso". En efecto, estamos acostumbrados a pensar en Jesús mientras predica, mientras cura, mientras va por la calle hablando a la gente, o cuando sube a la cruz. Pero "no estamos muy acostumbrados -dijo el Obispo de Roma- a pensar en Jesús sonriente, alegre. Jesús estaba lleno de alegría". Una alegría que derivaba de la intimidad con el Padre. Es precisamente de esta relación con el Padre en el Espíritu Santo de donde nace la alegría interior de Jesús. Esa alegría, añadió el Santo Padre, que "Él nos da. Y esta alegría es la verdadera paz. No es una paz estática, quieta, tranquila: la paz cristiana es una paz gozosa", porque gozoso es Jesús, gozoso es Dios.
"En la oración al inicio de la misa -prosiguió- hemos pedido la gracia del fervor misionero para que la Iglesia se alegre con nuevos hijos". No se puede pensar en "una Iglesia sin alegría", porque "Jesús quiso que su esposa, la Iglesia, fuera alegre". Y "la alegría de la Iglesia es precisamente anunciar el nombre de Jesús" para poder decir: "Mi esposo es el Señor, es Dios" quien "nos salva" y "nos acompaña".
En este gozo de esposa, la Iglesia "se convierte en madre. Pablo VI -afirmó el Papa Francisco recordando la enseñanza de su predecesor- decía: la alegría de la Iglesia es precisamente evangelizar" y transmitir esta alegría "a sus hijos".
Comprendemos así que la paz de la que "nos habla Isaías -prosiguió- es una paz de gozo, una paz de alabanza, una paz, digamos, rumorosa en la alabanza. Una paz fecunda en la maternidad de nuevos hijos, una paz que viene precisamente de la alegría de la alabanza a la Trinidad y de la evangelización, es decir, de ir a decir a los pueblos quién es Jesús".
Paz y alegría, por lo tanto. "La alegría, siempre, porque -explicó el Santo Padre- deriva de una declaración dogmática de Jesús que dice: tú has decidido así, revelarte no a los sabios sino a los pequeños. También en las cosas muy serias, como esta, Jesús es alegre". Así también la Iglesia deber ser alegre. Siempre, incluso "en el período de su viudez", añadió, ella "es gozosa en la esperanza". "Oremos para que el Señor -concluyó- nos dé a todos nosotros esta alegría".