A los numerosos heridos que son acogidos en ese gran "hospital de campo símbolo de la Iglesia" uno se debe acercar sin acedia espiritual y sin formalismos. Es lo que recomendó el Papa Francisco en la misa del martes 1 de abril en la Casa Santa Marta. Invitó también a los cristianos a "no vivir bajo anestesia" y a superar las tentaciones "de la resignación, de la tristeza" y del "no implicarse".
"El agua -explicó al comentar las lecturas- es el símbolo en la liturgia de hoy: el agua que cura, el agua que trae la salud". E hizo referencia sobre todo al pasaje del Evangelio de san Juan (Jn 5, 1-16): es "la historia del hombre paralítico de treinta y ocho años" que estaba con otros muchos enfermos junto a la piscina en Jerusalén esperando ser curado. Y, así, cuando "Jesús vio a ese hombre le preguntó: ¿quieres quedar sano?". Su respuesta está preparada: ""Claro Señor, estoy aquí para esto. Pero no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua se agita. Mientras estoy llegando al lugar, otro baja antes que yo"". Existía "la idea -explicó el Pontífice- que cuando las aguas se agitaban era el ángel del Señor que venía a curar". La reacción de Jesús es una orden: "Levántate, toma tu camilla y echa a andar". Y el hombre fue curado.
Luego, continuó el Papa, "el apóstol cambia el tono de la narración y recuerda que ese día era sábado". Así recoge las reacciones de los que riñeron al hombre que fue curado precisamente porque llevaba su camilla un día de sábado, a pesar de la prohibición. Un modo de actuar, afirmó el Pontífice, que se refiere "también a nuestra actitud ante las numerosas enfermedades físicas y espirituales de la gente". Y en especial, destacó, "encuentro aquí" la imagen de "dos enfermedades fuertes, espirituales" sobre las cuales "nos hará bien reflexionar".
La "primera enfermedad" es la que aflige al hombre paralítico y que ya "estaba como resignado" y tal vez se decía "a sí mismo "la vida es injusta, otros tienen más suerte que yo"". En su forma de hablar "hay un tono de lamento: está resignado pero también amargado". Una actitud, destacó el Papa, que hace pensar también en "muchos católicos sin entusiasmo y amargados" que se repiten "a sí mismos "yo voy a misa todos los domingos pero es mejor no comprometerse. Yo tengo fe para mi salud, pero no siento la necesidad de darla a otro: cada uno en su casa, tranquilo"", también porque si "en la vida tú haces algo luego te reprochan: es mejor no implicarse".
Precisamente esta es "la enfermedad de la acedia de los cristianos", una "actitud que es paralizante para el celo apostólico" y "que hace de los cristianos personas inmóviles, tranquilas, pero no en el buen sentido de la palabra: personas que no se preocupan por salir para anunciar el Evangelio, personas anestesiadas". Una anestesia espiritual que lleva a la consideración "negativa de que es mejor no comprometerse" para vivir "así con esa acedia espiritual. Y la acedia es tristeza". Es el perfil de "cristianos tristes en el fondo" a quienes les gusta saborear la tristeza hasta llegar a ser "personas no luminosas y negativas". Y esta, alertó el Papa, "es una enfermedad para nosotros cristianos". Tal vez "vamos a misa todos los domingos" pero también decimos "por favor, no molestar". Los cristianos "sin celo apostólico no sirven y no hacen bien a la Iglesia". Lamentablemente, dijo el Pontífice, hoy son muchos los "cristianos egoístas" que cometen "el pecado de la acedia contra el celo apostólico, contra las ganas de llevar la novedad de Jesús a los demás; esa novedad que me ha sido donada gratuitamente".
El otro pecado indicado hoy por el Papa es "el formalismo" de los judíos. Se la toman con el hombre que acababa de ser curado por Jesús por llevar su camilla un día de sábado. La contestación de los judíos es seca: "Aquí las cosas son así, se debe hacer esto". A ellos les "interesaba sólo las formalidades: era sábado y no se podían hacer milagros el sábado. La gracia de Dios no puede trabajar el sábado". Es la misma actitud de aquellos "cristianos hipócritas que no dejan espacio a la gracia de Dios". Tanto que para "esta gente la vida cristiana es tener todos los documentos en regla, todos los certificados". Actuando así "cierran la puerta a la gracia de Dios". Y, añadió, "tenemos muchos de ellos en la Iglesia".
He aquí, por lo tanto, los dos pecados. Por una parte están "los del pecado de la acedia" porque "no son capaces de ir adelante con su celo apostólico y decidieron detenerse en sí mismos, en las propias tristezas y resentimientos". Por otro lado están los que "no son capaces de llevar la salvación porque cierran la puerta" y se preocupan "sólo de las formalidades" hasta el punto que "¡no se puede!", es la palabra que usan con más frecuencia.
"Son tentaciones que también tenemos nosotros y que debemos conocer para defendernos". Y "ante estas dos tentaciones" en ese "hospital de campo, símbolo de la Iglesia hoy, con mucha gente herida", Jesús ciertamente no cede ni a la acedia ni al formalismo. Sino que "se acerca a ese hombre y le dice: "¿quieres quedar sano?"". Al hombre que responde sólo sí "le da la gracia y se marcha". Jesús, explicó el Papa, "no le soluciona la vida: le da la gracia y la gracia lo hace todo". Luego, relata el Evangelio, cuando poco después se encuentra nuevamente con ese hombre en el templo, le dirige una vez más la palabra para decirle ""mira, estás curado, no peques más"". Estas, afirmó el Pontífice, son "las dos palabras cristianas: "¿quieres quedar sano?" - "No peques más"". Jesús primero cura al enfermo y luego lo invita "a no pecar más". Es precisamente "este el camino cristiano, la senda del celo apostólico" para "acercarnos a las numerosas personas heridas en este hospital de campo. Y también muchas veces heridas por hombres y mujeres de la Iglesia". Es necesario, por lo tanto, hablar como un hermano y una hermana, invitando a curarse y luego a "no pecar más". Y sin lugar a dudas estas "dos palabras de Jesús -concluyó el Papa- son más bonitas que la actitud de la acedia y la actitud de la hipocresía".