"Uniformistas, alternativistas y ventajosos": son los tres neologismos que el Papa Francisco acuñó -"martirizando un poco el italiano" como él mismo lo admite- para describir las tres categorías de cristianos que crean divisiones en la Iglesia. El Pontífice habló de ello el jueves 5 de junio, por la mañana, durante la misa en la capilla de la Casa Santa Marta.
Partiendo del evangelio de san Juan (Jn 17, 20-26), el Pontífice se detuvo en la imagen "de Jesús que ora: ora por sus discípulos; ora por todos los que vendrán, que vendrán por la predicación de los apóstoles; ora por la Iglesia. Y ¿qué pide el Señor al Padre?", se preguntó. La respuesta fue: "La unidad de la Iglesia: que la Iglesia sea una, que no haya divisiones, que no haya altercados". Para esto, comentó, "es necesaria la oración del Señor, porque la unidad en la Iglesia no es fácil". He aquí la referencia a "muchos" que "dicen estar en la Iglesia, pero están dentro sólo con un pie", mientras el otro queda "fuera".
"Para esta gente -explicó el Papa Francisco- la Iglesia no es la casa propia". Se trata de personas, añadió, que viven como arrendatarios: "un poco aquí, un poco allá". Es más, "hay algunos grupos que alquilan la Iglesia, pero no la consideran su casa".
Entre estos, el obispo de Roma indicó de hecho tres categorías, comenzando por "los que quieren que todos sean iguales en la Iglesia": los "uniformistas", cuyo estilo es "uniformar todo: todos iguales". Están presentes desde "el inicio", es decir, "desde que el Espíritu Santo quiso hacer entrar en la Iglesia a los paganos", recordó el Papa haciendo referencia a cuantos pretendían que los paganos antes de formar parte de la Iglesia se hiciesen judíos. Esto demuestra que la uniformidad va de la mano con la rigidez; y no por casualidad el Papa Francisco definió a estos cristianos "rígidos", porque "no tienen la libertad que da el Espíritu Santo. Y confunden lo que Jesús predicó en el Evangelio" y "su doctrina de igualdad", mientras que "Jesús nunca quiso que su Iglesia fuera rígida". Estos, por lo tanto, a causa de su "actitud no entran en la Iglesia. Se dicen cristianos, se dicen católicos, pero su actitud rígida les aleja de la Iglesia".
En cuanto al segundo grupo, los "alternativistas", el obispo de Roma los catalogó entre los que piensan: "Yo entro en la Iglesia, pero con esta idea, con esta ideología". Ponen condiciones "y así su pertenencia a la Iglesia es parcial". También ellos "tienen un pie fuera de la Iglesia; alquilan la Iglesia" pero no la sienten propia; y también ellos están presentes desde el inicio de la predicación evangélica, como testimonian "los gnósticos, que el apóstol Juan ataca muy fuerte: "Somos... sí, sí... somos católicos, pero con estas ideas"". Buscan una alternativa, porque no comparten el sentir común de la Iglesia.
Por último el tercer grupo es el de aquellos que "buscan ventajas". Ellos "van a la Iglesia, pero para ventaja personal y acaban haciendo negocios en la Iglesia". Son los especuladores, presentes también ellos desde los inicios: como Simón el mago, Ananías y Safira, que "se aprovechaban de la Iglesia para su beneficio". Actualizando el discurso, el Papa Francisco denunció cómo personajes de este tipo se encuentren regularmente "en las comunidades parroquiales o diocesanas, en las congregaciones religiosas", ocultándose bajo las apariencias de "bienhechores de la Iglesia". Hemos visto muchos de ellos, dijo en sustancia: "se pavoneaban de ser bienhechores y al final, detrás de la mesa, hacían sus negocios". También ellos, naturalmente, "no sienten a la Iglesia como madre".
Pero el mensaje de Cristo es completamente distinto: a todas estas categorías, prosiguió el Pontífice, Jesús dice que "la Iglesia no es rígida, es libre. En la Iglesia hay tantos carismas, hay una gran diversidad de personas y de dones del Espíritu. Jesús dice: en la Iglesia tú debes dar tu corazón al Evangelio, a lo que el Señor enseñó, y no guardarte una alternativa. El Señor nos dice: si quieres entrar en la Iglesia", hazlo "por amor, para dar todo, todo el corazón y no para hacer negocios en tu favor". De hecho, "la Iglesia no es una casa de alquiler" para quienes "quieren hacer su voluntad"; por el contrario, "es una casa para vivir".
Y a cuantos objetan que "no es fácil", estar con ambos pies en la Iglesia, porque "las tentaciones son muchas", el obispo de Roma recordó al que "hace la unidad en la Iglesia, la unidad en la diversidad, en la libertad, en la generosidad", es decir, al Espíritu Santo, cuya "tarea" específica es precisamente construir "la armonía en la Iglesia". Porque "la unidad de la Iglesia es armonía. Todos -comentó con una broma- somos diversos, no somos iguales, gracias a Dios", de lo contrario "sería un infierno". Pero "todos estamos llamados a la docilidad al Espíritu Santo". Y es precisamente la virtud la que nos salvará de ser rígidos, de ser alternativistas" y del ser "ventajistas" o especuladores en la Iglesia: la docilidad al Espíritu Santo, aquel "que hace la Iglesia".
Es esta docilidad la que transforma la Iglesia de una casa "de alquiler" en una casa que cada uno siente como propia. "Yo estoy en casa -explicó el Papa- porque es el Espíritu Santo quien me concede esta gracia". De aquí, la invitación a pedir durante la misa "la gracia de la unidad de la Iglesia: ser hermanos y hermanas en unidad", sintiéndose "en casa propia. Unidad en la diversidad de cada uno" pero "diversidad libre", sin poner condiciones. "Que el Señor nos envíe el Espíritu Santo -fue la petición conclusiva del Papa Francisco- y cree esta armonía en nuestras comunidades parroquiales, diocesanas, de los movimientos, porque como decía un padre de la Iglesia: "El Espíritu, él mismo es armonía"".