Hoy es todavía tiempo de mártires: los cristianos son perseguidos en Oriente Medio donde son asesinados o se ven obligados a huir, también "de modo elegante, con los guantes blancos". En el día que la Iglesia hace memoria de los mártires de los primeros siglos, el Papa Francisco invitó a rezar "por nuestros hermanos que hoy viven en persecución". Porque, afirmó, hoy "no hay menos mártires" que en tiempos de Nerón. Precisamente al martirio, a su actualidad y a lo que lo caracteriza, el Pontífice dedicó la celebración eucarística del lunes 30 de junio.
"En la oración de inicio de la misa –dijo el Papa– hemos invocado al Señor de este modo: "Señor, que has fecundado con la sangre de los mártires los primeros brotes de la Iglesia de Roma"". Es una invocación apropiada, explicó, para la conmemoración de los "primeros mártires de esta Iglesia". Sobre todo, añadió, "sus huesos están cerca, aquí, no sólo en el cementerio, a pocos metros bajo tierra había muchos" y "quizá algunos aquí debajo".
Es particularmente significativo, señaló el Papa, que "el verbo que usamos para invocar al Señor es fecundar: "Tú has fecundado los brotes"". Por lo tanto "se habla de crecimiento y de una planta: esto nos hace pensar en las numerosas ocasiones que Jesús dijo que el Reino de los cielos era como una semilla". También "el apóstol Pedro, en su carta, nos dice que "hemos sido regenerados a partir de una semilla incorruptible"". Y ésta "es la semilla de la Palabra de Dios. Esto es lo que se siembra: la semilla es la Palabra de Dios, dice el Señor. Se siembra".
En una palabra, Jesús explica precisamente que "el Reino de los cielos es como un hombre que arrojó la semilla en la tierra, luego va a su casa, descansa, trabaja, vela, de día y de noche, y la semilla crece, germina, sin que él sepa cómo".
La cuestión central, afirmó el Papa, es preguntarse, "cómo se hace para que esta semilla de la Palabra de Dios crezca y se convierta en el Reino de Dios, crezca y llegue a ser Iglesia". El obispo de Roma indicó "las dos fuentes" que llevan a cabo esta obra: "el Espíritu Santo –la fuerza del Espíritu Santo– y el testimonio del cristiano".
Sobre todo, explicó el Papa, "sabemos que no hay crecimiento sin el Espíritu: es Él quien hace a la Iglesia, es Él quien hace crecer a la Iglesia, es Él quien convoca a la comunidad de la Iglesia". Pero, prosiguió, "es necesario también el testimonio del cristiano". Y "cuando el testimonio llega a su fin, cuando las circunstancias históricas nos piden un testimonio fuerte, allí están los mártires: los más grandes testigos". Y he aquí, pues, que "la Iglesia se riega con la sangre de los mártires". Precisamente "ésta es la belleza del martirio: comienza con el testimonio, día tras día, y puede acabar con la sangre, como Jesús, el primer mártir, el primer testigo, el testigo fiel.
Pero para ser verdadero, el testimonio "debe ser sin condiciones", afirmó el Pontífice. El Evangelio propuesto por la liturgia del día (Mt 8, 18-22) es claro al respecto. "Hemos escuchado lo que dice el Señor" al discípulo, que para seguirle pide una condición: "Señor déjame primero ir a enterrar a mi padre". Pero "el Señor lo detiene: ¡No!". En efecto, precisó el Papa, "el testimonio es sin condiciones, debe ser firme, debe ser decidido, debe tener el lenguaje, tan fuerte, de Jesús: ¡sí sí, no no!". Es exactamente "este el lenguaje del testimonio".
Mirando a la historia de "esta Iglesia de Roma que crece, guiada por la sangre de los mártires", el Papa invitó a pensar "en los numerosos mártires de hoy que dan su vida por la fe: cristianos perseguidos". Porque, afirmó, "si en aquella persecución de Nerón hubo muchos, hoy no hay menos mártires, cristianos perseguidos". Los hechos son conocidos. "Pensemos en Oriente Medio", dijo, "en los cristianos que deben huir de la persecución" y "en los cristianos asesinados por los perseguidores". Y "también en los cristianos expulsados de un modo elegante, con guante blanco: también esa es una persecución".
En nuestros días, repitió el Papa, "hay más testimonios, más mártires en la Iglesia que en los primeros siglos". Y "haciendo memoria en la misa de nuestros gloriosos antepasados aquí en Roma", invitó a pensar y a rezar también por "nuestros hermanos que viven perseguidos, que sufren y que con su sangre hacen crecer la semilla de muchas Iglesias pequeñitas que nacen". Sí, concluyó, "recemos por ellos y también por nosotros.