El Señor es "alguien que ora, elige y no tiene vergüenza de estar cerca de la gente". Al comentar el pasaje del Evangelio de Lucas (Lc 6, 12-19) durante la misa del martes 9 de septiembre destacó estas tres características que "trazan claramente la personalidad de Jesús" y que motivan también nuestra "confianza en Él: nos encomendamos a Él porque ora, porque nos ha elegido y porque está cerca de nosotros".
Al profundizar estos "tres momentos de la vida de Jesús", el Pontífice habló primero de la oración. El Señor, relata Lucas, "salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios". De ello se deduce que Él "reza por nosotros. Parece un poco extraño -dijo el Papa Francisco- que Él, que vino a traernos la salvación, que Él, que tiene el poder", ore al Padre. Sin embargo, "lo hace a menudo, incluso lo dice", afirmó el Pontífice recordando la frase que dirigió a Pedro en la última Cena: "He pedido por ti".
Jesús ha pedido y sigue pidiendo "por nosotros: es el intercesor. También ahora, que está ante el Padre, en el cielo, su trabajo -afirmó el obispo de Roma- es este: interceder, orar. Es el gran intercesor". Se trata de una verdad que "debe alentarnos". Porque en los momentos "de dificultad o de necesidad", recordó el Papa Francisco, hay que pensar: "Pero tú estás rezando por mí. Reza por mí. Jesús reza por mí al Padre". Por lo demás, añadió, este "es su trabajo de hoy: orar por nosotros, por su Iglesia".
Pasando luego al segundo momento descrito en la escena evangélica -"Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce"- el Pontífice destacó que "fue Él quien eligió; y lo dice claramente: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido"". Como consecuencia, también esta actitud de Jesús nos alienta, porque tenemos una certeza: "Yo fui elegido, yo fui elegida por el Señor. El día del bautismo Él me elegió".
¿Por qué somos "elegidos" como cristianos? Para el Papa Francisco la respuesta está en el amor de Dios. "El amor -señaló- no mira si uno tiene la cara poco agraciada o la cara hermosa: ¡ama! Y Jesús hace lo mismo: ama y elige con amor. Y elige a todos". En su "lista" no hay personas importantes "según los criterios del mundo: hay gente común". El único elemento que los caracteriza a todos es que "son pecadores. Jesús eligió a los pecadores. Elige a los pecadores. Y esta es la acusación que le hacen los doctores de la ley, los escribas".
Pero Jesús es así y, por lo tanto, "llama a todos". Su criterio es el amor, como se ve claro desde que "nosotros, el día de nuestro Bautismo, hemos sido elegidos oficialmente". En esa elección "está el amor de Jesús". Él, dijo el Papa, "me miró y me dijo: ¡tú!". Basta pensar, por lo demás, en la elección de "Judas Iscariote, que fue el traidor, el pecador más grande para Él. Pero fue elegido por Jesús".
Por último, el tercer momento, descrito por el Evangelio con estas palabras: "Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades... y toda la gente trataba de tocarlo". En esencia, la escena presenta a un "Jesús cercano a la gente. No es un profesor, un maestro, un místico que se aleja y habla desde la cátedra", sino más bien una persona que "está en medio de la gente; se deja tocar; deja que la gente le pida. Así es Jesús: cercano a la gente".
Y esta cercanía, continuó el Papa Francisco, "no es algo nuevo para Él: Él lo pone de relieve en su modo de actuar, pero es una cosa que viene desde al primera elección de Dios por su pueblo. Dios dice a su pueblo: "Pensad, ¿qué pueblo tiene un Dios tan cercano como Yo lo estoy de vosotros?"". La cercanía de Dios a su pueblo, concluyó el Pontífice, "es la cercanía de Jesús con la gente. Toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos. Así cercano, en medio del pueblo".