"Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre". Partiendo del pasaje evangélico de san Lucas (Lc, 11,9-10), en la misa celebrada en Santa Marta el jueves 9 de octubre, el Papa Francisco volvió a meditar sobre el tema de la oración, deteniéndose en la condición del hombre que pide y el amor de Dios que responde y da sobreabundantemente.
Tras recordar el texto de la oración colecta pronunciada antes de la liturgia de la palabra -"Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican; derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir"- el Pontífice inició su reflexión resaltando que "es propio de la misericordia de Dios no sólo perdonar -eso todos lo sabemos- sino ser generoso y dar más y más...". Deteniéndose en particular en la invocación "y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir", el Papa Francisco destacó: "Nosotros quizá en la oración pedimos esto y esto, y ¡Él nos da más siempre! Siempre, siempre de más".
Retomando posteriormente la idea del pasaje evangélico, el Papa recordó cómo, algún versículo antes del pasaje propuesto por la liturgia, los apóstoles le habían pedido a Jesús que les enseñase a rezar como Juan había enseñado a sus discípulos. "Y el Señor -dijo- les enseñó el Padrenuestro". Después el Evangelio comienza a hablar de la "generosidad de Dios", de la "misericordia que da siempre de más, más de aquello que nosotros creemos que se pueda hacer".
El Papa Francisco entró en el corazón del texto: "Si uno de vosotros tiene un amigo, a medianoche... Hay tres palabras, tres palabras clave en este pasaje: el amigo, el Padre y el regalo". Es la ocasión para unirse a la experiencia cotidiana de cada persona: en nuestra vida, dijo el Pontífice, hay amigos de oro, "que dan la vida por el amigo", y hay también otros más o menos buenos, pero algunos son amigos de manera más profunda. No hay muchísimos: "La Biblia dice "uno, dos o tres... no más". Los demás son amigos, pero no como estos".
Siguiendo la pauta del pasaje de Lucas, el Papa prosiguió: "Yo voy a su casa y pido, pido, y al final se siente molesto por la importunación; se levanta y da lo que el amigo le pide". Precisamente "el vínculo de amistad hace que se nos dé lo que pedimos". Pero, explicó, "Jesús se adelanta y habla del Padre", haciendo estas preguntas a sus oyentes: "¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?". De aquí la sucesiva certeza: "Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?". Esto significa que "no sólo el amigo que nos acompaña en el camino de la vida nos ayuda y nos da lo que nosotros pedimos; también el Padre del cielo, este Padre que nos ama tanto", hasta preocuparse -dice Jesús- por dar de comer a los pajarillos del cielo.
De este modo el Señor, hizo notar el Papa Francisco, "quiere despertar la confianza en la oración". Y citando de nuevo el Evangelio de san Lucas -"Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre" (Lc, 11,9-10)- el Pontífice explicó: "esta es la oración: pedir, buscar el cómo y tocar a la puerta del corazón de Dios, el amigo que nos acompaña, el Padre" que ama a todas sus creaturas.
Al final del pasaje, puso de relieve el Papa, hay una frase que "parece un poco críptica: "Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? ¡Sí! Dará el Espíritu Santo a los que se lo piden". Precisamente "este es el regalo, este es el de más de Dios". Porque el Padre, destacó, "jamás te da un regalo, lo que le pides, así, sin envolverlo bien, sin algo más que lo haga más bello". Y "lo que el Señor, el Padre nos da de más, es el Espíritu: el verdadero don del Padre es lo que la oración no se atreve a esperar". El hombre toca a la puerta de Dios con la oración para pedir una gracia. Y "Él que es el Padre, me da ese de más: el regalo, el Espíritu Santo".
Es esta, resaltó el Papa, la dinámica de la oración, que "se hace con el amigo, que es el compañero de camino de la vida, se hace con el Padre y se hace en el Espíritu Santo". El amigo verdadero es Jesús: es Él, en efecto, "quien nos acompaña y enseña a rezar. Y nuestra oración debe ser así, trinitaria". Se trata de un relieve importante para el Papa Francisco quien, al concluir, recordó un típico diálogo que tuvo muchas veces con los fieles: "Pero ¿usted cree? Sí, sí. ¿En qué cree? ¡En Dios! Pero, ¿quién es Dios para usted? ¡Dios, Dios!". Un concepto un tanto general, abstracto, que para el obispo de Roma no corresponde a la realidad. Porque, afirmó, "existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: son personas, no son una idea en el aire". En resumen, precisó, "este Dios spray no existe: ¡existen personas!".
Este es en síntesis el mensaje final del Pontífice: "Jesús es el compañero de camino que nos da lo que pedimos; el Padre que se preocupa de nosotros y nos ama; y el Espíritu Santo que es el regalo, es ese de más que da el Padre, lo que nuestra consciencia no se atreve a pedir".