Hay personas que de cristiano tienen sólo el nombre, y su apellido es "mundano". Son "paganos con dos pinceladas de barniz", y nos parecen cristianos cuando los vemos en la misa del domingo. En realidad han caído poco a poco en la tentación de la "mediocridad". Y precisamente de esta tentación el Papa alertó en la misa del viernes 7 de noviembre.
Para su meditación el Pontífice se remitió a un pasaje de la carta de san Pablo a los Filipenses (Flp 3, 17-4, 1), donde el apóstol se dirige a ellos llamándoles "hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona". Y los exhorta a "imitar a algunos y no a otros", aconsejando que miren a "los que andan según el modelo que tenéis en nosotros".
Del texto se comprende bien, explicó el Papa, que Pablo ya había hablado de esta cuestión en diversas ocasiones: "Porque -como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos- hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo". Sin embargo, continuó el Santo Padre, "los dos grupos estaban en la iglesia; todos iban a misa los domingos, alababan al Señor, se llamaban cristianos y bautizaban a los hijos". Entonces, "¿cuál era la diferencia?". Pablo es claro al respecto y recomienda a los Filipenses: "¡A estos ni los miréis! ¿Por qué? Porque se comportan como enemigos de la cruz de Cristo".
En esencia, explicó el Papa, son "cristianos mundanos, cristianos de nombre". Son "cristianos paganos". Tienen "el nombre cristiano, pero la vida pagana" o, por decirlo de otra forma, "paganos con dos pinceladas de barniz de cristianismo: así se presentan como cristianos, pero son paganos".
El Pontífice precisó que "esta gente, hermanos nuestros", no existían sólo en la época de Pablo. También hoy, advirtió, "hay muchos". Por ello "debemos estar atentos para no deslizarnos hacia la senda de los cristianos paganos, cristianos de la apariencia". En realidad "la tentación de acostumbrarse a la mediocridad -la mediocridad de estos cristianos- es precisamente su ruina, porque el corazón se entibia".
Profundizando luego el concepto, "Pablo va explicando un poco esto y habla de "ciudadanía"": "Somos ciudadanos del cielo". En cambio, precisa el apóstol, la ciudadanía de los enemigos de la cruz es únicamente "terrena: son ciudadanos del mundo, no del cielo". Y su "apellido es "mundano"". He aquí por qué Pablo recomienda con fuerza: "¡Estad atentos con estos!".
Precisamente porque no es una cuestión referida sólo a los Filipenses de la época de Pablo, el Papa propuso una serie de interrogantes concretos para plantearse en un examen de conciencia: "A este punto cada uno de nosotros -¡también yo!- debe preguntarse: ¿tendré algo de estos? ¿Tendré algo de mundanidad dentro de mí? ¿Algo de paganismo? ¿Me gusta enorgullecerme? ¿Me gusta el dinero? ¿Me gusta el orgullo, la soberbia? ¿Dónde tengo mis raíces, es decir, de dónde soy ciudadano? ¿Del cielo o de la tierra? ¿Del mundo o del espíritu mundano?". En efecto, explicó citando nuevamente a Pablo, "somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo". ¿Y la ciudadanía de los enemigos de la cruz? El apóstol responde que "su paradero es la perdición". Así, añadió el Papa, "estos cristianos barnizados acabarán mal".
Y es importante, continuó el Pontífice, mirar hacia el final con el fin de observar "dónde te conduce la ciudadanía que tú tienes en tu corazón": la "ciudadanía mundana a la ruina; la de la cruz de Cristo al encuentro con Él".
¿Cómo darse cuenta de que uno se desliza hacia la mundanidad, hacia la ciudadanía mundana? El Papa Francisco destacó, ante todo, que se trata de "un proceso que tiene lugar en nosotros". Se trata de "una tentación: uno se inclina hacia la mundanidad". Los signos para entender hacia dónde nos dirigimos, dijo el Pontífice, "están en el corazón: si amas y estás apegado al dinero, a la vanidad y al orgullo, vas por esa senda no buena; si buscas amar a Dios, servir a los demás, si eres dócil, humilde, servidor de los demás, vas por el buen camino". Y así "tu carné de ciudadanía es bueno: es del cielo". En cambio, "la otra es una ciudadanía que te llevará al mal".
En la carta a los Filipenses, "Pablo habla de transfiguración". Y así, quienes "van por la senda de Jesús, en la humildad, la mansedumbre y el servicio a los demás, la oración, la adoración, serán transfigurados en la gloria. Y también los demás cambiarán". Pablo "es claro": "Estad atentos al espíritu de la mundanidad". Porque, insistió el Papa, "se comienza con poco, luego se va lentamente y es un camino que se sigue sin esfuerzo. Te lleva solo".
Es lo que testimonia el administrador del que habla san Lucas en el pasaje del Evangelio (Lc 16, 1-8) propuesto por la liturgia. "¿Cómo llegó -preguntó el Pontífice- este administrador al punto de estafar, de robar a su Señor? ¿Cómo llegó? ¿De un día para otro? ¡No! Poco a poco". Porque "el camino de la mundanidad de estos enemigos de la cruz de Cristo es así, te conduce a la corrupción. Y luego acaba como este hombre, robando abiertamente".
De aquí "el consejo de Pablo" a los Filipenses: "Permaneced firmes en el Señor según el ejemplo que os he dado". Esta -concluyó el Papa- "es una hermosa gracia que hay que pedir: permanecer firmes en el Señor".