¿Cómo debe ser nuestra fe? Es la pregunta de los apóstoles y es también la nuestra. La respuesta es: "una fe enmarcada en el servicio" a Dios y al prójimo. Un servicio humilde, gratuito, generoso, nunca "por la mitad".
Ya está aquí el reino de Dios en la santidad escondida de todos los días que viven esas familias que llegan a finales de mes con menos de un euro solamente. Pero que no ceden a la tentación de pensar que el reino de Dios sea sólo un espectáculo. Quizás como esos que hacen del sacramento una caricatura, transformándolo en una feria de vanidad y de hacerse ver. Así el Papa Francisco, en la misa del jueves 13 de noviembre, volvió a relanzar el compromiso de vivir la fe con perseverancia, diá tras día, dejando campo libre al Espíritu Santo en el silencio, en la humildad y en la adoración; y proponiendo las verdaderas características del reino de Dios.
Precisamente el hecho de que Jesús hablase mucho del reino de Dios había convertido en "curiosos" también a los fariseos. Tanto que -se lee en el Evangelio de san Lucas (Lc 17, 20-25)- llegan a preguntarle: "¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?". Y "Jesús responde claro: el reino de Dios no viene aparatosamente; ni dirán: "Está aquí" o "Está allí", porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros".
En efecto, señaló el Papa, "Cuando Jesús explicaba en las parábolas cómo era el reino de Dios, utilizaba siempre palabras serenas, tranquilas" y utilizaba "también figuras que decían que el reino de Dios estaba escondido". Así, Jesús compara el reino a "un mercader que busca perlas finas aquí y allá" o bien, a "otro que busca un tesoro escondido en la tierra". O decía que era "como una red que acoge a todos o como la semilla de mostaza, pequeñita, que luego llega a ser un árbol grande".
En definitiva, puntualizó el Papa, "el reino de Dios no es un espectáculo". Precisamente "el espectáculo, muchas veces, es la caricatura del reino de Dios". En cambio, "el reino de Dios es silencioso, crece dentro; lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra disponibilidad". Pero "crece lentamente, silenciosamente".
En el relato de san Lucas, Jesús vuelve a lanzar su discurso y pregunta: "¿vosotros queréis ver el reino de Dios?". Y explica: "Os dirán: ¡está allá! o ¡está aquí! ¡No vayáis! ¡No les sigáis! Porque el reino de Dios vendrá como el fulgor del relámpago, en un instante". Sí, "se manifestará al instante, está dentro". Pero, destacó el Pontífice, "pienso en cuántos son los cristianos que prefieren el espectáculo en vez del silencio del reino de Dios".
Al respecto, el Papa sugirió un breve examen de conciencia para no caer en la tentación del espectáculo preguntando: "¿Tú eres cristiano? ¡Sí! ¿tú crees en Jesucristo? ¡Sí! ¿crees en los sacramentos? ¡Sí! ¿crees que Jesús está allí y que ahora viene aquí? ¡Sí, sí, sí!". Y, entonces, "¿por qué no vas a adorarlo, por qué no vas a la misa, por qué no comulgas, por qué no te acercas al Señor", para que su reino "crezca" dentro de ti? Por lo demás, afirmó, "el Señor jamás dice que el reino de Dios es un espectáculo". Cierto, explicó, "es una fiesta, pero es distinto. Es una fiesta bellísima, una gran fiesta. Y el cielo será una fiesta, pero no un espectáculo".
Y es lo que sucede, a veces, "en las celebraciones de algunos sacramentos", dijo invitando a pensar especialmente en las bodas. Tanto que tenemos que preguntarnos: "¿Esta gente vino a recibir un Sacramento, a hacer fiesta como en Caná de Galilea, o vino hacer el espectáculo de la moda, de hacerse ver, de la vanidad?". Pero, se lee en san Lucas, "el día que haya ruido, será como el fulgor que brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día, el día que en que habrá ruido".
Al contrario del espectáculo, está "la perseverancia de muchos cristianos que llevan adelante la familia: hombres, mujeres que se preocupan por sus hijos, que llegan a finales de mes con menos de un euro solamente, pero oran". Y el reino de Dios "está allí, escondido en esa santidad de la vida cotidiana, esa santidad de todos los días". Porque "el reino de Dios no está lejos de nosotros, está cerca".
Precisamente la "cercanía es una de las características" del reino. Cercanía que quiere decir "todos los días". Por eso "Jesús aparta de la mente de los discípulos una imagen espectacular del reino de Dios". Y "cuando quiere hablar de los últimos tiempos, cuando vendrá en su gloria, el último día, dice: así será el Hijo del hombre en su día, como el fulgor del relámpago, pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación".
Del reino de Dios, por lo tanto, "forma parte también el sufrimiento, la cruz; la cruz cotidiana de la vida, la cruz del trabajo, de la familia". Así "el reino de Dios es humilde, como la semilla: humilde; pero se hace grande por el poder del Espíritu Santo". Y "a nosotros nos toca dejarlo crecer en nosotros, sin gloriarnos. Dejar que el Espíritu venga, nos cambie el alma y nos lleve adelante en el silencio, la paz, la quietud, la cercanía a Dios, a los demás, sin espectáculos". El Papa concluyó invitando a pedir "al Señor esta gracia de cuidar el reino de Dios que está dentro de nosotros y en medio de nosotros y de nuestras comunidades: cuidarlo con la oración, la adoración, el servicio de la caridad, silenciosamente".