De la «tentación de mucha gente buena» a ser cristiano «sólo de apariencia», llevando encima «el maquillaje» que se cae con la primera lluvia, alertó el Papa Francisco en la misa que celebró el jueves 4 de diciembre en la capilla de la Casa Santa Marta. Y volvió a proponer el testimonio de muchos «cristianos con fundamento», que construyen su vida sobre la «roca de Jesús» y viven la «santidad oculta», día tras día.
Hoy en ambas lecturas -tomadas del libro de Isaías (Is 26, 1-6) y del Evangelio de san Mateo (Mt 7, 21-24-27)- la Iglesia, observó inmediatamente el Papa Francisco, «habla de la fuerza de un cristiano y de la debilidad; de roca y de arena». En efecto, «el cristiano es fuerte cuando no sólo dice que lo es, sino cuando vive su vida como cristiano, cuando pone en práctica la doctrina cristiana, las palabras de Dios, los mandamientos, las bienaventuranzas». El punto central es, de hecho, «poner en práctica».
En cambio, destacó el Papa, «existen cristianos de apariencia solamente: personas que se maquillan de cristianos y en el momento de la prueba tienen solamente el maquillaje». Y «sabemos qué sucede a una mujer maquillada cuando va por la calle y comienza a llover y no tiene paraguas: todo se cae, las apariencias caen por los suelos». La del maquillaje, por lo demás, «es una tentación» reconoció el Papa Francisco. Por ello no es suficiente decir «soy cristiano, Señor, » para serlo verdaderamente. Es Jesús mismo quien dice que no basta repetir «¡Señor! ¡Señor!» para entrar en su reino. Se necesita cumplir «la voluntad del Padre» y poner «en práctica la Palabra». He aquí, por lo tanto, la diferencia entre «el cristiano coherente» y el cristiano sólo «de apariencia».
Por lo demás, explicó el Pontífice, es claro cómo «nos ama el Señor». Ante todo, «un cristiano de vida está fundado sobre la roca». Por lo demás, Pablo lo dice claramente cuando «habla del agua que salía de la roca en el desierto: la roca era Cristo, la roca es Cristo». Por lo tanto, lo único que cuenta es «estar fundado solamente en la persona de Jesús, en el seguimiento de Jesús, por el camino de Jesús». El Papa Francisco confesó que encontró «muchas veces gente no mala, gente buena, pero que es víctima de esta manía de la "cristiandad de las apariencias”». Gente que de sí misma dice «soy de una familia muy católica; soy miembro de esa asociación y también bienhechor de aquella otra». Pero, según el Papa, la verdadera pregunta que hay que plantear a estas personas es: «dime, ¿tu vida está fundada en Jesús? ¿Dónde está tu esperanza? ¿en esa roca o en estas pertenencias?».
Por eso la importancia de «estar fundado sobre la roca». Por lo demás, «hemos visto a muchos cristianos de apariencias que caen ante la primera tentación, o sea, ante la lluvia». En efecto, «cuando los ríos se desbordan, cuando los vientos soplan -las tentaciones y las pruebas de la vida- un cristiano de apariencia cae, porque allí no hay fundamento, no hay roca, no está Cristo». Por otro lado, en cambio, están los «numerosos santos que tenemos en el pueblo de Dios -no necesariamente canonizados, pero santos- muchos hombres y mujeres que realizan su vida en Cristo, que ponen en práctica los mandamientos, ponen en práctica el amor de Jesús. ¡Muchos!».
El Papa quiso recordar el testimonio de ellos. «Pensemos -dijo- en los más pequeños; los enfermos que ofrecen sus sufrimientos por la Iglesia, por los demás». Y, también, «pensemos en tantos ancianos solos que rezan y ofrecen. Pensemos en tantas mamás y padres de familia que llevan adelante con mucho trabajo su familia, la educación de los hijos, el trabajo cotidiano, los problemas, pero siempre con la esperanza en Jesús» y «que no se pavonean, sino que hacen lo que pueden».
En verdad, afirmó el Papa Francisco, «existen santos de la vida cotidiana». E invitó a pensar también «en los numerosos sacerdotes que no se hacen ver, pero que trabajan en las parroquias con mucho amor: la catequesis a los niños, la atención a los ancianos, los enfermos, la preparación a los recién casados. Y todos los días lo mismo, lo mismo, lo mismo. No se cansan porque en su cimiento está la roca». Son personas que viven en «Jesús: esto es lo que da santidad a la Iglesia; esto es lo que da esperanza». He aquí por qué, prosiguió el Papa, «debemos pensar mucho en la santidad oculta que existe en la Iglesia, la de los cristianos no de apariencia sino fundados en la roca, en Jesús». Mirar a esos «cristianos que siguen el consejo de Jesús en la Última Cena: "Permaneced en mí”». Sí, «cristianos que permanecen en Jesús». Cierto, «pecadores, todos lo somos». Así, cuando «alguno de estos cristianos comete algún pecado grave» luego se arrepiente, pide perdón: y «esto es grande». Significa tener «la capacidad de pedir perdón; de no confundir pecado con virtud; de saber bien dónde está la virtud y dónde está el pecado». También de esto se entiende que son cristianos «fundados sobre la roca y la roca es Cristo: siguen el camino de Jesús, le siguen a Él».
En la primera lectura, explicó el Pontífice, Isaías «habla de una ciudad fuerte que tiene salvación, que sigue a Dios, que es justa: un pueblo fuerte. La ciudad es un pueblo. Un pueblo fuerte. Su voluntad es firme y Dios le asegura la paz: paz para quien confía en Él». Y luego añade: «Confiad en el Señor siempre, porque el Señor es la roca perpetua, porque Él doblegó a los habitantes de la altura». Y, por eso, comentó el Papa Francisco, «los soberbios, los vanidosos, los cristianos de apariencia serán doblegados, humillados». Dice de nuevo Isaías: «Ha abatido a la ciudad elevada, la ha abatido hasta el suelo, hasta tocar el polvo». Precisamente «así terminan los cristianos de apariencia» destacó el Papa volviendo a proponer la imagen de Isaías: por una parte «las ruinas de una ciudad» y después «la otra ciudad, la otra casa, firme, robusta porque está fundada sobre roca».
El pasaje de Isaías sugirió al Papa Francisco otra reflexión. «Los últimos dos versículos de la primera lectura me hicieron pensar» -dijo-. La referencia es «a esta ciudad que cayó, esta ciudad vanidosa, esta ciudad que no estaba fundada sobre la roca de Cristo». Se lee en efecto: «La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres». Es una expresión, afirmó, que «tiene olor a venganza». Sí, «parece una venganza», pero «no es venganza».
También «la Virgen, en su canto, lo había dicho: Él ha derribado del trono a los poderosos, ha humillado a los soberbios». Y «los pobres serán los que triunfarán, los pobres de espíritu, los que ante Dios se sienten insignificantes, los humildes» que «llevan adelante la salvación poniendo en práctica la Palabra del Señor». En cambio, repitió el Papa Francisco, «todo lo demás es apariencia: hoy estamos, mañana ya no estaremos». Y citó a san Bernardo: «piensa, hombre, qué será de ti, comida de gusanos». Porque «nos comerán los gusanos a todos» y «si no tenemos esta roca, acabaremos pisoteados».
Precisamente «en este tiempo de preparación para la Navidad pidamos al Señor estar fundados firmemente en la roca que es Él, nuestra esperanza es Él» concluyó el Papa. Es verdad, «todos somos pecadores, somos débiles, pero si ponemos la esperanza en Él podremos seguir adelante». Y «esta es la alegría de un cristiano: saber que en Él está la esperanza, el perdón, la paz, la alegría». Por ello no tiene sentido «poner nuestra esperanza en cosas que hoy están y mañana ya no estarán».