Tres gracias que hay que pedir para las comunidades cristianas: la armonía, la pobreza y la paciencia. Continuando la reflexión sobre el relato del diálogo nocturno entre Jesús y Nicodemo -en el centro de la liturgia de la Palabra- el Papa Francisco dedicó la homilía de la misa que celebró en Santa Marta el martes 14 de abril al tema de «renacer», que para la Iglesia significa «renacer en el Espíritu».
El obispo de Roma se remitió a las lecturas del día anterior, recordando que las mismas invitaban a «reflexionar sobre una de las numerosas transformaciones» que obra el Espíritu: la de dar «valentía», transformando al hombre «de cobarde y miedoso» a «valiente, con una valentía fuerte para anunciar a Jesús, sin miedo». De la persona en particular el Papa pasó a considerar «lo que hace el Espíritu en una comunidad».
Releyendo el pasaje de los Hechos de los apóstoles (Hch 4, 32-37) que describe las primeras comunidades cristianas, parece encontrarse ante la descripción de un mundo ideal: «todos eran amigos, todos ponían todo en común, nadie peleaba». Un relato, explicó el Papa Francisco, que «es como un resumen, como si la vida se detuviese un poco y el Espíritu de Dios nos hiciese entrever lo que podría hacer en una comunidad, cómo se podría transformar una comunidad: una comunidad diocesana, una comunidad parroquial, religiosa, una comunidad familiar».
En esta descripción el Pontífice puso de relieve dos signos característicos del «renacer en una comunidad». Ante todo la armonía: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma». Quien renace del Espíritu tiene la «gracia de la unidad, de la armonía». El Espíritu Santo, en efecto, es «el único que puede darnos la armonía» porque «Él es también la armonía entre el Padre y el Hijo». Hay luego un segundo signo, y es el del «bien común». Se lee en la Escritura: «Entre ellos no había necesitados..., nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía».
En este punto el Papa destacó cómo estos dos aspectos forman «un paso» solo en el camino de la comunidad que renace. Esta, en efecto, comienza a vivir también «problemas». Por ejemplo está el caso «del matrimonio de Ananías y Safira», quienes, al entrar en la comunidad, «buscaron engañar a la misma». Una experiencia negativa que se puede traer hasta nuestros días: es similar, explicó el Papa Francisco, a los «los bienhechores que se acercan a la Iglesia, entran para ayudarla y usar a la Iglesia para sus propios asuntos». Están, luego, también «las persecuciones» que, por lo demás, habían sido «anunciadas por Jesús»: al respecto el Pontífice hizo referencia a «la última de las bienaventuranzas de Mateo: "Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa... Alegraos”». Y recordó también que Jesús «promete muchas cosas hermosas, la paz, la abundancia: "Tendréis cien veces más con las persecuciones”».
Todo esto se encuentra «en la primera comunidad renacida por el Espíritu Santo», a la que Pedro explica: «Hermanos no os maravilléis de estas persecuciones, de este incendio que estalló entre vosotros». En la «imagen del incendio», comentó el Pontífice, encontramos la imagen del «fuego que purifica el oro», o sea: el «oro de una comunidad que renace del Espíritu Santo es purificado por las dificultades, las persecuciones».
A este punto el Papa introdujo un tercer elemento importante, recordando el «consejo de Jesús» a quien se encuentra «en medio de dificultades, de persecuciones: "tened paciencia, porque con la paciencia salvaréis vuestras vidas, vuestras almas”». Se necesita, por lo tanto, «la paciencia para soportar: soportar los problemas, soportar las dificultades, soportar las maledicencias, las calumnias, soportar las enfermedades, soportar el dolor de la pérdida de un hijo, de una mujer, de un marido, de una madre, de un padre... la paciencia».
He aquí los tres elementos: una comunidad cristiana «muestra que ha renacido en el Espíritu Santo, cuando es una comunidad que busca la armonía» y no la división interna, «cuando busca la pobreza», y «no la acumulación de riquezas -las riquezas, en efecto, «son para el servicio»- y cuando tiene paciencia, es decir, cuando «no se enfada rápidamente ante las dificultades y se siente ofendida», porque «el siervo de Yahvé, Jesús, es paciente».
A la luz de todo lo dicho, el Papa concluyó su reflexión exhortando a todos, «en esta segunda semana de Pascua», a «pensar en nuestras comunidades», ya sean diocesanas, parroquiales, familiares o de otro tipo, para pedir tres gracias: la «de la armonía, que es más que la unidad», la «de la pobreza» -que no significa «miseria»: en efecto, especificó el Papa Francisco, quien posee algo «debe administrarlo bien por el bien común y con generosidad»- y por último la «de la paciencia». Tenemos que entender, en efecto, que no solamente «cada uno de nosotros» recibió la gracia de «renacer en el Espíritu», sino que esta gracia es también para «nuestras comunidades».