El cristiano debe cuidarse de la «tentación» de pasar del «estupor religioso del encuentro con el Señor» al cálculo para aprovecharse de ello con el fin de obtener poder, cediendo de ese modo al espíritu de mundanidad. Es la recomendación del Papa Francisco durante la misa que celebró el lunes 20 de abril en la capilla de la Casa Santa Marta.
Su reflexión se inspiró en los textos propuestos por la liturgia. En particular el pasaje evangélico de san Juan (Jn 6, 22-29) que relata cómo la multitud, por interés material, buscaba a Jesús después de la multiplicación de los panes y los peces. El Evangelio, recordó el Papa, «dice que, después del ayuno y las tentaciones en el desierto, Jesús estaba lleno de la fuerza del Espíritu y comenzó a predicar». Así «fue a Nazaret, donde se había criado». Y «allí anuncia su misión con ese pasaje del profeta Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha consagrado con la unción para llevar la buena noticia a los pobres, a los prisioneros la liberación, a los ciegos la vista, a los oprimidos la libertad, y anunciar el año de gracia del Señor”».
Precisamente «este -afirmó el Papa Francisco- era su programa, esta era su misión». Jesús concluye su discurso diciendo: «Hoy se cumple esta Escritura». Así, pues, inicia su misión con el anuncio. Luego «comienza a hacer los milagros, los signos, las curaciones: esas curaciones que la gente contemplaba» y así «creía en Él y le llevaban a los enfermos». Pero «Jesús hacía esto porque era su misión». He aquí, entonces, «otro pasaje, las catequesis de Jesús: que enseñaba al pueblo con las bienaventuranzas, con muchas parábolas».
Así, destacó el Papa, «vemos tres pasos: el anuncio de su misión, su trabajo de traer la salud, el bien, la curación, y las catequesis». Y «la gente lo seguía y decía: "Nunca hemos escuchado a un hombre hablar así”». En realidad, reconocían que hablaba «como uno que tiene autoridad, esa fuerza del Espíritu que tenía Jesús».
El Evangelio, continuó el Papa Francisco, nos dice luego que «un día la gente siguió a Jesús y permaneció todo el día escuchando sus catequesis». Pero Él «se dio cuenta de que tenían hambre y todos conocemos como acaba esa historia: había sólo cinco panes y Jesús multiplica los panes y la gente se maravilla». Así, pues, «los milagros de Jesús, sus palabras, conducían a la gente al estupor», hasta hacerles decir: «¡Este hombre es el profeta, es el hombre de Dios!».
Pero esas misma personas, y esta es la reflexión del Pontífice, «después de haber comido hasta saciarse, comienzan a sentir otra cosa». Y así se dicen: «Aprovechemos a este hombre, aprovechémonos bien, convirtámoslo en rey». En realidad, «del estupor religioso se deslizan hacia el poder». Pero «Jesús se marcha solo al monte», recordó el Papa refiriéndose expresamente al Evangelio de la liturgia. Y «esta gente lo busca al día siguiente y no lo encuentra, pero hace cálculos». Y dice: «No subió a la barca, pues hay sólo una barca aquí, no comprendemos bien». Al final «lo encuentran en la otra parte del mar».
Y cuando ve a toda esa gente que va a su encuentro, «Jesús la recibe con mucha bondad». Le preguntan: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Y Él, siempre «con gran bondad, les responde: "En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos -como si dijese, no por el estupor religioso que te lleva a adorar a Dios-, sino porque comisteis pan hasta saciaros”». En esencia, les dijo: «Vosotros me buscáis por intereses materiales». Y así «corrige esta actitud».
Una actitud, sin embargo, que «se repite en los Evangelios», destacó el Papa Francisco. Son «muchos los que siguen a Jesús por interés», incluso «entre sus apóstoles», como «los hijos de Zebedeo que querían ser primer ministro y el otro ministro de economía: tener el poder».
Por lo tanto, puso en guardia el Papa, «esa unción de llevar la buena noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y anunciar un año de gracia, al llegar a ser algo sombrío se pierde y se transforma en algo relacionado con el poder». Y también «el día de la Ascensión pasó lo mismo», cuando los apóstoles preguntan: «¿Es este el tiempo en el cual reconstruirás el reino de Israel?». En definitiva, explicó el Pontífice, «siempre estuvo esa tentación de pasar de ese estupor religioso -esa es la palabra- que Jesús nos da en el encuentro con nosotros, a llegar a aprovecharnos de ello».
Por lo demás, «esta fue también la propuesta del diablo a Jesús en las tentaciones: una sobre el pan, precisamente; la otra sobre el espectáculo». Es decir: «Hagamos un buen espectáculo, así toda la gente creerá en ti». Y luego la tercera tentación, «la apostasía, es decir, la adoración de los ídolos». Y «esta es una tentación de cada día de los cristianos, nuestra, de todos nosotros que somos la Iglesia: la tentación no del poder, del poder del Espíritu, sino la tentación del poder mundano». Así «se cae en esa tibieza religiosa que te lleva a la mundanidad, esa tibieza que acaba cuando crece, crece, crece, en esa actitud que Jesús llama hipocresía». De tal modo que llega a decir a los discípulos: «Cuidaos de la levadura de los fariseos, de los doctores de la ley». O sea, «levadura, pan: cuidaos de eso, que es la hipocresía».
De este modo, en efecto, se acaba siendo «cristiano de nombre, de actitud externa, pero el corazón está en el interés». Al respecto, el Papa repitió las palabras de Jesús a la multitud que lo seguía, descritas por san Juan en su Evangelio: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros». Precisamente «esta es nuestra tentación cotidiana: deslizarse hacia la mundanidad, hacia los poderes y así se debilita la fe, la misión. Se debilita la Iglesia».
Pero el Señor, aseguró el Papa, «nos despierta con el testimonio de los santos, con el testimonio de los mártires que cada día nos anuncian que ir por el camino de Jesús es su misión: anunciar el año de gracia». El Evangelio dice que «la gente entiende la amonestación de Jesús» y por eso le pregunta: «Y ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les responde: «Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel que ha enviado». Es decir, «la fe en Él, sólo en Él; la confianza en Él y no en otras cosas que nos llevarán, al final, lejos de Él».
Antes de proseguir con la celebración, «con Él presente sobre el altar», el Papa Francisco pidió al Señor en la oración «que nos dé esa gracia del estupor del encuentro y que nos ayude a no caer en el espíritu de mundanidad, es decir, ese espíritu que detrás o bajo un barniz de cristianismo nos llevará a vivir como paganos».