¿Cómo me mira hoy Jesús?. La pregunta sugerida por el Papa Francisco llega e interpela directamente a cada cristiano con la misma fuerza de las tres miradas que el Señor tuvo hacia Pedro. Miradas que relatan el entusiasmo de la vocación, el arrepentimiento y la misión, explicó el Papa en la misa que celebró el 22 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta.
El pasaje que relata el diálogo entre Jesús y Pedro, destacó el Pontífice, está casi al final del Evangelio de san Juan (Jn 21, 15-19) Recordemos siempre -continuó- la historia de aquella noche de pesca, cuando los discípulos no pescaron nada, nada. Y por eso estaban un poco enfadados. Por ese motivo cuando se acercaron a la orilla y escucharon que un hombre les preguntaba si tenían algo para comer, he aquí que ellos enfadados respondieron: ¡No!. Porque de verdad no tenían nada. Pero ese hombre les dijo que tirasen las redes hacia la otra parte: los discípulos lo hicieron y la red se llenó de peces.
Es Juan, el amigo más cercano, quien reconoce al Señor. Por su parte Pedro, el entusiasta, se lanza al mar para llegar antes que el Señor. Esto fue de verdad una pesca milagrosa, indicó el Papa Francisco, pero al llegar -aquí comienza el pasaje del Evangelio de hoy- encontraron que Jesús había preparado el desayuno: sobre la parrilla estaba el pescado. Y comieron juntos. Luego tras comer, comenzó el diálogo entre Jesús y Pedro.
Hoy en la oración -confesó el Papa- surgía en mi corazón, se me hacía presente cómo era la mirada de Jesús hacia Pedro. Y en el Evangelio, añadió, encontré tres miradas diferentes de Jesús hacia Pedro.
La primera mirada, destacó el Papa Francisco, se encuentra al inicio del Evangelio de san Juan, cuando Andrés fue a su hermano Pedro y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías”. Y lo llevó al encuentro de Jesús, quien fijó su mirada en él y dijo: "Tú eres Simón, hijo de Jonás. Te llamarás Pedro”. Es la primera mirada, la mirada de la misión que, más adelante, en Cesarea de Filipo, explica la misión: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”: esta será tu misión.
Mientras tanto -afirmó el Pontífice- Pedro se había convertido en un entusiasta de Jesús: seguía a Jesús. Recordemos el pasaje del sexto capítulo del Evangelio de san Juan, cuando Jesús habla de comer su cuerpo y muchos discípulos en ese momento decían: "Es duro este lenguaje”. En tal medida que comenzaron a marcharse. Entonces Jesús miró a los discípulos y dijo: "¿También vosotros queréis marcharos?. Y es el entusiasmo de Pedro que responde: "¡No! ¿Dónde iremos? Tú sólo tienes palabras de vida eterna”. Por lo tanto, explicó el Papa Francisco, está la primera mirada: la vocación y un primer anuncio de la misión. Y ¿cómo se muestra el espíritu de Pedro en esa primera mirada? Entusiasta. Es el primer tiempo del camino con el Señor.
Luego, añadió el Papa, he pensado en la segunda mirada. La encontramos ya tarde la noche del Jueves santo, cuando Pedro quiso seguir a Jesús y se acercó al sitio donde estaba Él, en la casa del sacerdote, en prisión, pero lo reconocen: "No, no lo conozco”. Lo niega tres veces. Luego escucha el canto del gallo y se acuerda: ha negado al Señor. Lo perdió todo. Perdió a su amor. Precisamente en ese momento a Jesús lo llevaron a otra sala, atravesando el patio, y fijó la mirada en Pedro. El Evangelio de san Lucas dice que Pedro lloró amargamente. Así, el entusiasmo de seguir a Jesús se convirtió en llanto, porque él había pecado, había negado a Jesús. Pero esa mirada cambió el corazón de Pedro, más que al comienzo. Así, pues, el primer cambio fue el cambio de nombre y también de vocación. Por el contrario, esta segunda mirada es una mirada que cambia el corazón y es un cambio de conversión al amor.
No sabemos cómo fue la mirada en ese encuentro, estando solos, tras la resurrección afirmó el Papa Francisco. Sabemos que Jesús se encontró con Pedro, dice el Evangelio, pero no sabemos qué se dijeron. Y así, lo narrado en la liturgia de hoy es una tercera mirada: la confirmación de la misión; pero también la mirada con la que Jesús pide confirmación del amor de Pedro. De hecho, tres veces -¡tres veces!- Pedro había renegado; y ahora el Señor tres veces le pide la manifestación de su amor. Y cuando Pedro, cada vez, dice que sí, que le quiere, que lo ama, Él le confía la misión: "Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas”. Y más aún, a la tercera pregunta -Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?- Pedro se entristeció, casi llora. Y disgustado porque por tercera vez el Señor le preguntaba "¿me quieres?”, él le respondió: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Y de vuelta Jesús: Pastorea mis ovejas. He aquí, la tercera mirada: la mirada de la misión.
El Papa Francisco, luego volvió a proponer la esencia de las tres miradas del Señor sobre Pedro: La primera, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento del pecado tan grave de haber renegado a Jesús; la tercera es la mirada de la misión: "Pastorea mis ovejas”. Pero no termina ahí. Jesús va más allá: tú haces todo esto por amor y después, ¿serás coronado rey? No. Es más, el Señor afirma con claridad: Te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieres. Como diciendo: También tú, como yo, estarás en aquel patio en el cual yo fijé mi mirada sobre ti: cerca de la cruz.
Precisamente sobre esto el Papa propuso un examen de conciencia. Nosotros también podemos pensar: ¿cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión?. Estamos seguros de que en el camino que Él ha hecho, todos estamos bajo la mirada de Jesús: Él siempre nos mira con amor, nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión.
Antes de proseguir con la celebración -ahora Jesús viene sobre el altar recordó - el Papá invitó a rezar: Señor, tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada sobre mí y dime qué debo hacer; de qué forma debo llorar mis errores y mis pecados; con qué valor debo ir hacia adelante por el camino que primero tú hiciste. Y durante este sacrificio eucarístico, es oportuno que tenga lugar este nuestro diálogo con Jesús. A continuación, concluyó, nos hará bien pensar durante todo el día en la mirada de Jesús sobre mí.