En camino hacia Dios y hacia los demás, en el servicio y la pobreza. Así se podría sintetizar la meditación del Papa Francisco durante la misa que celebró en Santa Marta el jueves 11 de junio. Al comentar el pasaje de san Mateo (Mt 10, 7-13), donde Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Evangelio, la buena nueva, el Evangelio de salvación, el Pontífice destacó cómo se pueden extrapolar tres palabras clave para comprender bien lo que Jesús quiere de sus discípulos y de todos nosotros que le seguimos a Él. Las tres palabras son: camino, servicio y gratuidad.
Ante todo, Jesús envía a un camino. Un camino que, claro está, no es un simple paseo. Lo que hace Jesús, explicó el Papa Francisco, es un envío con un mensaje: anunciar el Evangelio, salir para llevar la salvación, el Evangelio de la salvación. Y esta es la tarea que Jesús da a sus discípulos. Por ello, quien permanece paralizado y no sale, no da a los demás lo que ha recibido en el bautismo, no es un auténtico discípulo de Jesús. En efecto, le falta la misionariedad, le falta salir de sí mismo para llevar algo de bien a los demás.
Existe también, profundizó el Papa, otro itinerario del discípulo de Jesús, o sea el itinerario interior, el del discípulo que busca al Señor todos los días, en la oración, en la meditación. Y no es secundario, destacó el Pontífice: También ese itinerario debe recorrer el discípulo porque si no busca siempre a Dios, el Evangelio que lleva a los demás será un Evangelio débil, aguado, sin fuerza.
Así, pues, hay un doble camino que Jesús quiere de sus discípulos. Esto contiene la primera palabra que pone de relieve el Evangelio de hoy: caminar, camino.
Está luego la segunda: servicio. Y está estrechamente relacionada con la primera. Es necesario, en efecto, dijo el Papa, caminar para servir a los demás. Se lee en el Evangelio: Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos arrojad demonios. Aquí está el deber del discípulo: servir. Al respecto el Pontífice fue muy claro: Un discípulo que no sirve a los demás no es cristiano.
Punto de referencia de cada discípulo debe ser lo que Jesús predicó en las dos columnas del cristianismo: las bienaventuranzas y, después, el protocolo a partir del cual seremos juzgados, es decir, el que indicó san Mateo en el capítulo 25 (Mt 25, 31). E ste debe ser el marco del servicio evangélico. No hay escapatorias: Si un discípulo no camina para servir -dijo el Papa-, no sirve para caminar. Si su vida no es para el servicio, no sirve para vivir como cristiano.
Precisamente en este aspecto se encuentra, en muchos, la tentación del egoísmo. Está quien dice: Sí, soy cristiano, estoy en paz, me confieso, voy a misa, cumplo los mandamientos. Pero, objetó el Pontífice, ¿dónde está el servicio a los demás? ¿Dónde está el servicio a Jesús en el enfermo, en el preso, en el hambriento, en el desnudo? Y precisamente esto es lo que Jesús nos dijo que debemos hacer porque Él está allí. He aquí, la segunda palabra clave: el servicio a Cristo en los demás.
Existe una relación también con la tercera palabra de este pasaje, que es gratuidad. Caminar, en el servicio, en la gratuidad. Se lee de hecho: Gratis habéis recibido, dad gratis. Una cuestión fundamental que empuja al Señor a aclararla bien por si los discípulos no hubiesen entendido. Él les explica: No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre, ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas. Como diciendo, puntualizó el Papa Francisco, que el camino del servicio es gratuito porque nosotros hemos recibido la salvación gratuitamente. Ninguno de nosotros ha comprado la salvación, ninguno de nosotros la ha merecido: la tenemos por pura gracia del Padre en Jesucristo, en el sacrificio de Jesucristo.
Por eso, dijo el Papa, es triste cuando se encuentran cristianos que olvidan esta Palabra de Jesús: Gratis habéis recibido, dad gratis. Y es triste cuando las que se olvidan de la gratuidad son comunidades cristianas, parroquias, congregaciones religiosas o diócesis. Cuando esto sucede, advirtió el Pontífice, es porque detrás existe el engaño de presumir que la salvación viene de las riquezas, del poder humano.
Después el Papa Francisco, finalizó así su reflexión: Tres palabras. Camino, pero camino como un envío para anunciar. Servicio: la vida del cristiano no es para sí mismo, es para los demás, como fue la vida de Jesús. Y en tercer lugar, gratuidad. Así, dijo, podremos volver a poner nuestra esperanza en Jesús, quien nos envía así una esperanza que nunca defrauda. Por el contrario, cuando la esperanza está en la propia comodidad en el camino o la esperanza está en el egoísmo de buscar las cosas para sí y no para servir a los demás, o bien cuando la esperanza está en las riquezas o en las pequeñas seguridades mundanas, todo esto se derrumba. El Señor mismo hace que se derrumbe.
De aquí la invitación final del Pontífice a proseguir la celebración eucarística: Hagamos este camino hacia Dios con Jesús en el altar, para después caminar hacia los demás en el servicio y en la pobreza, sólo con la riqueza del Espíritu Santo que Jesús mismo nos ha dado.