La teología de la pobreza fue el núcleo central de la homilía del Papa Francisco en la misa del martes 16 de junio en Santa Marta. La reflexión del Pontífice partió del pasaje de la segunda carta a los Corintios (2Co 8, 1-9), donde san Pablo organiza en la Iglesia de Corinto una colecta para la Iglesia de Jerusalén, que vive momentos difíciles de pobreza. Para evitar que la colecta se realizara de modo equivocado, el apóstol hace algunas consideraciones, una especie de teología de la pobreza, señaló.
Aclaraciones necesarias porque, explicó el Papa Francisco, pobreza es una palabra que siempre crea dificultad. Cuántas veces, en efecto, hemos escuchado decir: Pero este sacerdote habla demasiado de pobreza, este obispo habla de pobreza, este cristiano, esta religiosa hablan de pobreza... Son un poco comunistas, ¿no?. En cambio, destacó el Papa, la pobreza es precisamente el centro del Evangelio, tanto que si quitásemos la pobreza del Evangelio, no se comprendería nada del mensaje de Jesús.
Aquí, entonces, explicó la catequesis de san Pablo sobre la limosna, la pobreza y las riquezas que comienza con un ejemplo de la experiencia de la Iglesia de Macedonia. Allí, en la gran prueba de la tribulación -porque sufrían mucho por las persecuciones- y su extrema pobreza, su alegría era superabundante y fue superabundante también la riqueza de su generosidad. Es decir, al dar, al soportar las tribulaciones se enriquecieron, experimentaron la alegría. Es, añadió el Papa, lo que se encuentra en una de las bienaventuranzas: Bienaventurados vosotros, cuando os insultarán, cuando os perseguirán....
Tras presentar ese ejemplo, san Pablo se dirige de nuevo a la Iglesia de Corinto: Y como vosotros sois ricos, pensad en ellos, en la Iglesia de Jerusalén. Pero, preguntó el Papa, ¿de qué riqueza habla san Pablo? La respuesta se lee inmediatamente después: Sois ricos en todo: en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado. Y sigue una exhortación: Y lo mismo que sobresalís en todo, sobresalid también en esta obra de caridad. Haced que, explicó el Papa Francisco, esta riqueza tan grande -el empeño, la caridad, la Palabra de Dios, el conocimiento de Dios- llegue a los bolsillos. Porque, añadió, cuando la fe no llega a los bolsillos, no es una fe genuina; y esto es una regla de oro que se debe recordar.
Del pasaje paulino emerge, por lo tanto, una contraposición entre riqueza y pobreza. La Iglesia de Jerusalén es pobre, se encuentra en dificultad económica, pero es rica, porque tiene el tesoro del anuncio evangélico. Y es precisamente esta Iglesia de Jerusalén, pobre, quien enriqueció a la Iglesia de Corinto con el anuncio evangélico: le dio la riqueza del Evangelio. Quien era rico económicamente en realidad era pobre sin el anuncio del Evangelio. Se da, dijo el Pontífice, un intercambio mutuo y, así, de la pobreza surge la riqueza.
En este punto, explicó el Papa, Pablo, con su pensamiento, llega al fundamento de lo que nosotros podemos llamar "la teología de la pobreza”, porque la pobreza está en el centro del Evangelio. Se lee en la epístola: Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Así, pues, fue el Verbo de Dios quien se hizo carne, el Verbo de Dios en esta condescendencia, en este abajarse, en este empobrecerse, quien nos hace, a nosotros, ricos en los dones de la salvación, de la palabra, de la gracia. Este es precisamente el núcleo de la teología de la pobreza, que, por lo demás, encontramos en la primera bienaventuranza: Bienaventurados los pobres de espíritu. Destacó el Papa Francisco: Ser pobre es dejarse enriquecer por la pobreza de Cristo y no querer ser rico con otras riquezas que no sean las de Cristo, es hacer lo que hizo Cristo. No es sólo hacerse pobres, sino que se trata de dar un paso más, porque, dijo, el pobre me enriquece.
Bajando a la realidad concreta de la vida cotidiana, el Papa explicó que cuando damos una ayuda a los pobres, no hacemos cristianamente obras de beneficencia. Estamos ante un acto bueno, un acto humano, pero esto no es la pobreza cristiana, que Pablo quiere, que Pablo predica. Porque pobreza cristiana significa que yo doy de lo mío y no lo superfluo, incluso de lo necesario, al pobre, porque sé que él me enriquece. ¿Por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús dijo que Él mismo está en el pobre.
El mismo concepto lo recuerda Pablo al escribir: Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Esto sucede cada vez que yo me desprendo de algo, pero no sólo de lo superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre, a tanta gente pobre que le falta de todo, porque el pobre me enriquece dado que es Jesús quien obra en él.
He aquí por qué, concluyó el Papa Francisco, la pobreza no es una ideología. La pobreza está en el centro del Evangelio. En la teología de la pobreza encontramos el misterio de Cristo que se abajó, se humilló, se empobreció para enriquecernos. Así se comprende por qué la primera de las bienaventuranzas es: "Bienaventurados los pobres de espíritu”. Y ser pobre de espíritu -indicó el Pontífice- es ir por este camino del Señor, quien se abaja tanto, hasta hacerse pan para nosotros en el sacrificio eucarístico. Es decir, Jesús sigue abajándose en la historia de la Iglesia, en el memorial de su Pasión, en el memorial de su humillación, en el memorial de su abajamiento, en el memorial de su pobreza, y con este "pan” Él nos enriquece.
De aquí la sugerencia final para la oración: Que el Señor nos haga comprender el camino de la pobreza cristiana y la actitud que debemos tener cuando ayudamos a los pobres.