El horror por la persecución que hoy tiene lugar en el mundo, con terroristas que degüellan a los cristianos ante el «silencio cómplice de muchas potencias», inició precisamente contra Jesús y fue marcando la historia de la Iglesia. He aquí por qué «no hay cristianismo sin martirio». Y el testimonio de la comunidad armenia, «perseguida sólo por el hecho de ser cristiana», debe hacer que cada uno encuentre el mismo valor de esos mártires, en el caso de que «un día la persecución sucediera aquí». Lo afirmó el Papa en la misa que presidió, el lunes 7 de septiembre, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Durante la celebración tuvo lugar la significación de la ecclesiastica communio concedida al nuevo patriarca de Cilicia de los armenios, Gregorio Pietro XX Ghabroyan. Con el Papa concelebraron, juntamente con el patriarca, el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, el arzobispo secretario monseñor Cyril Vasil’ y el subsecretario padre Lorenzo Lorusso, todos los obispos miembros del Sínodo de la Iglesia patriarcal armenia católica y algunos sacerdotes.
Para su reflexión sobre el martirio, además de la mención a los cristianos armenios, el Papa Francisco partió ante todo del pasaje evangélico de Lucas (Lc 6, 6-11) propuesto por la liturgia: Jesús curó un día sábado a un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Pero «la predicación y el modo de obrar de Jesús –destacó en la homilía– no gustaron a los doctores de la ley». Y «por esto los escribas y fariseos lo observaban para ver lo que hacía: lo espiaban porque tenían malas intenciones en el corazón». Así, «después de que Jesús abriese el diálogo, y preguntase si es lícito hacer el bien o hacer el mal el día sábado, ellos no hablaron, permanecieron callados». Lucas relata que, después del milagro realizado por el Señor, «ciegos por la cólera» – y aquí el Evangelio usa una expresión de verdad «fuerte»– «se pusieron a discutir entre ellos sobre lo que había que hacer con Jesús».
En una palabra, se pusieron a pensar acerca de cómo proceder para matar al Señor. Y muchas veces, precisó el Papa, en el Evangelio se repite esa escena. Por lo tanto, esos doctores de la ley no tienen una actitud del estilo: «no estamos de acuerdo, hablemos». Lo que prevalece en ellos, en cambio, «es la cólera: no pueden dominarla y comienzan la persecución contra Jesús, hasta la muerte».
También san Pablo, «discípulo fiel del Señor, sufre lo mismo», recordó el Papa. Lo confirma el pasaje de la carta a los Colosenses (Col 1, 24 - 2, 3) proclamado durante la liturgia: «Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia».
Lo que vivió Pablo, destacó el Pontífice, es «el mismo camino de Jesús: la cabeza de la Iglesia, y lo sigue su cuerpo, la Iglesia». Por lo demás, «la Iglesia es perseguida desde sus primeros días». Pero, ¿hasta cuándo lo será? Con certeza, «hasta hoy», afirmó el Papa. Así, pues, continuó, también «hoy muchos cristianos, tal vez más que en los primeros tiempos, son perseguidos, asesinados, expulsados, despojados sólo por ser cristianos». Y de este modo, como escribe Pablo, «continúa en el cuerpo de la Iglesia la pasión de Cristo, dándole cumplimiento».
El Papa Francisco repitió que «no hay cristianismo sin persecución». Y sugirió hacer memoria de la «última de las bienaventuranzas: cuando os llevarán a las sinagogas, os perseguirán, os insultarán: este es el destino del cristiano». Hay más: «Hoy, ante este hecho que sucede en el mundo, con el silencio cómplice de muchas potencia que podrían detenerlo, estamos ante este destino cristiano: ir por el mismo camino de Jesús».
En particular, dijo el Pontífice, «quiero recordar hoy una de las muchas grandes persecuciones, la del pueblo armenio, con ocasión de nuestra comunión. Un pueblo, la primera nación convertida al cristianismo, la primera, perseguida sólo por el hecho de ser cristiana».
«Nosotros hoy al ver los periódicos –afirmó relanzando las trágicas cuestiones de actualidad– sentimos horror por lo que hacen algunos grupos terroristas, que degüellan a la gente sólo por ser cristianos». El Papa Francisco invitó a pensar «en los mártires egipcios que, hace poco tiempo, fueron degollados en las costas libias mientras pronunciaban el nombre de Jesús». Y volviendo a los armenios, explicó que este pueblo «fue perseguido, expulsado de su patria, sin ayudas, en el desierto».
Precisamente «hoy –recordó– el Evangelio nos relata dónde comenzó esta historia: con Jesús». Y lo «que hicieron con Jesús, durante la historia se ha hecho con su cuerpo, que es la Iglesia». En esta perspectiva el Papa se dirigió directamente a los armenios: «Hoy quisiera, en este día de nuestra primera Eucaristía, como hermanos obispos, a ti, querido hermano patriarca, y a todos vosotros, obispos y fieles y sacerdotes armenios, abrazaros y recordar la persecución que habéis sufrido, y recordar a vuestros santos, tantos santos muertos de hambre y de frío, en la tortura y en el desierto, por ser cristianos».
El Papa Francisco pidió al Señor que «nos conceda la capacidad de ver allí lo que Pablo dice» y «nos dé una inteligencia plena para conocer el misterio de Dios que está en Cristo». Y «el misterio de Dios que está en Cristo –añadió– lleva a la cruz: la cruz de la persecución, la cruz del odio, la cruz que viene de la cólera de estos hombres, estos doctores de la ley». Pero, «¿quién provoca la cólera? Lo sabemos todos: ¡el padre del mal».
«Que el Señor – dijo también el Papa– hoy nos haga sentir, en el cuerpo de la Iglesia, el amor a nuestros mártires y también nuestra vocación martirial. Nosotros no sabemos lo que sucederá aquí: ¡No lo sabemos!». Pero, concluyó, «que el Señor nos dé la gracia, si un día sucediera esta persecución aquí, de la valentía del testimonio que tuvieron todos estos cristianos mártires y especialmente los cristianos del pueblo armenio».