«En lo poco está todo». El estilo de Dios que actúa en las cosas pequeñas pero que nos abre grandes horizontes fue el centro de la meditación del Papa Francisco durante la misa celebrada en Santa Marta el martes 8 de septiembre, memoria litúrgica de la natividad de María.
Recordando el texto de la oración colecta pronunciada poco antes –en la que se pide al Señor «la gracia de la unidad y de la paz»– el Pontífice dirigió su atención a dos verbos que ya había señalado en las homilías de los «días pasados»: reconciliar y pacificar. Dios, dijo, «reconcilia: reconcilia al mundo consigo y en Cristo». Jesús, ofrecido a nosotros por María, pacifica, «da la paz a dos pueblos, y de dos pueblos hace uno: de los hebreos y de los gentiles. Un solo pueblo. Construye la paz. La paz en los corazones». Pero, se preguntó el Papa, «¿cómo reconcilia Dios?». ¿Cuál es su «estilo»? ¿Quizá él «forma una gran asamblea? ¿Se ponen todos de acuerdo? ¿Firman un documento?». No, respondió, «Dios pacifica con una modalidad especial: reconcilia y pacifica en las cosas pequeñas y en el camino».
La reflexión de Francisco inició a partir del concepto de «pequeño», ese «pequeño» del que se habla en la primera lectura (Mi 5, 1-4): «Y tú, Belén Efratá, pequeña...». Este es el comentario del Papa: «Así de pequeña: pero serás grande, porque de ti nacerá tu guía y Él será la paz. Él mismo será la paz», porque de ese «"pequeño”, viene la paz». Este es el estilo de Dios, que elige «las cosas pequeñas, las cosas humildes para hacer las grandes obras». El Señor, explicó el Papa, «es el Grande» y nosotros «somos los pequeños», pero el Señor «nos aconseja hacernos pequeños como los niños para poder entrar en el Reino de los cielos», donde «los grandes, los potentes, los soberbios, los orgullosos no podrán entrar». Dios, por lo tanto, «reconcilia y pacifica en lo pequeño».
El Pontífice afrontó, a continuación, el segundo concepto, según el cual el Señor reconcilia «también en el camino: caminando». Y explicó: «El Señor no quiso pacificar y reconciliar con la varita mágica: hoy –¡zaz!– ¡todo ya hecho! No. Se puso a caminar con su pueblo». Un ejemplo de esta acción de Dios se encuentra en el Evangelio del día (Mt 1, 1-16.18-23). Un pasaje, el de la genealogía de Jesús, que puede parecer un poco repetitivo: «Este engendró a aquel, este otro al de más allá, este a este otro... Es una lista», destacó el Papa Francisco. Sin embargo, explicó, «es el camino de Dios: el camino de Dios entre los hombres, buenos y malos, porque en esta lista están los santos y están los criminales pecadores». Una lista, por lo tanto, donde se encuentra también «mucho pecado». Sin embargo, «Dios no se asusta: camina. Camina con su pueblo. Y en este camino hace crecer la esperanza de su pueblo, la esperanza en el Mesías». Es esta la «cercanía» de Dios. Lo había dicho Moisés a los suyos: «Pero pensad: ¿Qué nación tiene un Dios así de cercano a vosotros?». He aquí, entonces, que «este caminar en lo pequeño, con su pueblo, este caminar con buenos y malos nos da nuestro estilo de vida». Para «caminar como cristianos», para «pacificar» y «reconciliar» como hizo Jesús, tenemos el camino: «Con las bienaventuranzas y con aquel protocolo a partir del cual todos seremos juzgados. Mateo 25: "Haced así: cosas pequeñas”». Esto significa «en lo pequeño y en el camino».
A este punto el Papa añadió otro elemento. El pueblo de Israel, dijo, «soñaba la liberación», tenía «este sueño porque le había sido prometido». También «José sueña» y su sueño «es un poco como el resumen del sueño de toda la historia del camino de Dios con su pueblo». Pero, añadió el Papa Francisco, «no sólo José tiene sueños: Dios sueña. Nuestro Padre Dios tiene sueños, y sueña cosas bellas para su pueblo, para cada uno de nosotros, porque es Padre; y siendo Padre, piensa y sueña lo mejor para sus hijos».
En conclusión: «Este Dios omnipotente y grande, nos enseña a realizar la gran obra de la pacificación y de la reconciliación en lo pequeño, en el camino, en no perder la esperanza con esa capacidad» de realizar «grandes sueños», de tener «grandes horizontes»
Por ello, el Pontífice invitó a todos –en esta conmemoración del inicio de una etapa determinante de la historia de la salvación, el nacimiento de la Virgen– a pedir «la gracia que habíamos pedido en la oración, de la unidad, es decir, de la reconciliación y de la paz». Pero «siempre en camino, cercano a los demás» y «con grandes sueños». Con el estilo de «lo pequeño», ese pequeño, recordó, que se encuentra en la celebración eucarística: «un pequeño trozo de pan, un poco de vino...». En «este "pequeño” está todo. Está el sueño de Dios, está su amor, está su paz, está su reconciliación, está Jesús».