No comprender y no aceptar la misericordia de Dios es el riesgo acerca del cual nos puso en guardia el Papa Francisco, invitando a no tener la terquedad y la rigidez de considerar más importante la propia predicación, los propios pensamientos y «toda esa lista de mandamientos que debo hacer cumplir». Una invitación a obedecer la voluntad de Dios, dejando actuar su misericordia y no desafiarla, dirigió precisamente el Papa en la misa que celebró el martes 6 de octubre, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
«Hace algunos días, el día de la fiesta de los Ángeles custodios, hemos reflexionado sobre la docilidad a Dios, la docilidad al Espíritu Santo, como camino de santidad y de vida cristiana», recordó el Papa Francisco al inicio de la homilía. Luego, continuó, «en estos tres días -ayer, hoy y mañana- la liturgia nos hace reflexionar sobre la realidad contraria, es decir la resistencia a la voluntad de Dios: no hacer lo que Dios quiere, no ser dóciles».
Y «el personaje que se resiste es el profeta Jonás», dijo el Pontífice, poniendo de relieve que él «era terco de verdad». Las lecturas bíblicas se tomaron precisamente del libro que lleva su nombre. Jonás, explicó el Papa, «tenía sus ideas, las propias ideas, y no había nadie -¡ni siquiera Dios!- que se las hiciera cambiar». En la «liturgia de ayer nos contaba cuando el Señor lo mandó a Nínive a predicar para que Nínive se convirtiese, y él se marchó hacia la parte opuesta, hacia España». Luego «el naufragio y toda esa historia que conocemos» (Jon 1, 1-2, 1.11).
«Después de esa experiencia», afirmó el Pontífice releyendo el texto litúrgico (Jon 3, 1-10), Jonás «aprende que debe obedecer al Señor: "Ponte en marcha y ve a la gran ciudad”». Jonás «obedece, va y predica, predica muy bien: la gracia de Dios está muy presente en él y la ciudad se convierte, hace penitencia, cambia de vida». Verdaderamente «hace el milagro, porque en este caso él dejó a un lado su terquedad y obedeció a la voluntad de Dios, e hizo lo que el Señor le había mandado».
«En el tercer capítulo, el que la liturgia nos propondrá mañana» (Jon 4, 1-11), continuó el Papa, «Nínive se convierte y ante esa conversión Jonás, este hombre no dócil al Espíritu de Dios, se enfada». La Escritura dice precisamente que «Jonás se disgustó y se indignó profundamente», llegando incluso a decir al Señor: «¿No lo decía yo, Señor, cuando estaba en mi tierra? Por eso intenté escapar a Tarsis, pues bien sé que eres un Dios bondadoso, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal».
Así, pues, resumió el Papa Francisco, «el primer capítulo es la resistencia a la misión que el Señor le confía: "Ponte en marcha y predica, para que se conviertan”. Y él se resiste». Luego, «el segundo capítulo es la obediencia, y cuando se obedece se hacen milagros». He aquí, entonces, la obediencia de Jonás a la voluntad de Dios y la conversión de Nínive.
Por último «el tercer capítulo: está la resistencia a la misericordia de Dios». Jonás se dirige al Señor, como si dijese: «Hice todo el trabajo de predicar, hice bien mi trabajo, ¿y tú les perdonas?». Su corazón, destacó el Papa Francisco, tiene «esa dureza que no deja entrar la misericordia de Dios: es más importante mi predicación, son más importantes mis pensamientos, es más importante toda esa lista de mandamientos que tengo que cumplir -todo, todo, todo- que la misericordia de Dios».
Y «este drama -afirmó el Pontífice- lo vivió también Jesús con los doctores de la Ley que no comprendían porqué Él no permitió que lapidasen a la mujer adúltera» y porqué «iba a cenar con los publicanos y los pecadores». El punto es que «no comprendían la misericordia». Y, así, Jonás dice: «tú eres misericordioso y compasivo», pero «no acepta».
El salmo 129 «que hoy hemos rezado -dijo también el Papa Francisco- nos sugiere esperar en el Señor "porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa”». Así, pues, volvió a decir el Papa, «donde está el Señor, está la misericordia». Y «san Ambrosio añadía: "Y donde hay rigidez están sus ministros”», refiriéndose a la «terquedad que desafía la misión, que desafía la misericordia».
«Cercanos al inicio del Año de la misericordia -exhortó el Pontífice antes de retomar la celebración- pidamos al Señor que nos haga comprender cómo es su corazón, qué significa "misericordia”, qué quiere decir cuando Él dice: "Misericordia quiero y no sacrificio”». Y «por esto -concluyó- en la oración colecta de la misa hemos rezado con esa frase tan bonita: "Derrama sobre nosotros tu misericordia”, porque sólo se comprende la misericordia de Dios cuando es derramada sobre nosotros, sobre nuestros pecados, sobre nuestras miserias».