El «único tesoro» de la Iglesia es Cristo, en consecuencia, si ésta coloca su seguridad «en otras realidades», se vuelve «tibia, mediocre y mundana». De ahí que, durante la misa del lunes 23 de noviembre, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa invitase a repetir «Ven Señor Jesús».
«Las dos lecturas de la liturgia de hoy» se apresuró a señalar Francisco refiriéndose a los pasajes del libro del profeta Daniel (Dn 1, 1-6. 8-20) y del Evangelio de san Lucas (Lc 21, 1-4) «nos hablan de personas necesitadas, especialmente en la tradición de Israel: el forastero y la viuda». Y «el tercer necesitado es un huérfano».
«Los forasteros -explicó refiriéndose a la primera lectura- eran estos jóvenes llevados a Babilonia: estaban lejos de sus tierras y habían decidido permanecer fieles a sus tradiciones, a la ley del Señor». Pero «el personaje que acapara mayor atención, en este Evangelio, es la viuda». En la Biblia, afirmó el Papa, «las viudas aparecen muchas veces, muchísimas, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo». La viuda, continuó Francisco, «es la mujer sola que no tiene marido que la proteja; la mujer que tiene que arreglárselas como puede, que vive de la caridad pública».
Concretamente, dijo el Papa, «la viuda de este pasaje del Evangelio, que Jesús nos muestra, era una viuda que tenía su única esperanza en el Señor». Y «Jesús, mientras observaba a los que echaban donativos en el templo, vio que ésta había lanzado sólo dos pequeñas monedas y dijo: "Esa pobre viuda ha echado más que todos porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad ha echado todo lo que tenía para vivir”».
«Me gusta contemplar en las viudas del Evangelio -afirmó el Papa- la imagen de "viudez” de la Iglesia que espera el regreso de Jesús». De hecho, «la Iglesia es la esposa de Jesús, pero su Señor se ha ido y su único tesoro es su Señor». Y «la Iglesia, cuando es fiel, deja todo a la espera de su Señor. Por el contrario, cuando la Iglesia no es fiel, o no es tan fiel o no tiene mucha fe en el amor de su Señor, trata de arreglárselas con otras cosas, con otras seguridades, más propias del mundo que de Dios».
«Las viudas del Evangelio -continuó el Pontífice- nos transmiten un hermoso mensaje de Jesús sobre la Iglesia». Por ejemplo, esa mujer «que salía de Naín con el ataúd de su hijo, lloraba sola». Sí, «la gente la acompañaba con mucho cariño, pero ¡su corazón estaba solo!». Es «la Iglesia viuda que llora cuando sus hijos mueren a la vida de Jesús».
También, nos encontramos con esa otra mujer «que para defender a sus hijos se presenta ante el juez injusto y le hace la vida imposible, tocándole a la puerta todos los días para decirle "¡hazme justicia!”». Y «al final» ese juez «hace justicia». Ella «es la Iglesia viuda que reza e intercede por sus hijos».
Pero «el corazón de la Iglesia está siempre con su Esposo, con Jesús. Está allá arriba. También nuestra alma, tal y como decían los padres del desierto, se asemeja mucho a la Iglesia», aclaró el Papa. Y «cuando nuestra alma, nuestra vida, está más cerca de Jesús se aleja de muchas cosas mundanas, cosas que no sirven, que no ayudan y que alejan de Jesús». Así «es nuestra Iglesia que busca a su Esposo, espera a su Esposo, espera ese encuentro, que llora por sus hijos, lucha por sus hijos, da todo lo que tiene porque su interés es sólo su Esposo».
«En estos últimos días del año litúrgico -sugirió Francisco- nos hará bien interrogarnos sobre nuestra alma: si es como esta Iglesia que quiere Jesús, si nuestra alma se dirige a su Esposo y dice: "¡Ven Señor Jesús! Ven”». Y si «dejamos de lado todas estas cosas que no sirven, que no ayudan a la fidelidad, de la misma forma que los jóvenes de la primera lectura dejaron de lado todos esos manjares que no ayudaban a su fidelidad».
«La "viudez” de la Iglesia -explicó el Papa- se refiere al hecho de que la Iglesia está esperando a Jesús, esto es una realidad: puede ser una Iglesia fiel a esta expectativa, esperando con confianza el regreso del marido o una Iglesia no fiel a esta "viudez”, que busca seguridad en otras realidades… la Iglesia tibia, la Iglesia mediocre, la Iglesia mundana». Para concluir el Papa invitó a que «pensemos también en nuestra almas ¿nuestra alma busca seguridad sólo en el Señor o busca otras seguridades que no gustan al Señor?». Así, «en estos últimos días, nos hará bien repetir este último versículo de la Biblia: "¡Ven Señor Jesús!”».