No sirve de nada autoproclamarse cristianos, porque «Dios es concreto» y la vida cristiana es la del «hacer» y no «la religión del decir». Así lo expresó el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta el 23 de febrero por la mañana, invitando a todos a realizar un examen de conciencia sobre las bienaventuranzas y en especial sobre el proprio testimonio en la familia.
«La liturgia de la Palabra de hoy nos introduce en la dialéctica evangélica entre el hacer y el decir», observó desde el inicio el Papa, refiriéndose al pasaje del libro del profeta Isaías (Is 1, 10.16-20). «El Señor llama a su pueblo a hacer: "Venid, discutamos”. Discutamos y "dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda». En resumidas cuentas «haced, haced cosas», porque «Dios es concreto».
Por otra parte, Jesús mismo dijo: «No aquellos que me dicen: "Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos: sino ¡los que han hecho!». Por lo tanto, «no aquellos que dicen» y basta, sino «quienes han hecho la voluntad del Padre». De esta forma el Papa recordó que «el Señor nos enseña el camino del hacer».
Y, añadió, «cuántas veces encontramos gente -también nosotros-, muchas veces en la Iglesia», que proclama: «¡soy muy católico!». Y te dan ganas de preguntar: «¿tú que haces?». Por ejemplo, evidenció Francisco, «muchos padres se dicen católicos, pero nunca tienen tiempo para hablar con los hijos, para jugar con los propios hijos, para escuchar a sus hijos». Quizás, prosiguió, «tienen a sus padres en una residencia de ancianos, pero siempre están ocupados y no pueden ir a visitarlos y los dejan abandonados». Pero repiten: «¡Ey, soy muy católico! Formo parte de esa asociación...».
Esta actitud, afirmó el Papa, es típica de la «religión del decir: yo digo que soy así, pero me comporto como un mundano. Como estos clérigos de los cuales hablaba Jesús».
A ellos «les gustaba exhibirse, les gustaba la vanidad, pero no la justicia; les gustaba hacerse llamar maestro; les gustaba el decir pero no el hacer».
Una realidad que se repite también en el pasaje evangélico de la liturgia, tomado del capítulo 23 de Mateo (Mt 23, 1). «Pensemos -dijo el Papa- en esas diez jóvenes que eran felices, porque esa noche tenían que ir a esperar al esposo. ¡Estaban felices! Cinco habían hecho lo que se debía hacer para esperar al esposo; las otras cinco estaban en las nubes». Y así, prosiguió, cuando «llegó el esposo les faltaba el aceite: eran necias».
«Decir y no hacer es un engaño» advirtió el Pontífice. Y «es un engaño que nos lleva precisamente a la hipocresía». Tal «como Jesús dice de estos clérigos». Pero «el Señor va más allá: ¿qué es lo que les dice que hagan a los que se acercan?».
Sus palabras son: «¡Vamos, venid y discutamos! Aun si vuestros pecados fuesen como escarlata, se volverán blancos como la nieve. Si fuesen rojos como la púrpura se volverán como lana».
De ahí que, explicó Francisco, «la misericordia del Señor está en el hacer». Tanto que a «quienes tocan a la puerta y dicen: "Pero, Señor, te acuerdas que yo he dicho...”», Él les responde: «¡No te conozco!». Sin embargo, a quienes «hacen» les dice: «Eres pecador como la escarlata, tu serás blanco como la nieve». Así, «la misericordia del Señor va al encuentro de quienes tienen el coraje de confrontarse con Él, pero confrontarse sobre la verdad, sobre las cosas que hago o las que no hago, para corregirme». Y «este es el gran amor del Señor, en esta dialéctica entre el decir y el hacer».
A continuación el Papa recalcó que «ser cristiano significa hacer: hacer la voluntad de Dios». Y «el último día -porque todos nosotros tendremos uno- ¿qué nos preguntará el Señor? Nos dirá: "¿qué habéis dicho sobre mí?”. ¡No! Nos preguntará sobre las cosas que hemos hecho». Nos preguntará, en resumen, por «las cosas concretas: "Tenía hambre y me diste de comer; tenía sed y me diste de beber; estaba enfermo y viniste a verme; estaba en la cárcel y viniste a visitarme”». Porque «esta es la vida cristiana». Por el contrario «el solo decir nos lleva a la vanidad, a ese aparentar ser cristiano. Pero no, ¡no se es cristiano así!».
Inmersos en el tiempo que nos acerca a la Pascua, «en este camino de conversión cuaresmal», Francisco propuso un examen de conciencia, sugiriendo algunas preguntas para hacerse a uno mismo: «¿Yo soy de esos que dicen tanto y no hacen nada? O ¿hago algo e intento hacer más?». El objetivo, subrayó, es «hacer la voluntad del Señor para hacer el bien a mis hermanos, a quienes están más cerca».
Como conclusión, antes de continuar con la celebración eucarística, el Papa invitó a rezar para que «el Señor nos dé esta sabiduría de entender bien dónde está la diferencia entre el decir y el hacer, nos enseñe el camino del hacer y nos ayude a ir por ese camino, porque el camino del decir nos lleva al lugar donde estaban estos doctores de la ley, estos clérigos, a los cuales les gustaba engalanarse y ser como reyezuelos». Pero «¡esta no es la realidad del Evangelio!».
Y de ahí, la oración para que «el Señor nos enseñe este camino».