Huérfanos o discípulos
Martes 19 de abril de 2016
Con la oración del Padrenuestro Jesús entrega a cada uno el certificado de paternidad: nadie es huérfano, pero existe el riesgo de llegar a serlo cerrando el corazón y no dejándonos atraer por el amor de Dios. Lo recordó Francisco en la misa celebrada el martes 19 de abril, por la mañana, en Santa Marta. Y el Papa sugirió también recurrir a una oración humilde, con espíritu de hijo: «Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, condúceme a conocer a Jesús». Precisamente para no tener la actitud de aquellos doctores de la ley que incluso ante los milagros de Jesús y su resurrección hacían de todo con tal de negar su evidencia.
Para la meditación, Francisco partió del pasaje de san Juan (Jn 10, 22-30) propuesto por la liturgia. «Jesús se confronta otra vez con los sacerdotes, los doctores de la ley», destacó de forma inmediata. Y «ellos le hicieron la pregunta: "¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente"». Por lo demás, aquellos doctores «volvían siempre al mismo tema: ¿quién eres tú? ¿Con qué autoridad haces esto?"». El Evangelio nos dice que «Jesús les respondió: "Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis"».
No creen, sin embargo «han visto muchas cosas, muchos milagros». Y es así que «cuando Jesús curó al ciego de nacimiento -en el noveno capítulo del Evangelio de Juan- hicieron todas las investigaciones posibles e inimaginables: llamaron a los padres, llamaron a los que lo conocían, lo llamaron a él, y luego otra vez…». En definitiva, «estaba claro que era un ciego de nacimiento, pero no creyeron». Y fue entonces que «Jesús dijo dos palabras sobre la ceguera espiritual: ellos, que creían poder ver, los ilustres que sabían todo -toda la ley-, no veían porque eran ellos los ciegos, los ciegos de nacimiento».
«Pero vosotros no creéis» dice Jesús a los doctores de la ley. Y explica por qué: aquí está también «la novedad de este pasaje del Evangelio» afirmó el Papa. «Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas» dice el Señor. En esencia, continuó Francisco, alguien podría pensar que «para creer debo decir "creo" y así entro a formar parte de las ovejas de Jesús». En cambio no, «es al revés: sólo aquellos que forman parte de las ovejas de Jesús pueden creer».
Lo confirman las palabras de Juan en el Evangelio: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano». Pero, dijo el Pontífice, «¿estas ovejas estudiaron para seguir a Jesús y luego creyeron? No». La respuesta definitiva la da Jesús mismo: «El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos». Es precisamente «el Padre quien le da las ovejas al pastor; es el Padre quien atrae los corazones hacia Jesús». Es el Señor quien lo confirma con claridad: «Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae».
«En cambio -puso de relieve Francisco- los doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos, pero, en realidad, eran huérfanos porque no tenían una relación con el Padre». En verdad, «hablaban de sus padres -nuestro padre Abrahán, los patriarcas- pero como figuras lejanas». Pero «en su corazón eran huérfanos, vivían en una condición de huérfanos y preferían esa condición antes de dejarse atraer por el Padre».
Estamos ante el «drama del corazón cerrado de esta gente -afirmó el Papa-: creían haber sido creados por ellos mismos porque lo sabían todo, y, por esto, su corazón era incapaz de creer, porque no se dejaban atraer por el Padre hacia Jesús y, así, no formaban parte de las ovejas de Jesús». Este «drama sigue adelante hasta el Calvario». Luego «también el día de la resurrección: cuando los soldados van a informar acerca de lo sucedido, ¿qué hacen ellos? Dan un buen consejo: "Vosotros decid que estabais dormidos y que los discípulos robaron el cuerpo"». Y «ponen la mano en el bolsillo», según «el principio de la tangente: "Tú callas y yo te pago por callar"».
Por ello «ni siquiera ante esa prueba, los testigos que habían visto la resurrección -destacó Francisco- se dejaron atraer por el Padre hacia Jesús». Por esto «no pueden creer, porque no son de las ovejas de Jesús: son huérfanos», porque «renegaron de su Padre».
Refiriéndose a la primera lectura, tomada de los Hechos de los apóstoles (Hch 11, 19-26), el Papa destacó cómo se puede reconocer «la actitud opuesta: los discípulos, después de la persecución que se había desatado en Jerusalén tras de la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y proclamaban la palabra a los judíos: algunos creían, otros no, pero la fe seguía adelante». Y «algunos de ellos comenzaron a predicar, a anunciar a Jesucristo también a los paganos, a los griegos, y esto era un cambio muy fuerte: era una transformación de su concepción del acceso a la salvación».
Por ello, continuó el Pontífice, «los discípulos que habían permanecido en Jerusalén sintieron un poco de miedo y mandaron a Bernabé a Antioquía». Y cuando Bernabé «llegó allí por la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a permanecer con corazón firme, fieles al Señor. Aceptó la novedad, porque se dejó atraer por el Padre hacia Jesús que quería esto».
«Jesús nos invita a ser sus discípulos -explicó el Papa- pero para serlo tenemos que dejarnos atraer por el Padre hacia Él».
Y «la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: "Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, condúceme a conocer a Jesús"». Y «el Padre enviará al Espíritu a abrir nuestro corazón y nos llevará hacia Jesús». En efecto, «un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive una situación de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos».
Como conclusión, Francisco sugirió dirigirse «al Padre como nos enseñó Jesús -"Padre nuestro, que estás en el cielo…"- y pedir la gracia de se atraídos hacia Jesús».