El Papa celebró esta mañana la misa en Santa Marta, en la Fiesta de la Natividad de María, la primera tras la pausa estiva.
La liturgia de hoy recoge la palabra "paz" desde la primera oración. Me llama la atención el verbo que resalta en la oración de la colecta, "para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento". "Aumentar" porque la paz es un don que tiene su camino vital y, por tanto, cada uno debe "trabajar" para hacerlo crecer. Y ese camino de santos y pecadores nos dice que también nosotros debemos tomar ese don de la paz y hacerlo caminar en nuestra vida, hacerlo entrar en nosotros, hacerlo entrar en el mundo. La paz no se hace de un día para otro; la paz es un don, pero un don que hay que tomar y trabajar cada día. Por eso, podemos decir que la paz es un don que se hace artesanal en manos de los hombres. Somos nosotros los hombres, cada día, los que damos un paso por la paz: es nuestro trabajo. Es nuestra labor con el don recibido: hacer la paz.
¿Pero cómo se puede lograr ese objetivo? En la liturgia de hoy hay otra palabra-espía que habla de "pequeñez". La de la Virgen, de quien celebramos su Natividad, y también la de Belén, tan pequeña que ni siquiera sale en los mapas. La paz es un don, es un don artesanal que debemos trabajar, todos los días, pero trabajarlo en las cosas pequeñas: en las pequeñeces diarias. No bastan los grandes manifiestos por la paz, los grandes encuentros internacionales, si luego no se hace, esa paz, en lo pequeño. Es más, puedes hablar de la paz con palabras espléndidas, dar una gran conferencia… Pero si en tu pequeñez, en tu corazón no hay paz, si en tu familia no hay paz, si en tu barrio no hay paz, si en tu puesto de trabajo no hay paz, no la habrá tampoco en el mundo. La paz es un don de Dios que nace en sitios pequeños. En un corazón, por ejemplo. O en un sueño, como le pasó a José cuando un ángel le dijo que no temiera tomar a María como esposa, porque ella traería al mundo al Emmanuel, el "Dios con nosotros". Y el Dios con nosotros es la paz.
Hay que pedir a Dios la gracia de la sabiduría de hacer la paz, en las cosas pequeñas de cada día, pero apuntando al horizonte de toda la humanidad, precisamente hoy cuando estamos viviendo una guerra y todos piden la paz. Mientras tanto, será bueno partir de esta pregunta: ¿Cómo está tu corazón, hoy? ¿Está en paz? Si no está en paz, antes de hablar de paz, pon tu corazón en paz. ¿Cómo está tu familia hoy? ¿Está en paz? Si no eres capaz de sacar adelante tu familia, tu presbiterio, tu congregación, llevarla adelante en paz, no bastan las palabras de paz para el mundo… Esta es la pregunta que quiero haceros hoy: ¿cómo está el corazón de cada uno? ¿Está en paz? ¿Cómo está la familia de cada uno? ¿Está en paz? Para llegar a un mundo en paz.