Las Escrituras nos indican tres palabras y tres lugares de referencia para el camino cristiano. La primera palabra es la memoria, y el primer lugar es Galilea. Jesús resucitado dice a los discípulos que le precedan en Galilea, que es donde tuvo lugar el primer encuentro con el Señor. Y cada uno de nosotros tiene su propia Galilea, donde Jesús se nos manifestó por primera vez, lo conocimos y tuvimos esa alegría y ese entusiasmo de seguirlo. Para ser un buen cristiano es necesario siempre tener la memoria del primer encuentro con Jesús o de los sucesivos encuentros. Es la gracia de la memoria que en el momento de la prueba me da certeza.
La segunda palabra es la oración y el segundo lugar es el Cielo. Cuando Jesús sube al Cielo no se separa de nosotros. Físicamente sí, pero siempre está vinculado a nosotros para interceder por nosotros. Muestra al Padre sus llagas, el precio que pagó por nosotros, por nuestra salvación. Así pues, debemos pedir la gracia de contemplar el Cielo, la gracia de la oración, el trato con Jesús en la oración, que en ese momento nos escucha, está con nosotros.
Y la tercera palabra es la misión y el tercer lugar es el mundo. Jesús, antes de irse -lo vimos ayer en el Evangelio de la Ascensión- dice a los discípulos: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos. Id: el sitio del cristiano es el mundo para anunciar la Palabra de Jesús, para decir que estamos salvados, que Él vino para darnos la gracia, para llevarnos a todos con Él ante el Padre.
Esta es la topografía del espíritu cristiano, los tres lugares de referencia de nuestra vida: la memoria, la oración, la misión, y las tres palabras para nuestro camino: Galilea, Cielo y mundo. Un cristiano debe moverse en esas tres dimensiones y pedir la gracia de la memoria. Decid al Señor: Que no me olvide del momento en que tú me elegiste, que no me olvide de los momentos en que nos hemos encontrado. Y luego, rezar, mirando al Cielo, porque Él está allí para interceder por nosotros. Y luego ir de misión: o sea, no quiere decir que todos deban ir al extranjero; ir en misión es vivir y dar testimonio del Evangelio, es hacer saber a la gente cómo es Jesús. Y eso, con el ejemplo y con la Palabra, porque si yo digo cómo es Jesús, cómo es la vida cristiana, pero vivo como un pagano, eso no sirve; la misión no va.
Si, en cambio, vivimos en la memoria, en la oración y en misión, la vida cristiana será hermosa y también gozosa. Y esa es la última frase que Jesús nos dice hoy en el Evangelio: el día en que viváis la vida cristiana así, se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Nadie, porque tengo la memoria del encuentro con Jesús, tengo la certeza de que Jesús está en el Cielo en este momento e intercede por mí, está conmigo, y yo rezo y tengo el valor de hablar, de salir de mí y hablar a los demás y dar testimonio con mi vida de que el Señor resucitó, está vivo. Memoria, oración, misión. Que el Señor nos dé la gracia de entender esta topografía de la vida cristiana e ir adelante con alegría, con esa alegría que nadie nos podrá quitar.