Familiaridad con el Señor
Martes 26 de septiembre de 2017
Los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra: este es el concepto de familia para Jesús, una familia más amplia que aquella en la que se viene al mundo. Es la enseñanza del Evangelio que acabamos de escuchar (cfr. Lc 8, 19-21), donde es el mismo Señor quien llama madre, hermanos y familia a los que le rodean y le escuchan en su predicación. Y esto nos lleva a pensar en el concepto de familiaridad con Dios y con Jesús, que es algo más que ser discípulos o amigos; no es una actitud formal, ni educada, ni mucho menos diplomática. Entonces, ¿qué significa esta palabra que los padres espirituales de la Iglesia han usado tanto y nos han enseñado?
Significa, ante todo, entrar en la casa de Jesús: entrar en esa atmósfera, respirar la atmósfera que hay en la casa de Jesús. Vivir ahí, contemplar, ser libres, allí. Porque los hijos son libres: los que viven en la casa del Señor son los libres, los que tienen familiaridad con Él son los libres. Los otros, usando palabras de la Biblia, son los hijos de la esclava (cfr. Ga 4, 31), digamos así, son cristianos, pero no osan acercarse, no se atreven a tener esa familiaridad con el Señor, y siempre hay una distancia que los separa del Señor.
Pero la familiaridad con Jesús, como nos enseñan los grandes Santos, significa también estar con Él, mirarlo, escuchar sus palabras, intentar practicarlas, hablar con Él. Y la palabra es oración, esa oración que se hace incluso en la calle: Señor, ¿qué piensas? Esta es la familiaridad, ¿no? Siempre. Los santos la tenían. Santa Teresa -¡es bonito!- dice que encontraba al Señor en todas partes, tenía familiaridad con el Señor en cualquier sitio, hasta entre las ollas de la cocina*; así era. ¡Familiaridad con el Señor!
Finalmente, familiaridad es permanecer en presencia de Jesús como Él mismo nos aconseja en la Última Cena (cfr. Mt 15, 4 y 9) o como nos recuerda el inicio del Evangelio, cuando Juan indica: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29.36). Y Andrés y Juan fueron tras Jesús y, como está escrito, permanecieron, se quedaron con Él todo el día (cfr. Jn 1, 39)
Así pues, esa es la actitud de la familiaridad; no la de esos cristianos buenos, pero que se mantienen a distancia de Jesús: tú ahí y yo aquí. Por tanto, demos un paso hacia esa actitud de familiaridad con el Señor. Ese cristiano con problemas, que va en el autobús, en el metro, e interiormente habla con el Señor o, al menos, sabe que el Señor lo mira, que está cerca. Esa es la familiaridad: es cercanía, es sentirse de la familia de Jesús. Pidamos esta gracia para todos: entender qué significa familiaridad con el Señor. ¡Que el Señor nos conceda esa gracia!
* "También entre los pucheros anda el Señor” (Santa Teresa de Jesús, Fundaciones 5, 8) (ndt).