En el Evangelio de hoy, San Lucas (Lc 16, 1-8) narra una historia de corrupción mediante la figura del administrador infiel que malgastaba los bienes del dueño y que, una vez descubierto, en vez de buscar un trabajo honrado, sigue robando con la complicidad de otros, hace una cordada de corrupción. ¡Son poderosos! Cuando hacen cordadas de corrupción son poderosos; llegan incluso a actitudes mafiosas. Esa es la historia. Pero no es una fábula, no es una historia que haya que buscar en los libros de historia antigua; la encontramos todos los días en los periódicos, todos los días. Esto sucede hoy también, sobre todo con los que tienen la responsabilidad de administrar los bienes del pueblo, no los bienes propios, porque este era administrador de bienes ajenos, no de los suyos: con los bienes propios nadie es corrupto, los defiende.
La consecuencia que Jesús saca de este Evangelio que los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz, son más corruptos, con una astucia incluso con cortesía, con guantes de seda. ¿Pero existe una audacia cristiana? Porque si esos son más audaces que los cristianos -no diré cristianos, porque también muchos corruptos se llaman cristianos-, si son más espabilados que los fieles a Jesús, yo me pregunto: ¿pero hay una astucia cristiana? ¿Existe una actitud para los que quieren seguir a Jesús, de modo que no acaben mal, que no se los coman vivos -como decía mi madre: comidos crudos- los demás? ¿Cuál es esa sagacidad cristiana, una astucia que no sea pecado, sino que sirva para llevarme adelante al servicio del Señor y también en ayuda de los demás? ¿Hay una astucia cristiana? Sí, hay un olfato cristiano para ir adelante sin caer en las cordadas de la corrupción, y en el Evangelio Jesús lo dice con algunas contraposiciones, cuando habla por ejemplo de los cristianos como corderos entre lobos o prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
¿Qué hacer? Hay tres actitudes: la primera es una sana desconfianza, mirar los signos de los tiempos: cuando la higuera empieza a echar hojas es que está cerca la primavera; cuando el almendro florece está cerca la primavera. Estar atentos a quien promete mucho y habla demasiado, como los que te dicen: invierte en mi banco y yo te daré el doble de interés.
La segunda actitud es la reflexión ante las seducciones del diablo. No ser precipitados en aceptar ciertas propuestas, porque el diablo siempre viene con una falsa humildad. Lo mismo le pasó a Eva: «Mira esa manzana, ¡qué buena, eh!" -"No, no puedo comerla" -"Pero si la comes serás...". Una historia que todos conocemos y que habla de la seducción del diablo. Así que hay que estar atentos y reflexionar, teniendo en cuenta que el diablo sabe por qué puerta entrar en nuestro corazón, porque conoce nuestras debilidades. Cada uno tiene la suya, y llama a esa puerta, y entra por ahí.
Y finalmente, la oración, rezar. Si se tienen esas tres actitudes, seguro que llegarás a esa sagacidad cristiana que no se deja engañar, que no compra cristalitos creyendo que son piedras preciosas. Y seremos, como dice Jesús, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
Pidamos hoy al Señor que nos dé la gracia de ser astutos, cristianos atentos, con sagacidad cristiana. Si hay algo que el cristiano no puede permitirse es ser ingenuo. Como cristianos, llevamos un tesoro dentro: el tesoro del Espíritu Santo, y debemos protegerlo. Un ingenuo se deja robar el Espíritu. Un cristiano no puede permitirse ser ingenuo. Pidamos esta gracia de la sagacidad cristiana y del olfato cristiano. Es también una buena ocasión para rezar por los corruptos. Se habla de la polución que causa contaminación, pero también hay una polución de corrupción en la sociedad. Recemos por los corruptos: pobrecillos, que encuentren la salida de esa cárcel en la que han querido entrar.