Quitar la libertad, eliminar la memoria y adoctrinar a los jóvenes: son los tres indicadores de las colonizaciones culturales e ideológicas de todos los tiempos. Así lo estamos viendo en las lecturas de esta semana, que narran la persecución del rey Antíoco Epifanes contra los Macabeos fieles a la ley de los Padres.
Lo que le pasó al pueblo de Dios sucede cada ver que surge en la Tierra una nueva dictadura cultural o ideológica, que es una colonización. Pensad en lo que hicieron las dictaduras del siglo pasado en Europa y en las escuelas de adoctrinamiento que de ahí nacieron: se quita la libertad, se "deconstruye" la historia, la memoria del pueblo, y se impone un sistema educativo a los jóvenes. ¡Todas, todas lo hicieron así! Incluso algunas con "guante blanco". No sé, un País, una Nación, por ejemplo, pide un préstamo: "te lo doy, pero tú, en las escuelas, debes enseñar esto, esto y esto", y te indican hasta los libros, libros que eliminan todo lo que Dios creó y cómo lo creó. Eliminan las diferencias, borran la historia: "desde hoy se empieza a pensar así". Y quien no piense así es dejado de lado, e incluso perseguido. Así pasó en Europa, donde los que se oponían a las dictaduras genocidas, eran perseguidos, amenazados, privados de libertad, que corresponde a otra forma de tortura. Y con la libertad, las colonizaciones ideológicas y culturales quitan también la memoria, reduciéndola a "fábulas", a "mentiras", a "cosas de viejos".
Recordad la figura de la madre de los Macabeos, de la lectura de ayer, que exhortaba a sus hijos a mantenerse firmes ante el martirio. ¡Ese papel único de la mujer en la defensa de la memoria y de las raíces históricas! Proteger la memoria: la memoria de la salvación, la memoria del pueblo de Dios, la memoria que fortalecía la fe del pueblo perseguido por esas colonizaciones ideológico-culturales. La memoria es la que nos ayuda a vencer todo sistema educativo perverso. Hay que recordar, recordar los valores, recordar la historia, recordar las cosas que hemos aprendido. Y luego, la madre. La madre que hablaba dos veces -dice el texto- "en su idioma", hablaba en dialecto. Y no hay ninguna colonización cultural que pueda vencer al dialecto.
La ternura femenina y el valor "viril" de la madre de los Macabeos, que se hace fuerte por las raíces de la lengua de los Padres, en la defensa de sus hijos y del Pueblo de Dios, nos lleva a pensar que solo la fuerza de las mujeres es capaz de resistir a una colonización cultural. Son ellas, las madres y las mujeres, las defensoras de la memoria, del dialecto, capaces de defender la historia de un pueblo y de trasmitir la fe que luego los teólogos explicarán. El pueblo de Dios salió adelante por la fuerza de tantas mujeres valientes, que supieron dar a sus hijos la fe, y solo ellas -las madres- saben trasmitir la fe en dialecto. Que el Señor nos dé siempre la gracia, en la Iglesia, de tener memoria, de no olvidar el dialecto de los padres y de tener mujeres valientes.