"Dirigirse al Señor con nuestra verdad"

Domingo, 15 de marzo de 2020

Introducción a la Misa

Este domingo de Cuaresma rezamos todos juntos por los enfermos, por los que sufren. Y hoy quiero rezar con todos ustedes una oración especial por las personas que con su trabajo garantizan el funcionamiento de la sociedad: trabajadores de farmacias, supermercados, transportes, policías… Rezamos por todos los que trabajan para que, en este momento, la vida social, la vida de la ciudad, pueda continuar.

Homilía

El Evangelio (cf. Jn 4, 5-42) nos hace conocer un diálogo, un diálogo histórico –no es una parábola, esto ha sucedido– de un encuentro de Jesús con una mujer, con una pecadora.

Es la primera vez en el Evangelio que Jesús declara su identidad. Y se la declara a una pecadora que tuvo el coraje de decirle la verdad: "Los que he tenido no han sido maridos míos" (cf. vv. 16-18). Y luego con el mismo argumento fue a anunciar a Jesús: "Venid, tal vez es el Mesías porque me dijo todo lo que he hecho" (cf. v. 29). No fue con argumentos teológicos –como quería quizás en el diálogo con Jesús: "En este monte, en el otro monte…" (cf. v. 20)– fue con su verdad. Y su verdad es lo que la santifica, la justifica, es lo que el Señor usa, su verdad, para proclamar el Evangelio: no se puede ser discípulo de Jesús sin nuestra propia verdad, lo que somos. No se puede ser discípulo de Jesús sólo con los argumentos: "En esta monte, en el otro…". Esta mujer tuvo el coraje de dialogar con Jesús –porque estos dos pueblos no dialogaban entre sí (cf. v. 9)–; tuvo el coraje de interesarse en la propuesta de Jesús, en esa agua, porque sabía que tenía sed. Tuvo el coraje de confesar sus debilidades, sus pecados; es más, tuvo el coraje de usar su propia historia como garantía de que él era un profeta. «Me dijo todo lo que hice» (v. 29).

El Señor siempre quiere un diálogo con transparencia, sin ocultar las cosas, sin dobles intenciones: "Yo soy así". Y así le hablo al Señor, como soy, con mi verdad. Y así, desde mi verdad, por el poder del Espíritu Santo, encuentro la verdad: que el Señor es el Salvador, el que vino a salvarme y a salvarnos.

Este diálogo tan transparente entre Jesús y la mujer termina con esa confesión de la realidad mesiánica de Jesús y con la conversión de ese gente [de Samaria], con ese "campo" que el Señor vio "amarillear", que vino a él porque era el tiempo de la siega (cf. v. 35).

Que el Señor nos dé la gracia de rezar siempre con la verdad, de acudir al Señor con mi verdad, no con la verdad de los demás, no con verdades destiladas en argumentos: Es verdad, he tenido cinco maridos, esta es mi verdad (cf. vv. 17-18).