Pontificia Comisión

para la Conservación del Patrimonio Artístico e Histórico

CARTA

 

A los presidentes

de las Conferencias Episcopales de Europa

Roma, 15 de junio 1991.

Prot. N. 103/91/1.

Eminencia (Excelencia) reverendísima:

En la primera carta Circular que esta Pontificia Comisión se creyó en el deber de enviar, el 10 de abril de 1989, a los Emmos. (Excmos.) Presidentes de las Conferencias Episcopales, se subrayaba ya cómo la Const. Apost."Pastor Bonus", del 28 de junio de 1988, encargaba al nuevo Organismo expresamente creado -esta Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Artístico e Histórico de la Iglesia- un exquisito cuidado sobre la custodia, conservación, y oportuna selección y exposición de museos de los patrimonios históricos y artísticos de la Iglesia; así como el empeño constante en promover la conciencia del Pueblo de Dios sobre el valor y función de estos Patrimonios que hay que conservar (cf. Const. Apost. "Pastor Bonus", arts. 101 y .103).

Para cumplir estos encargos, siento ahora el deber de dirgirme a Vuestra Eminencia (Excelencia), y, por su medio, a la Conferencia Episcopal, para señalar y, subrayar el hecho, sobre el que todos estamos ya advertidos y atentos, y que, para los patrimonios artísticos e históricos de las Iglesias de Europa, podrá significar una fecha importante y -según nuestro empeño común- positiva o negativa. Me refiero a la ya no lejana apertura de las fronteras internas comunitarias, que es uno de los objetivos fijados a los que la Comunidad Europea llegará con el comienzo del año 1993, según el Acuerdo de Schengen, del 14 de junio de 1985 y la Convención de aplicación del mismo Acuerdo (en particular en relación con la libre circulación de personas y mercancías), firmada el 19 de junio de 1990.  Estos objetivos se han visto madurados también por el "Libro blanco sobre el cumplimiento del mercado interior", aprobado por el Consejo Europeo el 28-29 de junio de 1985, y el Acta Única Europea del 1 de julio de 1987.

El valor de tal acta política es ciertamente positivo en las intenciones y en los deseos: hacer a Europa más "casa común" para todos, en estos tiempos en que la conciencia planetaria y los cambios de condiciones del Este europeo, descubren más las raíces comunes, las afinidades culturales y las posibilidades abiertas para una nueva aportación de los pueblos europeos -sí se unen entre sí- a la humanidad toda.

En esta línea de posibilidades, llegamos a apenas a adivinar qué factor incalculable de promoción cultural y de contribución a la unidad de los espíritus sea y pueda ser (junto al encuentro de las lenguas, al mutuo conocimiento de las culturas, a la posibilidad de servirse de las respectivas escuelas y de la reciprocidad de los maestros) el estímulo creativo que podría nacer del conocimiento y de la admiración más profunda de las respectivas obras de arte, conocidas en su propio lugar o teniendo en cuenta las eventuales muestras, preparadas por iniciativas específicas, o divulgadas en publicaciones apropiadas.

Por todo ello, es preciso que no nos dejemos sorprender sin preparamos; sería una desatención a los signos de los tiempos y una omisión de aquella "nueva evangelizaición" a la que el Santo Padre, desde hace un tiempo, llama primariamente a todas las Iglesias de Europa.

En relación con los patrimonios artísticos e históricos de nuestras Iglesias, venerables de historia y enriquecidas de arte, es extremadamente nécesario:

* * *

Pero debo recordar, como posible aspecto negativo, el peligro que, aumentando el riesgo que todos hemos experimentado en estos últimos decenios, pudiera suponer esa apertura de fronteras europeas para los patrimonios de arte, y para los documentos de historia de las Iglesias de Europa.

A la vista de todos está, en todas las Naciones europeas, el fenómeno del crecimiento de los robos de obras de arte y de los objetos litúrgicos, así como de la sustracción de libros y documentos, que han sufrido las Iglesias y las propiedades eclesiásticas. Al respeto que rodeaba los objetos sagrados, de culto y de cultura, que todos consideraban como propios, porque eran de toda la comunidad, parece que ha sustituido, en algunos, la moda de llevar a las casas privadas los patrimonios de arte de las Iglesias, convirtiendo los propios salones en pequeñas pinacotecas o incluo en museos litúrgicos y muestras de antigüedades.

A este despojo ha contribuido, no pocas veces, la incompetencia de guien, bajo pretexto de renovación conciliar, ha dejado perder abusivamente valiosas obras de arte o vendido objetos preciosos. Pero con mayor frecuencia la causa ha sido el robo calculado, incluso con comisión, con una estrategia que demuestra cómo han existido auténticos planes para llevar, esconder y vender.

A agravar este estado de cosas ha venido  a sumarse la disminución de sacerdotes, cuya presencia garantizaba una eficaz responsabilidad y vigilancia en las iglesias, así como también el aumento de las cargas económicas, que no permite el asumir guardianes fijos en tantas iglesias de las ciudades y del campo.

No han faltado frecuentes llamadas autorizadas, dirigidas a hacer frente al fenómeno. Recuerdo en particular: la Const. Apost. "Sacrosanctum concilium" (cf. ~ap. VIII, n. 123 y 126); la Carta Circular de la Congregación para el Clero, del 11 de abril de 1971.

Pero el hecho nuevo de la próxima supresión de las "barreras de protección", por así decirlo, entre los Países europeos, pudiera agravar más las cosas, permitiendo el fácil transporte y una consiguiente dispersión incontrolable de los patrimonios de arte de una Nación a otra, multiplicando los "apetitos" de privados y de agencias sin escrúpulos, y haciendo así irrecuperables los bienes transportados.

Esta circunstancia y estas previsiones piden una intensificación de nuestra responsabilidad, es más, una suma diligencia por nuestra parte.

1. Que se realice finalmente, donde todavía no se haya realizado debidamente, en todas las Diócesis, en cada una de sus comunidades parroquiales o religiosas, y en sus diversos Organismos, el inventario de todos y cada uno de los patrimonios de arte y de historia, con la adecuada documentación didascálica y fotográfica, de modo que puedan ser inequívocamente identificables.

2. Que se actúe más decididamente, con directrices muy actualizadas y oportunas, en la custodia de esos patrimonios, en sus propios locales, garantizando los correspondientes sistemas de vigilancia y protección.

3. Que, donde no está garantizada esta protección, se tomen oportunas decisiones de "recogida" de estos patrimonios en lugares más seguros y vigilados, que den a los mismos propietarios una seguridad mayor de custodia responsable.

4. Que se vigile sobre el estado de los Archivos históricos. Los modernos instrumentos de computerización permtien utilizar ficheros de muy fácil consulta, sin exponer a continuos riesgos los originales, los cuales, salvada siempre la respectiva propiedad de pertenencia, pueden ser colocados en el Archivo diocesano, o en Archivos zonales más custodiados y menos expuestos a cambios de responsabilidad.

5. Pudiera pensarse en una información periódica recíproca entre las Conferencias Episcopales de las Iglesias da Europa, para una recuperación, con la documentación debida, de los eventuales robos sufridos, para faciliar la rehabilitación de los patrimonios disminuidos, sirviéndose incluso del auxilio de la vigilancia de las Autoridades gubernativas, con las que podrían establecerse oportunos acuerdos.

He recibido documentación de algunos Excmos. Obispos y Conferencias Episcopales, como normas directivas episcopales, directorios de normas diocesanas, actuaciones colegiales de las Conferencias Episcopales, etc..., todo ello dirigido a llevar adelante la obra de salvación, custodia, catalogación y disfrute, como una conciencia que se está creando en relación con los patrimonios de arte y de historia de las respectivas Iglesias, Artes sagradas, Archivos y Bibliotecas eclesiásticas.

A esta nuestra Comisión resulta muy útil el conocimiento de esta documentación, porque así se favorece la comparación de experiencias y, como consecuencia, la información de normas a cuantos la piden.

Estaré muy agradecido si esa Conferencia Episcopal nos quisiese enviar todo lo que hubiese editado y experimentado en el tema, tanto en el territorio en general, como en cada Diócesis.

* * *

Al señalar el hecho inminente de la "apertura de las fronteras" y las consecuencias, positivas o negativas, que pudieran derivarse para los patrimonios eclesiásticos, artísticos o históricos -verdaderos Bienes nuestros culturales y pastorales- siento también el deber de asegurar a Vuestra Eminencia (Excelencia) el interés del Santo Padre Juan Pablo II por todas estas cuestiones que se refieren a los Bienes Culturales Eclesiásticos: el tema de la vigilancia; de la animación para nuevos patrimonios de arte, especialmente en los edificios sagrados; de la preparación de futuros especialistas en el sector, que podrá servirse de la próxima apertura, en Roma, de una Escuela especial; de la armonía con la liturgia que presenten las obras de arte que se producen; del servicio eclesial al arte y a los artistas con una labor de nueva evangelización que los acerque a las fuentes del pensamiento cristiano; etc...

Con la intención de actuar con suma diligencia hacia estos deberes, he creído oportuno dirigirme a los Hermanos Obispos de Europa, para que nuestra común responsabilidad se vea animada por los sucesos inmediatos futuros, y podamos ayudarnos mutuamente en el respectivo ministerio.

Me sentiré gozoso de recibir información y sugerencias en torno a los problemas que he señalado, a las que prestaré la debida atención, informando detalladamente al Santo Padre.

Aprovecho esta circunstancia para expresar a Vuestra Eminencia (Excelencia) y a los Excmos. Prelados de la Conferencia Episcopal, mis sentimientos de hermano, mientras me profeso de Vuestra Eminencia (Excelencia) Reverendísima devotisimo en Jesucristo

+  Francesco MARCHISANO, Segretario

Paolo RABITTI, Sotto-Segretarzo

señalado, a las que pres