Antología de Textos

OFRECIMIENTO DE OBRAS

1. San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a ofrecer su día a Dios. Recomendaba a los corintios: Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis alguna otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios (1Co 10, 31). Y a los colosenses: Y todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por Él (Col 3, 17).
2. En este ofrecimiento matutino alertamos nuestro espíritu de servicio, previniéndolo contra los riesgos de la soberbia, de la comodidad y de la irresponsabilidad.
"Renovad cada mañana, con un serviam! decidido -¡te serviré, Señor!-, el propósito de no ceder, de no caer en la pereza o en la desidia, de afrontar los quehaceres con más esperanza, con más optimismo, bien persuadidos de que si en alguna escaramuza salimos vencidos podremos superar ese bache con un acto de amor sincero" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Amigos de Dios, 217).
Aunque, en principio, no hay que adaptarse a una fórmula concreta, es conveniente tener un modo habitual de hacer esta práctica de piedad, tan útil para que marche bien toda la jornada. Puede hacerse, por ejemplo signándose simplemente con la señal de la cruz. Otros recitan una lección aprendida de pequeños... o de mayores. Es muy conocida por muchos esta plegaria a la Virgen, que sirve a la vez de ofrecimiento de obras y de consagración personal diaria a Ella:
¡Oh Señora mía!
¡Oh Madre mía!
Yo me ofrezco del todo a Vos,
y en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
¡Oh Madre de bondad!,
guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
3. Aparte del ofrecimiento de obras, cada cual verá lo que estima oportuno añadir a sus preces matutinas: alguna oración más a la Virgen, a San José, al Ángel de la Guarda. Es un momento también oportuno para traer a la memoria los propósitos de lucha que se concretaron en el examen de conciencia del día anterior, renovando el deseo y pidiendo a Dios la gracia para cumplirlos.

Capítulo único

3713 Se levantan antes del día o al rayar el alba, pero no se envuelven enseguida en los cuidados familiares y demás menesteres de este mundo. Van antes al templo para consagrar en la divina presencia las primicias de sus acciones y trabajos (CASIANO, Colaciones, 21).

3714 ¿Y que aire acerca de las primicias? ¿No es notorio que todos los fieles siervos de Cristo las ofrecen todos los días? Porque apenas despertar, antes de enfrentarse de nuevo con el trasiego de la vida, antes de concebir en su corazón cualquier impresión, antes incluso de acordarse del cuidado de sus intereses familiares, consagran al Señor el nacimiento y principio de sus pensamientos (CASIANO, Colaciones, 21).

3715 Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechas en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cfr. 1P 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor (CONC. VAT.II, Const. Lumen gentium, 34).

3716 El Señor no mira tanto la cantidad que se le ofrece, como el amor que se pone en la ofrenda (SAN JUAN CRISÓSTOMO), en Catena Aurea, vol. VI, p. 393).

3717 Primeramente debe ofrecerse uno a si mismo por perpetuo esclavo suyo, resignándose y poniéndose en sus manos para que haga de el todo lo que quisiere en tiempo y en eternidad, y ofrecer juntamente todas sus palabras, obras, pensamientos y trabajos, que es todo lo que hiciere y padeciere, para que todo sea gloria y honra de su santo nombre (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 1, 10).

3718 Al elevar todo ese quehacer a Dios, la criatura diviniza el mundo. ;He hablado tantas veces del mito del rey Midas, que convertía en oro cuanto tocaba! En oro de méritos sobrenaturales podemos convertir todo lo que tocamos, a pesar de nuestros personales errores (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 308).

3719 Lo que se hace por Dios, se ofrece a Dios y El lo recibe; lo que se hace por los hombres, se convierte en aire (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 338).

3720 Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor sin sufrir de El repulsa (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 18).