Antología de Textos
PERDON DE LOS PECADOS
1. De la misma forma que en la vida humana el hombre puede enfermar y hasta morir, de modo semejante, en la vida del alma, puede darse la enfermedad y hasta la muerte. Y Dios, en su infinito amor hacia los hombres, ha querido que dispongamos también de una medicina que no solo puede sanar el alma enferma, sino hasta devolverle la vida.
Una de las constantes que aparecen en el Evangelio es la misericordia de Jesús para con los pecadores: les recibe, les atiende, se deja invitar por ellos, les comprende, les perdona sus pecados. A veces los fariseos le critican por esto, pero Él los rechaza diciéndoles que no necesitan médico los sanos sino los enfermos, y que el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10).
Las palabras de Jesucristo: tus pecados te son perdonados (Lc 5, 23), vete y no peques más, yo tampoco te condeno (Jn 8, 11) y otras parecidas fueron dichas por el Señor a María Magdalena (Lc 4, 7-48), a la samaritana (Jn 4, 4-22), a Zaqueo (Lc 19, 1-10), a la mujer adúltera (Jn 8, 3-11), al paralítico de Cafarnaúm (Lc 5, 17), etc.
La ofensa ha de ser perdonada por aquel que ha sido ofendido. El pecado, ofensa a Dios, solamente puede ser perdonado por el mismo Dios. Así se lo hicieron notar en alguna ocasión los fariseos a Jesucristo: ¿ Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios? El Señor no rechazó el argumento, pero se sirvió de él para demostrarles que Él tenía ese poder precisamente porque era Dios (Lc 5, 18-25).
2. La inmensidad del beneficio que nos hizo el Señor al instituir el Sacramento del perdón de los pecados se desprende:
a) De la grandeza del poder otorgado a los Apóstoles. Jamás se había oído decir en el mundo que alguien se hubiese arrogado tal poder, como lo hicieron notar los fariseos al Señor (Mc 2, 7).
b) De la universalidad del poder otorgado. Ningún pecado queda exceptuado, pudiendo el mismo Judas haber sido perdonado. El confesor no vacila nunca ante la gravedad de los pecados que le son expuestos; teme tan solo ante la insuficiencia de las disposiciones. En un alma manchada con los pecados más graves, la humildad puede servir de base al edificio de la propia santidad. c) De la facilidad con que se obtiene el perdón. Si el Señor hubiese confiado tan solo a un representante suyo el ministerio de la reconciliación, acudirían a él de todas las partes del mundo y millones de almas buscarían en él la seguridad del perdón. Y esto no dejaría de ser un gran beneficio. Sin embargo, el Señor quiso que dicho ministerio fuese confiado a todos los sacerdotes del mundo. Hizo asequibles a todos las fuentes del perdón.
3. El poder de perdonar los pecados fue transmitido por el Señor a su Iglesia, para que ella, por medio de sus ministros, lo pudiese ejercer hasta el fin de los tiempos. La tarde del primer día de la semana, estando los discípulos cerradas las puertas por temor a los judíos, vino Jesús... Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió el Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid al Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados, a quienes se los retuviereis les serán retenidas (Jn 20, 19-23). Con estas palabras, Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados hasta el fin de los tiempos.
Citas de la Sagrada Escritura
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban sentados allí algunos escribas, que pensaban entre si: ¿Cómo habla así éste? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Y luego, conociendo Jesús con su espíritu que así discurrían en su interior, les dice: ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y vete? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –se dirige al paralítico–, yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El se levantó y, tomando luego la camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios diciendo: Jamás hemos visto cosa tal. Mc 2, 5-12
Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid al Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuviereis, les serán retenidos. Jn 20, 21-23
Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estarla en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. 1Jn 1, 8-9
Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados? Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz. Lc 7, 47-50
Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. Mt 26, 27-28
¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, y la oración de la fe salvara al enfermo, y el Señor le hará levantarse y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados. St 5, 14-15
Dios está siempre dispuesto a perdonar
4167 No dudéis del perdón, pues, por grandes que sean vuestras culpas, la magnitud de su misericordia perdonará, sin duda, la enormidad de vuestros muchos pecados (SAN JERÓNIMO, Coment. sobre el profeta Joel).
4168 Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 64).
4169 La omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo es perdonar libremente (SANTO TOMÁS, S.Th. I, q. 25, a. 3 ad 3).
4170 La Santa Iglesia es comparada a una red de pescar [...]. Congrega toda clase de peces, porque brinda el perdón de los pecados a los sabios e ignorantes, a los libres y a los esclavos, a los ricos y a los pobres, a los fuertes y a los débiles (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 11 sobre los Evang.).
4171 Con su Pasión, Nuestro Señor nos libró de los pecados casualmente, es decir, instituyendo un procedimiento para liberarnos de nuestras miserias. Algo así como si un médico preparase una medicina con la que pueden curarse todas las enfermedades (SANTO TOMÁS, S.Th. III, q. 48, a. 1 ad 2).
Perdón y arrepentimiento
4172 La Iglesia, pues, nada puede perdonar sin Cristo, y Cristo nada quiere perdonar sin la Iglesia. La Iglesia solamente puede perdonar al que se arrepiente, es decir, a aquel a quien Cristo ha tocado ya con su gracia. Y Cristo no quiere perdonar ninguna clase de pecados a quien desprecia a la Iglesia (BEATO ISAAC, Sermón 11).
4173 (Judas) si hubiese orado en nombre de Cristo, habría pedido perdón; si hubiera pedido perdón, habría tenido esperanza; si hubiera tenido esperanza, habría esperado misericordia; si hubiera esperado misericordia, no se habría ahorcado desesperado (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 108).
4174 Sin estas palabras: Padre, he pecado, el hombre no puede entrar verdaderamente en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo, para sacar de ella los frutos de la redención y de la gracia
Estas son palabras clave. Evidencian sobre todo la gran apertura interior del hombre hacia Dios: "Padre, he pecado contra Ti". Si es verdad que el pecado, en cierto sentido, cierra al hombre por lo que se refiere a Dios, al contrario, la confesión de los pecados abre a la conciencia del hombre toda la grandeza y la majestad de Dios, y sobre todo su paternidad. El hombre permanece cerrado en relación con Dios mientras falten en sus labios las palabras: Padre he pecado y sobre todo mientras falten en su conciencia, en su " corazón "
Convertirse a Cristo, experimentar la potencia interior de su cruz y de su resurrección, experimentar la plena verdad de la humana existencia en Él, "en Cristo", sólo es posible con la fuerza de estas palabras: Padre, he pecado. Y sólo al precio de ellas [...] (JUAN PABLO II, Angelus, 16-III-1980).
Confianza en la misericordia divina
4175 Si el ladrón obtuvo la gracia del paraíso, ¿por qué el cristiano no ha de obtener el perdón? (SAN MÁXIMO DE TURIN, Sermón 53).
4176 El nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar a su palabra, ya que, al enseñarnos a pedir que sean perdonados nuestras ofensas y pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en consecuencia, su perdón (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración, 18).
4177 Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria definitiva (SAN CESAREO DE ARLÉS, Sermón 25).
4178 Consideremos cuán grandes son las entrañas de su misericordia, que no sólo nos perdona nuestras culpas, sino que promete el reino celestial a los que se arrepienten después de ellas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 19 sobre los Evang.).
4179 ...Porque ellos serán consolados. Y aun cuando sea suficiente disfrutar de su perdón, no termina la retribución en el perdón de los pecados, sino que los hace participes de muchos consuelos, tanto para la vida presente como para la futura. El Señor da siempre más retribuciones que trabajos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 15).
Perdón y purificación
4180 Al renovarnos por el perdón de nuestros pecados, nos da un nuevo ser, un alma como de niños, ya que nos crea de nuevo (BERNABÉ, Carta 5).
4181 Aquel a quien se le perdonan los pecados queda más blanco que la nieve. Por esto dice el Señor por boca de Isaías: Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve (SAN AMBROSIO, Trat. sobre los misterios cristianos).