Encuentro con los educadores catуlicos
Jueves 17 de abril de 2008
Salуn de Conferencias de la Universidad Catуlica de Amйrica, Washington, D.C.
Queridos Cardenales,
Queridos Hermanos Obispos,
Ilustres Profesores, Docentes y Educadores:
"ЎQuй hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!" (Rm 10, 15). Con estas palabras de Isaнas, citadas por san Pablo, saludo calurosamente a cada uno de ustedes, portadores de sabidurнa, y a travйs de ustedes a todo el personal, a los estudiantes y las familias de las muchas y variadas instituciones formativas que ustedes representan. Es un verdadero placer encontrarme con ustedes y compartir algunas reflexiones sobre la naturaleza y la identidad de la educaciуn catуlica hoy. En particular, deseo dar las gracias al P. Davide O'Connell, Presidente y Rector de la Catholic University of America. Querido Presidente, he apreciado mucho sus amables palabras de bienvenida. Le ruego que transmita mi cordial gratitud a toda la comunidad de esta Universidad, a las Facultades, al personal y a los estudiantes.
El deber educativo es parte integrante de la misiуn que la Iglesia tiene de proclamar la Buena Noticia. En primer lugar, y sobre todo, cada instituciуn educativa catуlica es un lugar para encontrar a Dios vivo, el cual revela en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y su verdad (cf. Spe salvi, 4). Esta relaciуn suscita el deseo de crecer en el conocimiento y en la comprensiуn de Cristo y de su enseсanza. De este modo, quienes lo encuentran se ven impulsados por la fuerza del Evangelio a llevar una nueva vida marcada por todo lo que es bello, bueno y verdadero; una vida de testimonio cristiano alimentada y fortalecida en la comunidad de los discнpulos de Nuestro Seсor, la Iglesia.
La dinбmica entre encuentro personal, conocimiento y testimonio cristiano es parte integrante de la diakonia de la verdad que la Iglesia ejerce en medio de la humanidad. La revelaciуn de Dios ofrece a cada generaciуn la posibilidad de descubrir la verdad ъltima sobre la propia vida y sobre el fin de la historia. Este deber jamбs es fбcil: implica a toda la comunidad cristiana y motiva a cada generaciуn de educadores cristianos a garantizar que el poder de la verdad de Dios impregne todas las dimensiones de las instituciones a las que sirven. De este modo, la Buena Noticia de Cristo puede actuar, guiando tanto al docente como al estudiante hacia la verdad objetiva que, trascendiendo lo particular y lo subjetivo, apunta a lo universal y a lo absoluto, que nos capacita para proclamar con confianza la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5, 5). Frente a los conflictos personales, la confusiуn moral y la fragmentaciуn del conocimiento, los nobles fines de la formaciуn acadйmica y de la educaciуn, fundados en la unidad de la verdad y en el servicio a la persona y a la comunidad, son un poderoso instrumento especial de esperanza.
Queridos amigos, la historia de esta Naciуn ofrece numerosos ejemplos del compromiso de la Iglesia en este бmbito. De hecho, la comunidad catуlica en este Paнs ha hecho de la educaciуn una de sus prioridades mбs importantes. Esta empresa no se ha llevado a cabo sin grandes sacrificios. Figuras eminentes como Santa Elizabeth Ann Seton y otros fundadores y fundadoras, con gran tenacidad y clarividencia, han impulsado la instituciуn de lo que hoy es una considerable red de escuelas parroquiales, que contribuyen al bienestar de la Iglesia y de la Naciуn. Algunos, como Santa Katherine Drexel, dedicaron su vida a la educaciуn de los que otros habнan descuidado, en su caso, de los Afroamericanos y Americanos indнgenas. Innumerables hermanas, hermanos y sacerdotes de congregaciones religiosas, junto con padres altruistas, han ayudado a travйs de las Escuelas catуlicas, a generaciones de inmigrantes a salir de la miseria y a situarse en la sociedad actual.
Este sacrificio continъa todavнa hoy. Es un excelente apostolado de la esperanza procurar hacerse cargo de las necesidades materiales, intelectuales y espirituales de mбs de tres millones de muchachos y estudiantes. Esto ofrece a toda la comunidad catуlica una oportunidad altamente encomiable de contribuir generosamente a las necesidades econуmicas de nuestras instituciones. Hay que garantizar que puedan mantenerse a largo plazo. En efecto, se ha de hacer todo lo posible, en estrecha colaboraciуn con la comunidad, para asegurar que sean accesibles a personas de cualquier estrato social y econуmico. A ningъn niсo o niсa debe ser negado el derecho de una educaciуn en la fe, que a su vez nutre el espнritu de la Naciуn.
Algunos cuestionan hoy el compromiso de la Iglesia en la educaciуn, preguntбndose si estos recursos no se podrнan emplear mejor de otra manera. Ciertamente, en una naciуn como йsta, el Estado ofrece amplias oportunidades para la educaciуn y atrae hacia esta honrada profesiуn a hombres y mujeres comprometidos y generosos. Es oportuno, pues, reflexionar sobre lo especнfico de nuestras instituciones catуlicas. їCуmo pueden йstas contribuir al bien de la sociedad a travйs de la misiуn primaria de la Iglesia que es la de evangelizar?
Todas las actividades de la Iglesia nacen de su conciencia de ser portadora de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo: en su bondad y sabidurнa, Dios ha elegido revelarse a sн mismo y dar a conocer el propуsito escondido de su voluntad (cf. Ef 1, 9; Dei verbum, 2). El deseo de Dios de darse a conocer y el innato deseo de cada ser humano de conocer la verdad constituyen el contexto de la bъsqueda humana sobre el significado de la vida. Este encuentro ъnico estб sostenido por la comunidad cristiana: quien busca la verdad se transforma en uno que vive de fe (cf. Fides et Ratio, 31). Esto puede ser descrito como un movimiento del "yo" al "nosotros", que lleva al individuo a formar parte del Pueblo de Dios.
La misma dinбmica de identidad comunitaria -їa quiйn pertenezco?- vivifica el ethos de nuestras instituciones catуlicas. La identidad de una Universidad o de una Escuela catуlica no es simplemente una cuestiуn del nъmero de los estudiantes catуlicos. Es una cuestiуn de convicciуn: їcreemos realmente que sуlo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece verdaderamente el misterio del hombre (cf. Gaudium et spes, 22)? їEstamos realmente dispuestos a confiar todo nuestro yo, inteligencia y voluntad, mente y corazуn, a Dios? їAceptamos la verdad que Cristo revela? En nuestras universidades y escuelas їes "tangible" la fe? їSe expresa fйrvidamente en la liturgia, en los sacramentos, por medio de la oraciуn, los actos de caridad, la solicitud por la justicia y el respeto por la creaciуn de Dios? Solamente de este modo damos realmente testimonio sobre el sentido de quiйnes somos y de lo que sostenemos.
Desde esta perspectiva se puede reconocer que la "crisis de verdad" contemporбnea estб radicada en una "crisis de fe". Ъnicamente mediante la fe podemos dar libremente nuestro asentimiento al testimonio de Dios y reconocerlo como el garante trascendente de la verdad que йl revela. Una vez mбs, vemos por quй el promover la intimidad personal con Jesucristo y el testimonio comunitario de su verdad que es amor, es indispensable en las instituciones formativas catуlicas. De hecho, todos vemos y observamos con preocupaciуn la dificultad o la repulsa que muchas personas tienen hoy para entregarse a sн mismas a Dios. Йste es un fenуmeno complejo sobre el que reflexiono continuamente. Mientras hemos buscado diligentemente atraer la inteligencia de nuestros jуvenes, quizбs hemos descuidado su voluntad. Como consecuencia, observamos preocupados que la nociуn de libertad se ha distorsionado. La libertad no es la facultad para desentenderse de; es la facultad de comprometerse con, una participaciуn en el Ser mismo. Como resultado, la libertad autйntica jamбs puede ser alcanzada alejбndose de Dios. Una opciуn similar significarнa al final descuidar la genuina verdad que necesitamos para comprendernos a nosotros mismos. Por eso, suscitar entre los jуvenes el deseo de un acto de fe, animбndolos a comprometerse con la vida eclesial que nace de este acto de fe, es una responsabilidad particular de cada uno de ustedes, y de sus colegas. Asн es como la libertad alcanza la certeza de la verdad. Eligiendo vivir de acuerdo a esta verdad, abrazamos la plenitud de la vida de fe que se nos da en la Iglesia.
Asн pues, estб claro que la identidad catуlica no depende de las estadнsticas. Tampoco se la puede equiparar simplemente con la ortodoxia del contenido de los cursos. Esto exige e inspira mucho mбs, a saber, que cualquier aspecto de vuestras comunidades de estudio se refleje en una vida eclesial de fe. La verdad solamente puede encarnarse en la fe y la razуn autйnticamente humana, hacerse capaz de dirigir la voluntad a travйs del camino de la libertad (cf. Spe salvi, 23). De este modo nuestras instituciones ofrecen una contribuciуn vital a la misiуn de la Iglesia y sirven eficazmente a la sociedad. Han de ser lugares en los que se reconoce la presencia activa de Dios en los asuntos humanos y cada joven descubre la alegrнa de entrar en "el ser para los otros" de Cristo (cf. ibid., 28).
La misiуn, primaria en la Iglesia, de evangelizar, en la que las instituciones educativas juegan un papel crucial, estб en consonancia con la aspiraciуn fundamental de la naciуn de desarrollar una sociedad verdaderamente digna de la dignidad de la persona humana. A veces, sin embargo, se cuestiona el valor de la contribuciуn de la Iglesia al forum pъblico. Por esto es importante recordar que la verdad de la fe y la de la razуn nunca se contradicen (cf. Concilio Ecumйnico Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius sobre la fe catуlica, IV: DS 3017; S. Agustнn, Contra Academicos, III, 20, 43). La misiуn de la Iglesia, de hecho, la compromete en la lucha que la humanidad mantiene por alcanzar la verdad. Al exponer la verdad revelada, la Iglesia sirve a todos los miembros de la sociedad purificando la razуn, asegurando que йsta permanezca abierta a la consideraciуn de las verdades ъltimas. Recurriendo a la sabidurнa divina, proyecta luz sobre el fundamento de la moralidad y de la йtica humana, y recuerda a todos los grupos sociales que no es la praxis la que crea la verdad, sino que es la verdad la que debe servir de cimiento a la praxis. Lejos de amenazar la tolerancia de la legнtima diversidad, una contribuciуn asн ilumina la autйntica verdad que hace posible el consenso, y ayuda a que el debate pъblico se mantenga razonable, honesto y responsable. De igual modo, la Iglesia jamбs se cansa de sostener las categorнas morales esenciales de lo justo y lo injusto, sin las cuales la esperanza acaba marchitбndose, dando lugar a frнos cбlculos de pragmбtica utilidad, que reducen la persona a poco mбs que a un peуn de un ajedrez ideolуgico.
Respecto al forum educativo, la diakonнa de la verdad adquiere un alto significado en las sociedades en las que la ideologнa secularista introduce una cuсa entre verdad y fe. Esta divisiуn ha llevado a la tendencia de equiparar verdad y conocimiento y a adoptar una mentalidad positivista que, rechazando la metafнsica, niega los fundamentos de la fe y rechaza la necesidad de una visiуn moral. Verdad significa mбs que conocimiento: conocer la verdad nos lleva a descubrir el bien. La verdad se dirige al individuo en su totalidad, invitбndonos a responder con todo nuestro ser. Esta visiуn optimista estб fundada en nuestra fe cristiana, ya que en esta fe se ofrece la visiуn del Logos, la Razуn creadora de Dios, que en la Encarnaciуn se ha revelado como divinidad ella misma. Lejos de ser solamente una comunicaciуn de datos fбcticos, "informativa", la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es "performativa" (cf. Spe salvi, 2). Con confianza, los educadores cristianos pueden liberar a los jуvenes de los lнmites del positivismo y despertar su receptividad con respecto a la verdad, a Dios y a su bondad. De este modo, ustedes ayudarбn tambiйn a formar su conciencia que, enriquecida por la fe, abre un camino seguro hacia la paz interior y el respeto a los otros.
No sorprende, pues, que no sean precisamente nuestras propias comunidades eclesiales, sino la sociedad en general, la que espere mucho de los educadores catуlicos. Esto entraсa para ustedes una responsabilidad y les ofrece una oportunidad. Cada vez son mбs, especialmente entre los padres, los que reconocen la necesidad de algo excelso en la formaciуn humana de sus hijos. Como Madre y Maestra, la Iglesia comparte su preocupaciуn. Cuando no se reconoce como definitivo nada que sobrepase al individuo, el criterio ъltimo de juicio acaba siendo el yo y la satisfacciуn de los propios deseos inmediatos. La objetividad y la perspectiva, que derivan solamente del reconocimiento de la esencial dimensiуn trascendente de la persona humana, pueden acabar perdiйndose. En este horizonte relativista, los fines de la educaciуn terminan inevitablemente por reducirse. Se produce lentamente un descenso de los niveles. Hoy notamos una cierta timidez ante la categorнa del bien y una bъsqueda ansiosa de las novedades del momento como realizaciуn de la libertad. Somos testigos de cуmo se ha asumido que cualquier experiencia vale lo mismo y cуmo se rechaza admitir imperfecciones y errores. Es especialmente inquietante la reducciуn de la preciosa y delicada бrea de la educaciуn sexual a la gestiуn del "riesgo", sin referencia alguna a la belleza del amor conyugal.
їCуmo pueden responder los educadores cristianos? Estos peligrosos datos manifiestan lo urgente que es lo que podrнamos llamar "caridad intelectual". Este aspecto de la caridad invita al educador a reconocer que la profunda responsabilidad de llevar a los jуvenes a la verdad no es mбs que un acto de amor. De hecho, la dignidad de la educaciуn reside en la promociуn de la verdadera perfecciуn y la alegrнa de los que han de ser formados. En la prбctica, la "caridad intelectual" defiende la unidad esencial del conocimiento frente a la fragmentaciуn que surge cuando la razуn se aparta de la bъsqueda de la verdad. Esto lleva a los jуvenes a la profunda satisfacciуn de ejercer la libertad respecto a la verdad, y esto impulsa a formular la relaciуn entre la fe y los diversos aspectos de la vida familiar y civil. Una vez que se ha despertado la pasiуn por la plenitud y unidad de la verdad, los jуvenes estarбn seguramente contentos de descubrir que la cuestiуn sobre lo que pueden conocer les abre a la gran aventura de lo que deben hacer. Entonces experimentarбn "en quiйn" y "en quй" es posible esperar y se animarбn a ofrecer su contribuciуn a la sociedad de un modo que genere esperanza para los otros.
Queridos amigos, deseo concluir llamando la atenciуn especнficamente sobre la enorme importancia de vuestra competencia y testimonio en las universidades y escuelas catуlicas. Ante todo, permнtanme agradecerles su solicitud y generosidad. Conozco desde cuando era Profesor, y despuйs se lo he oнdo decir a sus Obispos y a los Oficiales de la Congregaciуn para la Educaciуn Catуlica, que la reputaciуn de las instituciones educativas en su Paнs se debe en gran parte a ustedes y a sus predecesores. Sus aportaciones desinteresadas -desde la investigaciуn externa a la dedicaciуn de los que trabajan en las Instituciones acadйmicas- sirven tanto al Paнs como a la Iglesia. Por este motivo les expreso mi profunda gratitud.
A propуsito de los miembros de las Facultades en los Colegios Universitarios, quisiera reiterar el gran valor de la libertad acadйmica. En virtud de esta libertad, ustedes estбn llamados a buscar la verdad allн donde el anбlisis riguroso de la evidencia los lleve. Sin embargo, es preciso decir tambiйn que toda invocaciуn del principio de la libertad acadйmica para justificar posiciones que contradigan la fe y la enseсanza de la Iglesia obstaculizarнa o incluso traicionarнa la identidad y la misiуn de la Universidad, una misiуn que estб en el corazуn del munus docendi de la Iglesia y en modo alguno es autуnoma o independiente de la misma.
Docentes y administradores, tanto en las universidades como en las escuelas, tienen el deber y el privilegio de asegurar que los estudiantes reciban una instrucciуn en la doctrina y en la praxis catуlica. Esto requiere que el testimonio pъblico de Cristo, tal y como se encuentra en el Evangelio y es enseсado por el magisterio de la Iglesia, modele cualquier aspecto de la vida institucional, tanto dentro como fuera de las aulas escolares. Distanciarse de esta visiуn debilita la identidad catуlica y, lejos de hacer avanzar la libertad, lleva inevitablemente a la confusiуn tanto moral como intelectual y espiritual.
Quisiera igualmente expresar una especial palabra de бnimo a los catequistas, tanto laicos como religiosos, los cuales se esfuerzan por asegurar que los jуvenes cada dнa sean mбs capaces de apreciar el don de la fe. La educaciуn religiosa constituye un apostolado estimulante y hay muchos signos entre los jуvenes de un deseo de conocer mejor la fe y practicarla con determinaciуn. Si se quiere que se desarrolle este despertar, es necesario que los docentes tengan una comprensiуn clara y precisa de la naturaleza especнfica y del papel de la educaciуn catуlica. Deben estar tambiйn preparados para capitanear el compromiso de toda la comunidad educativa de ayudar a nuestros jуvenes y a sus familias a que experimenten la armonнa entre fe, vida y cultura.
Deseo tambiйn dirigir una exhortaciуn especial a los religiosos, a las religiosas y sacerdotes: no abandonen el apostolado educativo; mбs aъn, renueven su dedicaciуn a las escuelas, en particular a las que se hallan en las zonas mбs pobres. En los lugares donde hay muchas promesas falsas, que atraen a los jуvenes lejos de la senda de la verdad y de la genuina libertad, el testimonio de los consejos evangйlicos que dan las personas consagradas es un don insustituible. Aliento a los religiosos aquн presentes a renovar su entusiasmo en la promociуn de las vocaciones. Sepan que su testimonio en favor del ideal de la consagraciуn y de la misiуn en medio de los jуvenes es una fuente de gran inspiraciуn en la fe para ellos y sus familias.
A todos ustedes les digo: sean testigos de esperanza. Alimenten su testimonio con la oraciуn. Den razуn de la esperanza que caracteriza sus vidas (cf. 1P 3, 15), viviendo la verdad que proponen a sus estudiantes. Ayъdenles a conocer y a amar a Aquel que han encontrado, cuya verdad y bondad ustedes han experimentado con alegrнa. Digamos con san Agustнn: "Tanto nosotros que hablamos, como ustedes que escuchan, sepamos que somos fieles discнpulos del ъnico Maestro" (Serm. 23, 2). Con estos sentimientos de comuniуn, les imparto complacido a ustedes, sus colegas y estudiantes, asн como a sus familias, la Bendiciуn Apostуlica.