ÁNGELUS
Domingo 21 de enero de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo cae durante la "Semana de oración por la unidad de los cristianos" que, como es sabido, en nuestro hemisferio se celebra todos los años del 18 al 25 de enero.

El tema de este año es una frase tomada del evangelio según san Marcos, que refiere el estupor de la gente ante la curación del sordomudo realizada por Jesús: "Hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7, 37). Tengo la intención de comentar más extensamente este tema bíblico el próximo día 25 de enero, fiesta litúrgica de la Conversión de San Pablo, cuando, con motivo de la conclusión de la "Semana de oración", presida, a las 17.30, la celebración de las Vísperas en la basílica de San Pablo extramuros. Os espero en gran número para ese encuentro litúrgico, puesto que la unidad se construye sobre todo orando, y cuanto más coral es la oración, tanto más agradable es al Señor.

Este año el proyecto inicial para la "Semana", adaptado luego por el Comité mixto internacional, fue preparado por los fieles de Umlazi, en Sudáfrica, ciudad muy pobre, donde el sida ha alcanzado proporciones de pandemia y donde son muy pocas las esperanzas humanas. Pero Cristo resucitado es esperanza para todos. Lo es especialmente para los cristianos. Habiendo heredado divisiones acaecidas en épocas pasadas, en esta circunstancia han querido hacer un llamamiento: Cristo lo puede todo, "hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7, 37), o sea, es capaz de infundir en los cristianos el deseo ardiente de escuchar al otro, de comunicarse con el otro y de hablar con él el lenguaje del amor recíproco. Así, la Semana de oración por la unidad de los cristianos nos recuerda que el ecumenismo es una profunda experiencia de diálogo, un escucharse y hablarse, un conocerse mejor; es una tarea que todos pueden realizar, especialmente por lo que respecta al ecumenismo espiritual, basado en la oración y en la participación en lo que es posible ahora entre los cristianos.

Deseo que el anhelo de unidad, traducido en oración y colaboración fraterna para aliviar los sufrimientos del hombre, se difunda cada vez más en las parroquias, en los movimientos eclesiales y en los institutos religiosos. Aprovecho esta ocasión para dar las gracias a la Comisión ecuménica del Vicariato de Roma y a los párrocos de la ciudad que impulsan a los fieles a celebrar la "Semana". Más en general, expreso mi gratitud a cuantos, en todas las partes del mundo, con convicción y constancia oran y trabajan por la unidad.

Que María, Madre de la Iglesia, ayude a todos los fieles a dejarse abrir íntimamente por Cristo a la comunicación recíproca en la caridad y en la verdad, para que lleguen a ser en él un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4, 32).