ÁNGELUS
Domingo 20 de enero de 2008

Hace dos días comenzamos la Semana de oración por la unidad de los cristianos, durante la cual católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, conscientes de que sus divisiones constituyen un obstáculo para la acogida del Evangelio, imploran juntos al Señor, de modo aún más intenso, el don de la comunión plena. Esta iniciativa providencial nació hace cien años, cuando el padre Paul Wattson inició el "Octavario" de oración por la unidad de todos los discípulos de Cristo. Por eso hoy están presentes en la plaza de San Pedro los hijos y las hijas espirituales del padre Wattson, los hermanos y las hermanas del Atonement, a quienes saludo cordialmente y animo a proseguir en su especial entrega a la causa de la unidad.

Todos tenemos el deber de orar y trabajar por la superación de las divisiones entre los cristianos, respondiendo al anhelo de Cristo "Ut unum sint". La oración, la conversión del corazón y el fortalecimiento de los vínculos de comunión constituyen la esencia de este movimiento espiritual, que esperamos lleve pronto a los discípulos de Cristo a la celebración común de la Eucaristía, manifestación de su unidad.

El tema bíblico de este año es significativo: "Orad sin cesar" (1Ts 5, 17). San Pablo se dirige a la comunidad de Tesalónica, que vivía en su seno discordias y conflictos, para recordar con fuerza algunas actitudes fundamentales, entre las cuales destaca precisamente la oración incesante. Con esta invitación, quiere hacer comprender que de la nueva vida en Cristo y en el Espíritu Santo proviene la capacidad de superar todo egoísmo, de vivir juntos en paz y en unión fraterna, de llevar cada uno, de buen grado, las cargas y los sufrimientos de los demás.

Jamás nos debemos cansar de orar por la unidad de los cristianos. Cuando Jesús, durante la última Cena, oró para que los suyos "sean uno", tenía en la mente una finalidad precisa: "para que el mundo crea" (Jn 17, 21). Por tanto, la misión evangelizadora de la Iglesia pasa por el camino ecuménico, el camino de la unidad de fe, del testimonio evangélico y de la auténtica fraternidad.

Como todos los años, el viernes próximo, día 25 de enero, iré a la basílica de San Pablo extramuros para concluir, con las Vísperas solemnes, la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Invito a los romanos y a los peregrinos a unirse a mí y a los cristianos de las Iglesias y comunidades eclesiales que participarán en la celebración para implorar de Dios el don valioso de la reconciliación entre todos los bautizados.

La santa Madre de Dios, cuya aparición a Alfonso de Ratisbona en la iglesia de San Andrés delle Fratte se recuerda hoy, obtenga del Señor para todos sus discípulos la abundancia del Espíritu Santo, de modo que juntos podamos llegar a la unidad perfecta y dar así el testimonio de fe y de vida que el mundo necesita con urgencia.