ÁNGELUS
Plaza de San Pedro, Lunes 29 de junio de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos solemnemente a los apóstoles san Pedro y san Pablo, patronos especiales de la Iglesia de Roma: Pedro, el pescador de Galilea, "el primero que confesó la fe en Cristo... y fundó la primera comunidad con los justos de Israel"; Pablo, el antiguo perseguidor de los cristianos, "que iluminó las profundidades del misterio..., el maestro y doctor, que anunció la salvación a todas las gentes" (cf. Prefacio de la misa de hoy).
En una de sus homilías a la comunidad de Roma, el Papa san León Magno afirmó: "Estos son tus padres y verdaderos pastores, que te fundaron para que te insertaras en el reino celestial" (Sermo I in Nat. App Petri et Pauli, c I: PL 54, 422). Con ocasión de esta fiesta, quiero dirigir un caluroso y especial saludo, y una cordial felicitación, a la comunidad diocesana de Roma, que la divina Providencia ha encomendado a mi solicitud, como sucesor del apóstol Pedro. Es un saludo que extiendo de buen grado a todos los habitantes de nuestra metrópolis y a los peregrinos y turistas que en estos días la están visitando, coincidiendo también con la clausura del Año paulino.
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor os bendiga y proteja por intercesión de san Pedro y san Pablo. Como vuestro Pastor, os exhorto a permanecer fieles a la vocación cristiana y a no acomodaros a la mentalidad de este mundo, como escribía el Apóstol de los gentiles precisamente a los cristianos de Roma, sino a dejaros transformar y renovar siempre por el Evangelio, para seguir lo que es verdaderamente bueno y agradable a Dios (cf. Rm 12, 2).
Por esto rezo constantemente, para que Roma mantenga viva su vocación cristiana no sólo conservando inalterado su inmenso patrimonio espiritual y cultural, sino también para que sus habitantes traduzcan la belleza de la fe recibida en modos concretos de pensar y actuar, y ofrezcan así a cuantos, por distintas razones, llegan a esta ciudad, un clima lleno de humanidad y de valores evangélicos. Por tanto, con palabras de san Pedro, os invito, queridos hermanos y hermanas discípulos de Cristo, a ser "piedras vivas", unidas en torno a él, que es la "piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios" (cf. 1P 2, 4).
La solemnidad de hoy reviste también un carácter universal: expresa la unidad y la catolicidad de la Iglesia. Por eso cada año, en esta fecha, vienen a Roma los nuevos arzobispos metropolitanos a recibir el palio, símbolo de comunión con el Sucesor de Pedro. Así pues, renuevo mi saludo a los hermanos en el episcopado para los cuales he realizado esta mañana en la basílica ese gesto, y a los fieles que los han acompañado.
Saludo también con viva cordialidad a la delegación del Patriarcado de Constantinopla que, como cada año, ha llegado a Roma para la celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Que la común veneración de estos mártires sea prenda de una comunión cada vez más plena y sentida entre los cristianos de todas partes del mundo. Invoquemos por esto la intercesión maternal de María, Madre de la única Iglesia de Cristo, con el acostumbrado rezo del Ángelus.