ÁNGELUS
Domingo 22 de enero de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo cae en medio de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que se celebra del 18 al 25 de enero. Invito cordialmente a todos a unirse a la oración que Jesús dirigió al Padre en la víspera de su pasión: "Que ellos también sean uno, para que el mundo crea" (Jn 17, 21). Este año en particular, nuestra meditación durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos se refiere a un pasaje de la primera carta de san Pablo a los Corintios, del que se formuló el lema: Todos seremos transformados por la victoria de Jesucristo, nuestro Señor (cf. 1Co 15, 51-58). Estamos llamados a contemplar la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, es decir, su resurrección, como un acontecimiento que transforma radicalmente a los que creen en él y les abre el acceso a una vida incorruptible e inmortal. Reconocer y aceptar el poder transformador de la fe en Jesucristo sostiene a los cristianos también en la búsqueda de la unidad plena entre ellos.

Este año los materiales para la Semana de oración por la unidad fueron preparados por un grupo polaco. De hecho, Polonia ha tenido una larga historia de luchas valientes contra varias adversidades y ha dado repetidas muestras de una gran determinación, animada por la fe. Por eso las palabras que forman el tema mencionado anteriormente, tienen una resonancia y una fuerza particulares en Polonia. A lo largo de los siglos, los cristianos polacos han intuido de forma espontánea una dimensión espiritual en su deseo de libertad y han comprendido que la verdadera victoria sólo puede alcanzarse si va acompañada de una profunda transformación interior. Ellos nos recuerdan que nuestra búsqueda de unidad se puede realizar de manera realista si el cambio se da ante todo en nosotros mismos y si dejamos que Dios actúe, si nos dejamos transformar a imagen de Cristo, si entramos en la vida nueva en Cristo, que es la verdadera victoria. La unidad visible de todos los cristianos siempre es una obra que viene de lo alto, de Dios, una obra que requiere la humildad de reconocer nuestra debilidad y de acoger el don. Pero, para usar una frase que repetía a menudo el beato Papa Juan Pablo II, todo don se convierte también en un compromiso. La unidad que viene de Dios exige, por lo tanto, nuestro compromiso diario de abrirnos los unos a los otros en la caridad.

Desde hace muchas décadas, la Semana de oración por la unidad de los cristianos constituye un elemento central en la actividad ecuménica de la Iglesia. El tiempo que dedicaremos a la oración por la comunión plena de los discípulos de Cristo, nos permitirá comprender más profundamente cómo seremos transformados por su victoria, por el poder de su resurrección. El próximo miércoles, como es costumbre, vamos a concluir la Semana de oración con la celebración solemne de las Vísperas de la fiesta de la Conversión de San Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, en la que estarán presentes también los representantes de las otras Iglesias y comunidades cristianas. Espero que acudáis en gran número a ese encuentro litúrgico para renovar juntos nuestra oración al Señor, fuente de unidad. Encomendémosla desde ahora, con confianza filial, a la intercesión de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia.