ÁNGELUS
Solemnidad de la Cátedra de San Pedro. Domingo 19 de febrero de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo es especialmente festivo aquí en el Vaticano, con motivo del consistorio realizado ayer, en el que he creado 22 nuevos cardenales. Con ellos he tenido la alegría de concelebrar, esta mañana, la Eucaristía en la basílica de San Pedro, junto a la tumba del Apóstol a quien Jesús llamó a ser la "piedra" sobre la cual edificaría su Iglesia (cf. Mt 16, 18). Por eso os invito a todos a unir también vuestra oración por estos venerables hermanos, que ahora están aún más comprometidos a colaborar conmigo en la dirección de la Iglesia universal y a dar testimonio del Evangelio hasta el sacrificio de su vida. Esto es lo que significa el color rojo de sus vestidos: el color de la sangre y del amor. Algunos de ellos trabajan en Roma, al servicio de la Santa Sede; otros son pastores de importantes iglesias diocesanas; y otros se han distinguido por una larga y valiosa actividad de estudio y enseñanza. Ahora forman parte del Colegio que ayuda al Papa más de cerca en su ministerio de comunión y de evangelización: los recibimos con alegría, recordando lo que dijo Jesús a los doce Apóstoles: "El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor, porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 44-45).

Este acontecimiento eclesial tiene como trasfondo la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro, adelantada a hoy, porque el próximo 22 de febrero –la fecha de esa fiesta–, será el miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma. La "cátedra" es el sitial reservado para el obispo, y de ahí deriva el nombre de "catedral" dado a la iglesia donde, precisamente, el obispo preside la liturgia y enseña al pueblo. La Cátedra de San Pedro, representada en el ábside de la basílica vaticana por una monumental escultura de Bernini, es símbolo de la misión especial de Pedro y de sus sucesores de pastorear el rebaño de Cristo, manteniéndolo unido en la fe y en la caridad. Ya a inicios del siglo II, san Ignacio de Antioquía atribuía a la Iglesia que estaba en Roma un singular primado, saludándola, en su carta a los Romanos, como la que "preside en la caridad". Esta función especial de servicio le viene a la comunidad romana y a su obispo por el hecho de que en esta ciudad derramaron su sangre los apóstoles Pedro y Pablo, así como otros muchos mártires. Volvemos, así, al testimonio de la sangre y de la caridad. La Cátedra de Pedro, por lo tanto, es ciertamente un signo de autoridad, pero de la autoridad de Cristo, basada en la fe y en el amor.

Queridos amigos, encomendemos a los nuevos cardenales a la protección maternal de María santísima, para que siempre los asista en su servicio eclesial y los sostenga en las pruebas. Que María, Madre de la Iglesia, nos ayude a mí y a mis colaboradores a trabajar incansablemente por la unidad del pueblo de Dios y para proclamar a todos los pueblos el mensaje de salvación, realizando con humildad y valentía el servicio a la verdad en la caridad.