Me da alegría poder enviar este mensaje y unirme también así al Papa, que ha convocado este año especialmente dedicado a la familia. Un año que termina con el encuentro que tiene como tema: "El amor familiar: vocación y camino de santidad".
Hoy, 26 de junio, la coincidencia con la fiesta de san Josemaría nos invita también a agradecer a Dios que haya querido que la Obra fuera, dentro de la Iglesia, una pequeña familia; pequeña no porque seamos pocos sino por nuestra unión y por la cercanía que procuramos vivir.
A la vez, no queremos ser una familia encerrada en sí misma. Deseamos hacer del mundo un hogar, acercar a las personas a Dios que es Padre y a la Iglesia que es Madre. Me va ahora el recuerdo a aquellos primeros jóvenes que se acercaron a nuestro Fundador: se encontraban felices y fortalecidos en el ambiente de familia que se generó en "El Sotanillo", aquel café donde se reunían, pues no había aún centros de la Obra.
Es muy bueno que sintamos la gozosa responsabilidad de ser continuadores de ese ambiente y calor de familia en las labores apostólicas, en el acompañamiento y cuidado de los ancianos y enfermos, en el clima de confianza y fraternidad con las personas del propio centro.
Los supernumerarios tenéis una gracia especial para "hacer familia" allí donde os encontréis. En primer lugar, en vuestras casas, procurando que sean "hogares luminosos y alegres", a pesar de las dificultades y sufrimientos que acompañan nuestro camino en la tierra. Tenéis toda la gracia de Dios para llevar adelante la familia con la alegría que nos da el sabernos hijos de Dios y con la luz de la fe y de la vocación. A su vez, llevaréis ese espíritu de familia a vuestro grupo y a vuestro centro, viviendo esa bendita fraternidad que hace que os deis continuamente a los demás, estando muy cerca de los que más necesiten vuestro cuidado y compañía.
San Josemaría trasmitía a sus hijos el convencimiento del poder transformador de la familia en la sociedad, su capacidad para construir una sociedad más humana, más acorde a la dignidad de los hijos de Dios. Le gustaba poner de ejemplo a las familias de los primeros cristianos, que eran focos de evangelización.
Pidamos a la Sagrada Familia la fuerza para renovar con esperanza nuestra vida familiar y para acompañar a otras familias, especialmente a las que de formas diversas experimentan mayores dificultades y sufrimientos. Todas han de estar presentes en nuestra oración, especialmente en esta fiesta de hoy. Nada nos es indiferente o ajeno a los cristianos, porque, como nos dice san Pablo, "todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios" (1Co 3, 23).
Que Dios os bendiga.