Homilía de la Vigilia Pascual

Santa María de la Paz, 20.IV.19

Evangelio (ciclo C): Lc 24, 1-12

1. El Evangelio que acabamos de escuchar señala la hora aproximada en la que las mujeres corrieron hacia el sepulcro: "muy de mañana" (Lc 24, 1). Había muerto Jesús, a quien tanto amaban; había sido crucificado quien, desde que lo encontraron, había llenado de sentido la vida de cada una. El mundo para estas mujeres, repentinamente, había vuelto a ser un lugar vacío y confuso. Las últimas noches quizá habrían tenido miedo de ser descubiertas como seguidoras de aquel a quien condenaron a muerte. A estos momentos difíciles, el Papa durante la Vigilia Pascual del año pasado los llamó "las horas del discípulo enmudecido". Y esa puede ser quizá la misma sensación que tendremos también nosotros si estamos un poco alejados de Dios o si nos parece que los problemas de nuestra familia, de la Iglesia o del mundo son demasiado grandes; en fin: si nos invade algo de inseguridad.

Sin embargo, en el Pregón pascual nos hemos unido a la exclamación de toda la Iglesia: Haec nox sicut dies illuminábitur. Esta noche será clara como el día. Sin que dependa de nuestras fuerzas, llega una luz a disipar las tinieblas, de la misma manera que el fuego del cirio pascual, imagen de Cristo, poco a poco a través de las velas, devolvió la luz a esta iglesia de Santa María de la Paz.

"Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más" (Rm 6, 9), nos dice san Pablo en la epístola que hemos leído. Por eso, las mujeres que se acercaron al sepulcro, después de tantas horas de soledad, pueden estar tranquilas: Jesús nunca las va a abandonar. Y eso es lo hace que esta noche brille más que cualquier otra. No existe oscuridad que la resurrección de Cristo no pueda iluminar. No existe ninguna preocupación tan grande que nos haga olvidar que Cristo es más fuerte que el mal, el pecado y la muerte. Como escribió san Josemaría: "Jesucristo vence siempre" (Forja, 660). Podemos preguntarnos: ¿recuerdo con frecuencia la resurrección del Señor, que es fundamento de nuestra fe? ¿Soy consciente, en medio de mis dificultades personales, de que Cristo vive y está cerca de mí?

2. Jesús vive. Esto es lo que los ángeles ayudan a comprender a las mujeres que acudieron al sepulcro. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24, 6). En ese momento, quizá las palabras del Maestro acuden a su recuerdo, las relacionan con lo que veían y hacen suya la verdad del anuncio: Jesús está vivo. Entonces cambia completamente su actitud: de estar "enmudecidas", como si no tuvieran nada dentro para compartir, pasan a rebosar de alegría. Cambian, como dice el profeta Ezequiel en una de las lecturas, su corazón de piedra por un corazón de carne (cfr. Ez 11, 19), por un corazón que piensa inmediatamente en los demás. Necesitan correr. No pueden aguantar un segundo más sin comunicar esta noticia a los apóstoles. Pidamos al Señor que esta Pascua sea para nosotros lo mismo que fue para aquellas santas mujeres. Que encontremos en Cristo resucitado la alegría para despertar a la felicidad a las personas que nos rodean. Dios cuenta con nuestra vida para disipar el miedo de quienes, por una razón u otra, dudan de la fuerza de Jesús para vencer la muerte y el mal.

¿Y cuál es la primera reacción de los apóstoles? ¿Cómo reaccionan esos hombres que, con el tiempo, tendrán el valor de ir por todo el mundo anunciando la resurrección de Jesús hasta el martirio? Curiosamente, ellos creen que las mujeres desvarían (cfr. Lc 24, 11). Así de profundo era su desánimo. Piensan que es imposible que eso haya sucedido. Pero Cristo resucitado destruyó todos los cálculos pesimistas. Al poco tiempo estaban hablando de Jesús abiertamente en sus casas, en sus trabajos, en las plazas públicas. Con los años irían por muchos caminos hasta llegar también a Roma, desde donde se expande la noticia de la Resurrección a todo el mundo conocido, ciertamente con muchas dificultades y persecuciones.

Haec nox sicut dies illuminábitur. Habíamos dicho, uniéndonos a toda la Iglesia en el Pregón pascual, que esta noche será clara como el día. Esta noche no es noche. Llenémonos de alegría como la de aquellas mujeres porque Jesús está vivo, porque nunca más estaremos solos. Llenémonos de una alegría como la de los apóstoles, que se renueve cada día, y que nos permita llevar el mensaje de la Resurrección, desde Roma, a todos los rincones del mundo, especialmente a las personas que tenemos más cerca. A san Josemaría le gustaba pensar que la primera persona a la que Cristo resucitado habrá visitado es a su Madre. Pidámosle a María que, cuando esté por aparecer el desánimo en nuestro camino, cuando nos llegue "la hora del discípulo enmudecido", nos recuerde que Jesús vence siempre. Así sea.

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