Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma es el de la Resurrección de Lázaro (cf. Jn 11, 1-45). Lázaro era el hermano de Marta y María; eran muy amigos de Jesús. Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días muerto; Marta corrió al encuentro del Maestro y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano» (v. 21). Jesús le responde: «Tu hermano resucitará» (v. 23); y añade: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (v. 25). Jesús se muestra como el Señor de la vida, el que es capaz de dar vida incluso a los muertos. Luego llegan María y otras personas, todas en lágrimas, y entonces Jesús –dice el Evangelio– «se conmovió interiormente y […] se echó a llorar» (vv. 33, 35). Con esta amargura en su corazón, va al sepulcro, da gracias al Padre que siempre le escucha, hace abrir la tumba y grita con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!». (v. 43). Y Lázaro salió «atado de pies y manos con vendas, y envuelto el rostro en un sudario» (v. 44).
Aquí sentimos claramente que Dios es vida y da vida, pero asume el drama de la muerte. Jesús podría haber evitado la muerte de su amigo Lázaro, pero quiso hacer suyo nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos y, sobre todo, quiso mostrar el dominio de Dios sobre la muerte. En este pasaje del Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia de Dios, el amor de Dios, se buscan y, finalmente, se encuentran. Es como un doble camino: la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y finalmente se encuentran. Lo vemos en el grito de Marta y María y todos nosotros con ellas: "¡Si hubieras estado aquí!…". Y la respuesta de Dios no es un discurso, no, la respuesta de Dios al problema de la muerte es Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida… ¡Tened fe! En medio del llanto seguid teniendo fe, aunque la muerte parezca haber vencido. ¡Quitad la piedra de vuestro corazón! Que la Palabra de Dios devuelva la vida allí donde hay muerte".
También hoy nos repite Jesús: "Quitad la piedra": Dios no nos ha creado para la tumba, nos ha creado para la vida, bella, buena, alegre. Pero «por envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2, 24), dice el libro de la Sabiduría, Y Jesucristo ha venido a liberarnos de sus lazos.
Por lo tanto, estamos llamados a quitar las piedras de todo lo que sabe a muerte: por ejemplo, la hipocresía con la que vivimos la fe es la muerte; la crítica destructiva hacia los demás es la muerte; la ofensa, la calumnia, son la muerte; la marginación de los pobres es la muerte. El Señor nos pide que quitemos estas piedras de nuestros corazones, y la vida volverá a florecer a nuestro alrededor. Cristo vive, y quien lo acoge y se adhiere a Él entra en contacto con la vida. Sin Cristo, o fuera de Cristo, no sólo no hay vida, sino que se recae en la muerte.
La resurrección de Lázaro es también un signo de la regeneración que tiene lugar en el creyente a través del Bautismo, con la plena inserción en el Misterio Pascual de Cristo. Gracias a la acción y al poder del Espíritu Santo, el cristiano es una persona que camina en la vida como una nueva criatura: una criatura para la vida y que camina hacia la vida.
Que la Virgen María nos ayude a ser tan compasivos como su Hijo Jesús, que hizo suyo nuestro dolor. Que cada uno de nosotros esté cerca de los que están en la prueba, convirtiéndose para ellos en un reflejo del amor y la ternura de Dios, que libra de la muerte y hace vencer la vida.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Hace unos días, el Secretario General de las Naciones Unidas lanzó un llamamiento para un "alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo", recordando la actual emergencia del COVID-19, que no conoce fronteras. Un llamamiento al cese total del fuego.
Me sumo a los que han aceptado este llamamiento e invito a todos a aplicarlo deteniendo todas las formas de hostilidades bélicas, fomentando la creación de corredores para la ayuda humanitaria, la apertura a la diplomacia y la atención a los que se encuentran en una situación más vulnerable.
Que nuestro compromiso conjunto contra la pandemia pueda llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los lazos fraternales como miembros de una familia. En particular, debería despertar en los responsables de las naciones y otros actores involucrados un compromiso renovado para superar las rivalidades. ¡Los conflictos no se resuelven con la guerra! Es necesario superar los antagonismos y contrastes a través del diálogo y la búsqueda constructiva de la paz.
En este momento pienso de manera especial en todas las personas que sufren la vulnerabilidad de verse obligadas a vivir en grupo: residencias, cuarteles… En particular quiero mencionar a las personas en las cárceles. He leído un memorándum oficial de la Comisión de Derechos Humanos que habla del problema del hacinamiento en las prisiones, que podría convertirse en una tragedia. Hago un llamamiento a las autoridades para que sean sensibles ante este grave problema y tomen las medidas necesarias para evitar futuras tragedias.
A todos vosotros os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí; yo lo hago por vosotros. Buen almuerzo y adiós.