¡Queridos amigos!
Es para mí un placer darles la bienvenida a todos ustedes, y doy las gracias a los miembros del Dicasterio de Cultura y Educación que han preparado esta reunión. El prefecto me dijo que en Italia dicen que "la sonrisa hace buena sangre". ¿Se dice así?
Miro con admiración a los artistas que se expresan en el lenguaje de la comedia, el humor, la ironía. ¡Cuánta sabiduría hay ahí! De todos los profesionales que trabajan en la televisión, el cine, el teatro, la prensa escrita, con canciones, en las redes sociales, ustedes están entre los más queridos, buscados, aplaudidos. Ciertamente porque son buenos; pero también hay otra razón: tienen y cultivan el don de hacer reír.
En medio de tantas noticias pesimistas, inmersos como estamos en tantas urgencias sociales e incluso personales, ustedes tienen el poder de difundir serenidad y sonrisas. Ustedes son de los pocos que tienen la capacidad de hablar a personas muy diferentes, de distintas generaciones y procedencias culturales.
A su manera, unen a la gente, porque la risa es contagiosa. Es más fácil reír juntos que solos: la alegría permite compartir y es el mejor antídoto contra el egoísmo y el individualismo. La risa también ayuda a romper las barreras sociales, a crear vínculos entre las personas. Nos permite expresar emociones y pensamientos, ayudando a construir una cultura compartida y a crear espacios de libertad. Ustedes nos recuerdan que el homo sapiens es también homo ludens; que la diversión lúdica y la risa son fundamentales en la vida humana, para expresarnos, para aprender, para dar sentido a las situaciones.
Su talento es un don, un don precioso. Junto con la sonrisa, difunde la paz, en los corazones, entre las personas, ayudándonos a superar las dificultades y a sobrellevar el estrés cotidiano. Nos ayuda a encontrar alivio en la ironía y a tomarnos la vida con humor. Me gusta rezar cada día - llevo más de 40 años haciéndolo - con las palabras de Santo Tomás Moro: "Dame, Señor, sentido del humor". ¿Conocen esa oración? ¡Deben conocerla! Encargo a lo superiores [del dicasterio] que la den a conocer a todos los artistas, está en mi Exhortación Gaudete et exsultate, en la nota 101 está la oración. "Dame, Señor, el sentido del humor." Es una gracia que pido todos los días, porque me hace tomarme las cosas con buen humor.
Pero también consiguen otro milagro: logran hacer sonreír a la gente incluso cuando tratan problemas, pequeños y grandes hechos de la historia. Denuncian los excesos de poder; dan voz a situaciones olvidadas; ponen de relieve abusos; señalan comportamientos inadecuados… Pero sin sembrar la alarma o el terror, la ansiedad o el miedo, como hace mucha comunicación; despiertas el sentido crítico haciendo reír y sonreír. Lo hacen contando historias de vida, narrando la realidad, según su punto de vista original; y así hablan a la gente de problemas grandes y pequeños.
Según la Biblia, en el origen del mundo, mientras todo se creaba, la Sabiduría divina practicaba el arte de ustedes en beneficio nada menos que del propio Dios, primer espectador de la historia. Dice así: "Yo estaba con él como su artífice y era su delicia todos los días: jugaba delante de él en todo tiempo, jugaba sobre el globo terrestre, poniendo mis delicias entre los hijos del hombre" (Pr 8, 30-31). Recuerden esto: cuando consiguen hacer brotar sonrisas inteligentes de los labios de un solo espectador – ¡lo que voy a decir ahora no es una herejía! - hacen sonreír también a Dios.
Ustedes, queridos artistas, saben pensar y hablar con humor en diferentes formas y diferentes estilos; y, en cualquier caso, el lenguaje del humor es adecuado para comprender y "sentir" la naturaleza humana. El humor no ofende, no humilla, no clava a las personas en sus defectos. Mientras que hoy en día la comunicación genera a menudo oposiciones, ustedes saben reunir realidades diferentes y a veces incluso opuestas. ¡Cuánto tenemos que aprender de ustedes! La risa del humor nunca va "contra" nadie, sino que siempre es inclusiva, proactiva, suscita apertura, simpatía, empatía. Por favor, recen al Señor y pídanle el sentido del humor. Les harán llegar esa hermosa oración de Santo Tomás Moro.
Me acuerdo de aquella historia, en el libro del Génesis, cuando Dios promete a Abraham que tendría un hijo en el plazo de un año. Él y su esposa Sara eran ya ancianos y no tenían descendencia. Sara escuchó, y se reía por dentro. Porque, como las mujeres, era curiosa y escuchaba detrás de la cortina lo que hacía su marido, de que hablaba su marido, tal vez para reprenderle…Oyó que tendría un hijo dentro de un año, y rió para sus adentros. Y lo mismo hizo Abraham, con cierta amargura. "¡Pero a mi edad, no bromees!". Pero efectivamente, Sara concibió y dio a luz a su hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había señalado. Entonces dijo: "Dios me ha dado motivos para reír con alegría" (Gn 21, 6). Por eso llamaron al hijo Isaac, que significa 'el que ríe'.
¿Se puede también reír de Dios? Por supuesto, y esto no es blasfemia, uno puede reírse, como jugamos y bromeamos con las personas que queremos. La sabiduría y la tradición literaria judías son maestras en esto. Se puede hacer, pero sin ofender los sentimientos religiosos de los creyentes, sobre todo de los pobres.
Queridos amigos, que Dios los bendiga a ustedes y a su arte. Continúen animando a la gente, especialmente a quienes más les cuesta mirar la vida con esperanza. Ayúdennos, con una sonrisa, a ver la realidad con sus contradicciones, y a soñar con un mundo mejor. Les bendigo de corazón; y les pido que, por favor, recen por mí: ¡a favor, con la sonrisa, no en contra!
Ahora, antes de dar la bendición, me gustaría que todos escucháramos esa hermosa oración de Santo Tomás Moro.
Luciana Littizzetto:
Gracias, mientras tanto gracias en mi nombre y en el de todos mis colegas. Siempre nos reunimos sólo en los funerales, esta vez es un momento de alegría. ¡Gracias!
Oración (leída por Luciana Littizetto):
«Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro,
para que no se asuste ante el pecado,
sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos
y no permitas que sufra excesivamente por esa cosa tan dominante que se llama "yo".
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás.
Así sea».
Papa Francisco:
Había olvidado que le había dado la bendición, así que le deseo, como despedida, una bendición humana. Les deseo todo lo mejor, y que Dios los acompañe en esta vocación tan hermosa de hacer reír, de cómicos. Es más fácil actuar como trágico que como cómico. Es más fácil. Gracias por hacer reír y gracias también por reír de corazón. Que el Señor los bendiga a todos. ¡Gracias!