Nos fijamos aquí ahora sólo en las lecturas de la Misa. Y así lo haremos también en los días siguientes hasta Epifanía.
– 1Jn 2, 22-28: Permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. El anticristo, el que niega que Cristo es el Mesías y, por eso mismo, rechaza al Padre y al Hijo, es mentiroso. Mas los verdaderos creyentes tienen que permanecer fieles a cuanto han oído desde el principio. La unción de Dios, esto es, el Espíritu Santo, en quien han de permanecer, los adoctrinará.
Como Juan Bautista, hemos de confesar nosotros que Jesús es el Mesías prometido. No podemos forjar en nuestra mente un Cristo según nuestro capricho, ni crear ídolos. Hemos de aceptar la Palabra de Dios tal como se muestra en la Escritura, en la Tradición y es propuesta por el Magisterio de la Iglesia. Para decir un " sí " a Cristo hemos de proclamar un " no " a nosotros mismos, a nuestras pretensiones mesiánicas.
San Juan Apóstol es el único escritor del Nuevo Testamento que usa la palabra " anticristo " para designar los falsos " cristos " y falsos profetas. Por eso advierte a sus lectores que en el mundo existen muchos " anticristos ". Son todos los que se oponen a Cristo y a su doctrina. Son todos los impostores, los falsos profetas, falsos mesías que van de una a otra parte difundiendo doctrinas malsanas para embaucar a la gente sencilla. Han existido siempre.
También hay maestros de la mentira en nuestros días, como lo muestran tantos documentos de la Sede Apostólica. La fidelidad a la enseñanza tradicional es condición esencial para permanecer en la doctrina auténtica que Cristo enseñó y confió a la Iglesia. La palabra de Cristo es una realidad tan sublime que el permanecer en ella nos procura un bien supremo: la inhabitación de la Santísima Trinidad en nuestra alma, que es la forma más perfecta de nuestra comunión con Dios.
A esto contribuye la unción que hemos recibido del Espíritu Santo, que no nos apartará del legítimo Magisterio de la Iglesia, sino que nos dará siempre el gusto y la inteligencia de la verdad revelada, el conocimiento especial de Dios y una iluminación esplendorosa, tal como aparece en muchas almas santas que han merecido el honor de los altares.
– El Salmo 97 es uno de los cantos del Reino de Israel restaurado después de la cautividad. El Señor que dio la libertad a Israel en el destierro ha operado por el Nacimiento de Jesucristo una nueva liberación en favor de toda la humanidad, esclava del pecado. Por eso decimos: " Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas ".
Estábamos en sombras de muerte, en el pecado, en la esclavitud del demonio y del mundo, y ha aparecido la Luz verdadera que al venir a este mundo ilumina a todo hombre. Tenemos muchos motivos para dar gracias a Dios, alabarlo y cantar con alegría. Su diestra ha dado a Cristo la victoria y lo revela a las naciones, a todos los pueblos. Se acordó de su misericordia y de su fidelidad en favor de Israel, de la Iglesia, de todos los hombres. Por eso: " Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad ".
– Jn 1, 19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis. San Agustín ha comentado este pasaje evangélico unas trece veces. Aquí escogemos unos párrafos del sermón predicado en Cartago hacia el año 400:
" Tanto destaca Juan por su excelencia, que fue considerado no ya como precursor, sino como el mismo Cristo. Si la lámpara hubiese estado apagada o ennegrecida por el humo de la soberbia, cuando llegaron a él los judíos para preguntarle: "¿Tú quién eres? ¿Eres el Cristo, o Elías o un profeta?", él hubiese respondido: "lo soy". Habría hallado el momento oportuno para su jactancia cuando el error de los hombres le atribuía un falso honor. ¿Acaso hubiera tenido que esforzarse en convencerles de lo que se anticipaban a decirle quienes le interrogaban?
" Pero él, como humilde, fue enviado a preparar el camino al Excelso. Por eso era amigo del Esposo, porque era siervo que reconocía al Señor... ¡Cuánto se humilla quien era ensalzado tanto que lo consideraban el Cristo! "No soy digno, dice, de desatar la correa de su calzado". Y Cristo dice de Juan: "Nadie mayor que Juan Bautista"... Si ya Juan era un hombre tan grande que no había mayor que él ningún otro, quien es mayor que él es más que hombre. Pero quien es más que hombre, se hizo hombre por el hombre, y con razón florece sobre Él la santificación del Padre " (Sermón 308 A).