La entrada de la misa hoy suplica: " Tú, Señor, estás cerca y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí tus preceptos, porque Tú existes desde siempre " (Salmo 118, 151-152). En la oración colecta (Gelasiano), pedimos al Señor que alegre con la venida salvadora de su Hijo a los que somos sus siervos indignos, afligidos por nuestros pecados.
-Is 54, 1-10: El amor de Dios para con su pueblo es indefectible. Dios mismo será quien redima a su pueblo, ofreciéndole una Alianza de paz. El tema de los desposorios ha sido en algunos profetas signo de la unión del alma con Dios. Por el pecado, la esposa se ha mostrado infiel. Esta ruptura con Dios es, por tanto, como un adulterio. Pero el Señor, en su gran amor misericordioso, reanuda ese lazo de amor esponsal. Es bien conocida la historia de los pactos entre Dios e Israel, la infidelidad de éste, y la restauración del pacto por parte de Dios, siempre fiel a la Alianza.
Así también sucede con cada alma rescatada. Redimida por el bautismo, rechaza luego el amor de Dios por el pecado. Pero Dios la atrae de nuevo con el perdón de su misericordia. Los místicos han vivido a fondo esos desposorios del alma con Dios. Escribe Santa Teresa:
" Ya tendréis oído muchas veces que se desposa Dios con las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su misericordia que tanto se quiere humillar! Y, aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo, que el sacramento del matrimonio. Porque, aunque de diferente manera, porque en esto que tratamos jamás hay cosa que no sea espiritual -esto corpóreo va muy lejos, y los contentos espirituales que da el Señor, y los gustos, al que deben tener los que se desposan , van mil leguas lo uno de lo otro), porque todo es amor con amor, y sus operaciones son limpísimas y tan delicadísimas y suaves, que no hay cómo se decir; mas sabe el Señor darlas muy bien a sentir " (5 Moradas 4, 3).
" Gran misterio es éste, pero entendido de Cristo y de la Iglesia " (Ef 5, 32). El desposorio da acceso al alma a un estado superior y lo prepara a la unión perfecta con Dios.
– Ante el anuncio de la salvación, cantamos al Señor con el Salmo 29: " Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante, su bondad de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo. Escucha, Señor, y ten piedad de mí ". Mis deseos son estar siempre contigo, unido siempre a ti con un inmenso amor que solo Tú puedes darme.
– Lc 7, 24-3: La misión de Juan fue abrir el camino a Jesucristo. Vivió la tragedia de los perseguidos por confesar la verdad. Solo los humildes y los pecadores entendieron su mensaje. Juan vivió solamente para anunciar al que había de venir. Es nuestro modelo en el seguimiento de Cristo. Vivamos solo para Él. Comenta San Agustín:
" Reconózcase, pues, el hombre humilde: reconozca por la confesión del pecado que el Dios excelso se ha humillado, y así sea exaltado por la consecución de la justicia. Hay, por tanto, dos realidades: el Señor y Juan, la humildad y la grandeza. Dios, humilde en su grandeza; y el hombre humilde en su debilidad. Dios humilde por el hombre, y el hombre humilde por sí mismo. Dios hecho humilde en beneficio del hombre, y el hombre humilde para no hacerse daño... Disminuya, pues, la honra del hombre y aumente la de Dios, para que el hombre encuentre su honra en la honra de Dios " (Sermón 380, 7-8).
Cristo hace ver que Juan Bautista no solo es un profeta, sino más que cualquiera de ellos, porque es el Precursor del Mesías. Los otros vieron al Mesías desde lejos en sus vaticinios, pero el Bautista lo presenta oficialmente al pueblo. Por eso se cumple la profecía de Malaquías, interpretado por los Rabinos: que Elías en persona presentaría y ungiría al Mesías. Ésta fue la obra de Juan: presentarlo y ungirlo en el bautismo que lo proclamaba Mesías. Preparó Juan los caminos morales para la venida de Cristo. Pero el ingreso en el reino es superior que la preparación al mismo. En el Nuevo Testamento tenemos la realización del Antiguo. Por lo mismo, aquél es superior a éste, como la Ley de Cristo lo es con respecto a la de Moisés.