Entrada: " Ensalzaron a coro tu brazo victorioso, porque la sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños. Aleluya " (Sb 10, 20-21).
Colecta (del Misal anterior y antes de los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano): " Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre; concede a los que han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida ".
Ofertorio: " Recibe, Señor, en tu bondad, las ofrendas que te presentamos en acción de gracias por los nuevos bautizados, para que venga sobre ellos la ayuda del cielo "
Comunión: " Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya " (1P 2, 9).
Postcomunión: " Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención, nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas ".
– Hch 3, 11-26: Matasteis al Autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos. La curación del paralítico ofrece a San Pedro una nueva ocasión para proclamar el mensaje de salvación. Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Dios ha dado cumplimiento a las Escrituras e invita a la conversión mediante el perdón de los pecados, mientras aguardamos el retorno de Cristo, que volverá a restaurar todo el universo. La ignorancia que llevó al pecado se debe cambiar en el arrepentimiento. Cristo es el tesoro escondido en el campo de este mundo y en el frondoso bosque de las sagradas Escrituras. Así dice San Ireneo:
" Si uno lee con atención las Escrituras, encontrará que hablan de Cristo y que prefiguran la nueva vocación. Porque Él es el tesoro escondido en el campo (Mt 13, 44), es decir, en el mundo, ya que el campo es el mundo (Mt 13, 48); tesoro escondido en las Escrituras, ya que era indicado por medio de figuras y parábolas, que no podían entender según la capacidad humana antes de que llegara el cumplimiento de lo que estaba profetizado, que es el advenimiento de Cristo. Por esto se dijo al profeta Daniel: "Cierra estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del cumplimiento, hasta que muchos lleguen a comprender y abunde el conocimiento" (Dn 12, 4) " (Contra las Herejías 4, 26, 1).
– Cristo resucitado, a quien se somete toda la Creación, da la respuesta a la pregunta del salmista en el salmo 8: El hombre tiene vocación de resurrección. ¡Qué admirable es, Señor, tu nombre. " ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar ".
– Lc 24, 35-48: Estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día. Jesús se aparece a los Once, mostrándoles la autenticidad de su cuerpo resucitado: come con ellos y luego les demuestra que las Escrituras han tenido cumplimiento en su pasión y resurrección y en la futura predicación de su obra a todos los pueblos. Jesús es condescendiente y ayuda a los incrédulos. Se muestra como Hijo de Dios que persigue amorosamente a su pueblo. Los apóstoles se transforman. Jesús se hace presente a ellos y les entrega sus poderes. Comienza la era de la Iglesia. Jesús vive hoy presente en medio de nosotros; pero la fe es fruto de la gracia y no del caminar humano. Hemos de estar siempre abiertos a la gracia divina. San Ambrosio habla de esta aparición de Jesús a los Apóstoles:
" Cosa maravillosa es cómo una naturaleza corpórea pasó a través de un cuerpo impenetrable; cómo una carne visible entró de un modo invisible, y, siendo asequible al tacto, era difícil comprender. Asustados los discípulos, juzgaron, en definitiva, ver un espíritu. Por eso el Señor, para darnos una prueba de su resurrección, les dijo: "Tocadme y ved que el espíritu no tiene carne ni hueso, como veis que yo tengo"... Resucitaremos, pues, con nuestro cuerpo. Porque se siembra el cuerpo animal y resucitará como cuerpo espiritual; éste más sutil, aquél más grosero y material, por sentir aún el peso de la enfermedad terrestre. Y ¿cómo podrá dejar de ser cuerpo, aquél que tenía las señales de las llagas y los vestigios de las cicatrices que el Señor les dio a tocar? Con lo cual no sólo corrobora la fe, sino que excita también devoción, ya que prefirió llevar al cielo las llagas que padeció por nosotros y no quiso borrarlas, a fin de presentarlas a Dios Padre como precio de nuestra libertad... " (Comentario a San Lucas lib. 10,c. 24),