Entrada: " El Señor condujo a su pueblo seguro, sin alarmas, mientras el mar cubría a sus enemigos. Aleluya " (Sal 77, 53).
Colecta (del Misal anterior y antes del Gregoriano): " Dios Todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los hombres; concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe ".
Ofertorio: " Realiza, Señor, en nosotros el intercambio que significa esta ofrenda pascual, para que el amor a las cosas de la tierra se transfigure en amor a los bienes del cielo ".
Comunión: " Jesús dijo a sus discípulos: "Vamos, comed". Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya " (cf. Jn 21, 12-13).
Postcomunión: " Dios Todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado, para que así, quienes hemos sido redimidos por la Pasión de tu Hijo, podamos alegrarnos en su Resurrección ".
– Hch 4, 1-12: Ningún otro pudo salvar. Los apóstoles, al ser interrogados por los sumos sacerdote luego de su arresto, responden por boca de Pedro: " Dios resucitó de entre los muertos a Jesús a quien vosotros crucificásteis; se han cumplido las Escrituras y nadie, fuera de Él, puede otorgar la salvación ". La causa de la persecución es la proclamación del poder salvífico de Jesucristo muerto y resucitado, en el que se cumplen las Escrituras. Los apóstoles no saben ni quieren dar otro mensaje distinto del que ellos han sido testigos, aunque tengan que sufrir persecución y castigos por ello, y más tarde la muerte. Todo por Jesús, muerto y resucitado. Oigamos a San Hipólito:
" Antes que los astros, inmortal e inmenso, Cristo brilla más que el sol sobre todos los seres. Por ello, para nosotros que nacemos en Él, se instaura un día de Luz largo, eterno, que no se acaba: la Pascua maravillosa, prodigio de la virtud divina y obra del poder divino, fiesta verdadera y memorial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasión e inmortalidad que fluye de la muerte. Vida que nace de la tumba y curación que brota de la llaga, resurrección que se origina de la caída y ascensión que surge del descanso... Este árbol es para mí una planta de salvación eterna, de él me alimento, de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda y huyendo de los grandes calores allí encuentro un abrigo lleno de rocío... Él es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente... Cuando temo a Dios, Él es mi protección; cuando vacilo, mi apoyo; cuando combato, mi premio; y cuando triunfo, mi trofeo... " (Homilía de la Pascua).
– Este es el día en que actuó el Señor. Cristo rechazado por los suyos, ha resucitado y es el centro de todas las cosas. Llenos de gozo proclamamos con el Salmo 117, que ha sido un milagro patente y abrimos nuestro corazón a la plenitud que la resurrección da a nuestra fe: " Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la Casa de Israel: "eterna es su misericordia". Digan los fieles del Señor: "eterna es su misericordia"... La piedra que desecharon los arquitectos es ahora piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en el nombre del Señor; el Señor es Dios; Él nos ilumina ".
– Jn 21, 1-14: Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Jesús resucitado se muestra junto al lago de Galilea a sus discípulos, que han vuelto a sus ocupaciones habituales: la pesca milagrosa va acompañada de una comida del Resucitado con los suyos. Comenta San Agustín:
" Con esto hizo el Señor una comida para aquellos siete discípulos suyos, a saber, con el pez que habían visto sobre las brasas y con algunos de los que habían cogido y con el pan que ellos habían visto, según la narración. El pez asado es Cristo sacrificado. Él mismo es el pan bajado del cielo. A este pan se incorpora la Iglesia para participar de la eterna bienaventuranza. Y por eso dice: "Traed los peces que ahora habéis cogido", para que cuantos abrigamos esta esperanza podamos por medio de estos siete discípulos, en los cuales se puede ver figurada la totalidad de todos nosotros, tomar parte en tan excelente sacramento y quedar asociados a la misma bienaventuranza. Esta es la comida del Señor con sus discípulos, con lo cual el Evangelista San Juan, aun teniendo muchas cosas que decir de Cristo, y absorto según mi parecer en alta contemplación de cosas excelsas, concluye su Evangelio " (Tratado 123, 2 sobre el Evangelio de San Juan).