Entrada: " Como el niño recién nacido, ansiad la lecha auténtica, no adulterada, para crecer con ella sanos. Aleluya " (1P 2, 2). O bien: " Alegraos en vuestra gloria, dando gracias a Dios. que os ha llamado al reino celestial. Aleluya " (Esd 2, 36-37).
Colecta (del Misal Gótico): " Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor que el bautismo nos ha purificado, que el Espíritu nos ha hecho renacer y que la sangre nos ha redimido ".
Ofertorio (del misal anterior, retocada con textos de los Sacramentarios Gelasiano y de Bérgamo): " Recibe, Señor, las ofrendas que (junto con los recién bautizados) te presentamos y haz que, renovados por la fe y el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza ".
Comunión: " Trae tu mano y toca la señal de los clavos; y no seas incrédulo, sino creyente. Aleluya " (Jn 20, 27).
Postcomunión (del misal anterior, retocada con textos del Gelasiano): " Concédenos, Dios todopoderoso, que la fuerza del sacramento pascual que hemos recibido, persevere siempre en nosotros ".
El acontecimiento pascual y el reencuentro con el Corazón de Cristo Resucitado rehizo la fe y la vida del colegio apostólico y puso en marcha la Iglesia de Cristo como comunidad de creyentes reunidos en torno al Señor Jesús, viviente de nuevo en su Palabra y en su Eucaristía. Los neófitos dejaron ayer las túnicas bautismales.
– Hch 2, 42-47: Los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Por la fuerza de la predicación apostólica de los primeros testigos de la Resurrección se inició la Iglesia como comunidad de fe y de amor entre los hombres. Es el primer diseño de la Iglesia, fundada en la fe y en la Eucaristía. San Cipriano dice:
" Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en la persona de Cristo... Quien no guarda esta unidad de la Iglesia, ¿va a creer que guarda la unidad de la fe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia, quien abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿puede confiar que está en la Iglesia? (Sobre la unidad de la Iglesia 3, 2)
– Sal. 117. Salmo responsorial como en el Domingo de Resurrección.
– 1P 1, 3-9: Por la resurrección de Cristo de entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. San Pedro proclama la grandeza de nuestra vocación cristiana como miembros de la Iglesia, comunidad de salvación en medio del mundo por la fe en Cristo. Afirma, sobre el nuevo nacimiento San Hipólito:
" El que se sumerge con fe en este baño de regeneración renuncia al diablo y se adhiere a Cristo; reniega al enemigo del género humano y profesa su fe en la divinidad de Cristo, se despoja de su condición de siervo y se reviste de la de hijo adoptivo, sale del bautismo resplandeciente como el sol, emitiendo rayos de justicia y, lo que es más importante, vuelve de allí convertido en hijo de Dios y coheredero de Cristo " (Sermón sobre la Teofanía).
– Jn 20, 19-31: A los ocho días se les apareció el Señor. Es el texto evangélico para los tres ciclos y presenta la primera comunidad eclesial surgida de la Pascua. Comunidad de creyentes, reunidos para iniciar su misión de testigos, por la fe, del acontecimiento de la Resurrección de Cristo. Nos fijamos aquí en la duda de Santo Tomás, comentada por San Gregorio Magno:
" Sólo Tomás, llamado el Mellizo, estaba ausente y, al volver y escuchar lo que había sucedido, no quiso creer lo que le contaban. Se presenta de nuevo el Señor y ofrece al discípulo incrédulo su costado para que lo palpe, le enseña las manos y, mostrándole la cicatriz de sus heridas, sana la herida de su incredulidad. ¿Qué es, hermanos muy amados, lo que descubrís en estos hechos? ¿Creéis acaso que sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviese primero ausente, que luego al venir oyese, que al oir dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese?
" Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su Maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe.
" De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección... Teniendo ante sus ojos a un hombre verdadero, lo proclamó Dios, cosa que escapaba a su mirada... "Dichosos los que crean sin haber visto": en esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros. Con tal que las obras acompañen nuestra fe " (Homilía 26 sobre los Evangelios).
El acontecimiento pascual, Muerte y Resurrección del Señor, rehizo la fe del Colegio apostólico y puso en marcha la obra de Cristo, que es la Iglesia como comunidad de creyentes reunidos en Cristo, vivientes de su Palabra y de su Eucaristía.
– Hch 4, 32-35: Todos pensaban y sentían lo mismo. Por la fuerza de la predicación apostólica de los primeros testigos de la Resurrección se inició la Iglesia, como comunidad de fe y de amor entre los hombres. San Fulgencio de Ruspe dice:
" Dios, al conservar en la Iglesia la caridad que ha sido derramada en ella por el Espíritu Santo, convierte a esta misma Iglesia en un sacrificio agradable a sus ojos y le hace capaz de recibir siempre la gracia de esa caridad espiritual, para que pueda ofrecerse continuamente a Él como una ofrenda viva, santa y agradable " (Lib. 3, 11-12).
– Salmo responsorial 117.
– 1Jn 5, 16: Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. La vida de fe iniciada por el bautismo y vivificada por la Eucaristía, es la clave que da autenticidad a nuestra condición de hijos de Dios en medio del mundo. San Atanasio así lo manifiesta:
" Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y de la fe de la Iglesia Católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los Santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquél que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal " (Carta I a Serapión 28-30).
– Jn 20, 19-31. Ver Ciclo A.
Concluimos la octava de Pascua. La liturgia nos ha hecho vivir intensamente el gozo y la alegría de ser de Cristo, el que murió y resucitó por nosotros. Desde ahora, a lo largo del tiempo pascual, el pentecostés de alegría aleluyática, la Iglesia en su liturgia irá desentrañando en nuestra conciencia el Misterio de Cristo resucitado y de su Iglesia, en la que nos integramos por el bautismo. Hemos de ser responsables de estas sagradas realidades, realizadas en la historia de la salvación y en nuestra propia vida.
– Hch 5, 12-16: Crecía el número de los creyentes. En torno a los Apóstoles comienza a formarse la primera comunidad eclesial, avalada por la fe en la resurrección del Señor Jesús. No tiene fronteras, como explica San Cirilo de Jerusalén:
" La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, de uno a otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de la fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, terrenas o celestiales; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos cuantos los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales " (Catequesis 18, 23-25).
– Ap 1, 9-11.12-13.17-19: Estaba muerto y ya ves que vive por los siglos. El triunfo de Jesús sobre la vida y la muerte sigue siendo el gran acontecimiento, que mantiene eficaz la fe y la esperanza de la Iglesia. La resurrección de Jesucristo es la fianza y la prueba infalible de nuestra esperanza, el firme apoyo de nuestra fe, la garantía más segura de que nosotros hemos sido redimidos, de que somos llamados a la vida eterna. Estaba muerto, pero ha resucitado para ser nuestra vida y Pontífice intercesor ante el Padre.
– Jn 20, 19-31. Ver Ciclo A.