Entrada: " Te daré gracias entre las naciones, Señor; contaré tu fama a mis hermanos. Aleluya " (Sal 17, 50; 12.23).
Colecta (compuesta con textos del Gelasiano): " Al revivir nuevamente este año el misterio pascual, en el que la humanidad recobra la dignidad perdida y adquiere la esperanza de la resurrección futura, te pedimos, Señor de clemencia, que el misterio celebrado en la fe se actualice siempre en el amor ".
Ofertorio: " Oh Dios, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos ".
Comunión: " Dice el Señor: "Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure". Aleluya " (cf. Jn 15, 16.19).
Postcomunión: " Ven, Señor en ayuda de tu pueblo y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna ".
– Hch 5, 17-26: Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el Templo y siguen enseñando al pueblo. Por segunda vez son detenidos los apóstoles, pero se ven libres de la prisión de modo milagroso. Los apóstoles son fieles al mandato de Jesucristo de predicar la buena nueva, aunque los persigan y encarcelen. La Palabra de Dios triunfa siempre. En los Apóstoles triunfa Cristo, que los llena de su fortaleza. Siempre ha sido así.
Oigamos a San Juan Crisóstomo:
" Muchas son las olas que nos ponen en peligro y una gran tempestad nos amenaza; sin embargo, no tememos ser sumergidos, porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo, de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir si no es para vuestro bien espiritual. Por eso os hablo de lo que ahora sucede, exhortando vuestra caridad a la confianza " (Homilía antes del exilio 1-3).
– Todas las aflicciones del hombre son pequeñas muertes. Pero la muerte ha sido vencida, por eso el Apóstol puede clamar con esperanza, lleno de fortaleza, desde lo más profundo de su contradicción, de su dolor, de su propia miseria. Lo decimos con el Salmo 33: " Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él ".
– Jn 3, 16-21: Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él. La fe en Cristo Jesús supone aceptarlo como el único Salvador; vivir en la Luz, es decir, en la práctica de las obras buenas, hechas según el mandato del Señor. Esto tiene como consecuencia la salvación, que es iluminación y manifestación de que las obras están hechas según Dios. Lo contrario es no creer, es la condenación, es no tener a Cristo como Salvador. Comenta San Agustín:
" Amaron las tinieblas más que la luz... Muchos hay que aman sus pecados y muchos también que los confiesan. Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados... Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a desterrar lo que hiciste, entonces empiezan tus obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. El principio de las obras buenas es la confesión de las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar la verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte tú a ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eres inicuo. Así es como tú empiezas a practicar la verdad, así es como vienes a la Luz " (Tratado 12 sobre el Evangelio de San Juan 13).