2ª semana de Pascua, sábado

Entrada: " Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya " (1P 2, 9).

Colecta (compuesta con textos del Gelasiano y del Gregoriano): " Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna ".

Ofertorio: " Santífica, Señor, con tu bondad estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne ".

Comunión: " Padre, este es mi deseo: "que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen la gloria que tú me has dado". Aleluya " (Jn 17, 24).

Postcomunión: " Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta Eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor ".

Hch 6, 1-7: Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo. La elección de los siete abre un nuevo apartado de los Hechos de los Apóstoles, en el que ocupan el primer plano cristianos procedentes de mundo griego. Tendrán éstos una parte importante y activa en la difusión misionera del cristianismo entre las naciones paganas. Al frente de los siete, consagrado por la imposición de las manos, destaca Esteban. Aparece así un embrión de estructura eclesial, fundada en el servicio y en el amor. Es muy expresivo lo que dicen los Apóstoles: " nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra ". Es todo un programa de apostolado. Sin vida interior, sin oración, no es posible una verdadera evangelización. Así lo ve San Agustín:

" Al hablar haga cuanto esté de su parte, para que se le escuche inteligentemente, con gusto y docilidad. Pero no dude de que, si logra algo y en la medida en que lo logre, es más por la piedad de sus oraciones que por sus dotes oratorias. Por tanto, orando por aquellos a quienes ha de hablar, sea antes varón de oración, que de peroración y cuando se acerque la hora de hablar, antes de comenzar a proferir palabras, eleve a Dios su alma sedienta, para derramar de lo que bebió y exhalar de lo que se llenó " (Sobre la Doctrina Cristiana, 4). Y también: " Si no arde el ministro de la Palabra, no enciende al que le predica " (Sermón 21)

– Jesús resucitado es signo manifiesto de que Dios quiere salvarnos de todo lo que es negativo en nuestra vida. Se nos exige una confianza absoluta en la misericordia del Señor. Así nos lo dice el Salmo 32: " Que la misericordia del Señor venga sobre nosotros, como lo esperamos de Él ". A esto se llega por medio de la oración constante: " Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos; dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; El ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte, y reanimarlos en tiempo de hambre ".

Jn 6, 16-21: Vieron a Jesús andando sobre el lago. Lo mismo que la multiplicación de los panes, manifiesta su dominio sobre los elementos y prepara a sus discípulos para recibir la doctrina del Pan de la vida. Con sus prodigios Jesús busca el bien de la gente que lo contempla. Así lo afirma Orígenes:

 " Mas Jesús llevaba, por los milagros que hacía, a los que contemplaban aquel hermoso espectáculo a que mejorasen en sus costumbres. ¿Cómo no pensar entonces en que se ofrecía a sí mismo como ejemplo de la vida más santa, no sólo ante sus auténticos discípulos, sino también ante los otros? Ante sus discípulos, para moverlos a enseñar a los hombres conforme a la voluntad de Dios; ante los otros, para que enseñados a la par por la doctrina, vida y milagros cómo habían de vivir, todo lo hicieran con intención de agradar a Dios sumo " (Contra Celso 1, 68),

Los milagros han continuado durante toda la vida de la Iglesia hasta nuestros días. No hay beatificación ni canonización sin verdaderos milagros, muy comprobados minuciosamente.

3ª semana de Pascua