3ª semana de Pascua, miércoles

Entrada: " Llena estaba mi boca de tu alabanza y de tu gloria. Te aclamarán mis labios, Señor. Aleluya " (Sal 70, 8.23)

Colecta (compuesta con textos de los Sacramentarios Gelasiano, Gregoriano y de Bérgamo): " Ven Señor en ayuda de tu familia, y a cuantos hemos recibido el don de la fe, concédenos tener parte en la herencia eterna de tu Hijo resucitado ".

Ofertorio: " Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención sean también fuente de gozo incesante "

Comunión: " El Señor ha resucitado. Él nos ilumina a nosotros, los redimidos por su sangre. Aleluya ".

Postcomunión: " Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que la participación en los sacramentos de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente, y nos dé las alegrías eternas ".

Hch 8, 1-8: Al ir de un lugar para otro iban difundiendo la buena noticia. La violencia de la persecución contra el grupo de Esteban -en la que tuvo parte activa Saulo- obligó a la dispersión de sus miembros por Samaria, en donde de este modo se expandió el mensaje cristiano. Felipe, uno de los siete, proclama la Palabra y obra curaciones. En la celebración eucarística, reunidos en torno al altar del Señor, proclamamos el mensaje personal que trae Cristo y recibimos la fuerza del Espíritu, que confirma nuestra unidad eclesial y alienta nuestro testimonio de vida cristiana.

San Juan Crisóstomo, en su Homilía sobre los Hechos dice que los cristianos continúan la predicación, en vez de des-cuidarla. Y San León Magno:

" La religión, fundada por el misterio de la Cruz de Cristo, no puede ser destruida por ningún género de maldad. No se disminuye la Iglesia por las persecuciones, antes al contrario, se aumenta. El campo del Señor se viste entonces con una cosecha más rica. Cuando los granos que caen mueren, nacen multiplicados " (Homilía sobre los Santos Apóstoles Pedro y Pablo).

– La acción redentora de Cristo despliega su poder salvador en nuestra vida: el cristiano recibe y proclama esta salvación en la comunidad eclesial. Que toda la tierra aclame al Señor que obra maravillas. Así lo proclamamos con el Salmo 65: " Aclama al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria; decid a Dios: "Qué terribles son tus obras. Que se postre ante Ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre". Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres. Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente ".

Jn 6, 35-40: La voluntad de mi Padre es que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna. Tras haberse manifestado a Sí mismo como Pan de vida, Jesús hace hincapié en la necesidad de la fe que conduce a la vida eterna y a la futura resurrección. La vida eterna y la resurrección en el último día son dos aplicaciones concretas del don de la Vida al creyente. Pero no agotan todo el don de Cristo-Vida. San Agustín comenta este pasaje evangélico:

" "No he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió". Ésta es la mejor recomendación de la humildad. La soberbia hace su voluntad, la humildad hace la voluntad de Dios. Por eso, "al que se llega a Mí no lo arrojaré fuera". ¿Por qué? "No he venido a hacer mi voluntad sino la voluntad del que me envió". Yo he venido humilde, yo he venido a enseñar la humildad, yo soy el maestro de la humildad. El que se llega a Mí se incorpora a Mí; el que se llega a Mí será humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios.

" Esa es la causa de que no se le arroje fuera; estaba arrojado fuera cuando era soberbio... Se entrega Él mismo al que conserva la humildad y Él mismo lo recibe; y, en cambio, el que no la conserva está distantísimo del Maestro de la humildad. "Que no se pierda nada de lo que me dio". No es, pues, voluntad de mi Padre que perezca uno solo de estos pequeñuelos. De entre los que se engríen no dejará de haber alguien que perezca; en cambio, de entre los humildes no se dará el caso de perecer uno solo... El que se llega a Mí resucita ahora hecho humilde, como uno de mis miembros; pero yo lo resucitaré también en el día postrero según la carne " (Tratado 25, 16 y 19 sobre el Evangelio de San Juan).